Con el lío que hay en Francia, el 2014 Catalunya habría podido forzar un referéndum como el de Escocia y seguramente la independencia. El 2017, cuando Oriol Junqueras ya había descartado la idea de convocar una huelga general, también se podía forzar una salida que no dejara al país desmoralizado e inerme. Ahora, en cambio, con un lío como el de Francia, Catalunya solo podría acabar en una cloaca. 

Cuando Marta Rovira dice que el 1 de octubre no tenía suficiente legitimidad interna solo está poniendo de manifiesto este miedo. El procés se ha cargado el régimen del 78 y ha dejado a las élites españolas indefensas en manos de Europa, pero la política catalana ha desaparecido del mapa. Vox y Ciudadanos tienen razón cuando dicen que la culpa de lo que pasa en España la tiene Catalunnya. Sin el independentismo, el monopolio del poder que las élites del Estado ejercen desde hace siglos no habría quedado tan debilitado. Sin el independentismo no existiría ni Podemos.

Para estabilizarse, España se tendrá que mover tarde o temprano hacia delante o hacia atrás. El gobierno de Pedro Sánchez es un interregno, una muleta que la monarquía utiliza para mantener las apariencias mientras se curan las heridas del 1 de octubre. Para frenar las demandas de autonomía, en los años veinte del siglo pasado los Borbones prorrogaron el régimen de la restauración con un general próximo a las clases conservadoras catalanas. Un siglo después, se han buscado un chico guapo enamorado de la Constitución que tiene la única virtud de no haber incubado un odio sociológico contra Catalunya.

La sociedad catalana no solo ha perdido la fuerza para resolver sus problemas, también parece que haya perdido la capacidad de representar alternativas modernizadoras a las pulsiones reaccionarias españolas

No hay que ser muy espabilado para ver que si viene un 14 de abril, es decir, un cambio repentino de régimen, esta vez no vendrá por las desazones revolucionarias de la izquierda. Vox no es un partido desestabilizador porque vaya contra la monarquía, es desestabilizador porque va contra el proceso de europeización de la mayoría de la población española. El proyecto del gran Madrid, ideado por el presidente Aznar, no es viable sin una globalización americana que ate perros con longanizas. Y sin un imperialismo madrileño que duerma a los espíritus, ni una vía democrática a la libertad de Catalunya, el conflicto está servido. 

A diferencia de lo que había pasado desde 1714, la sociedad catalana no solo ha perdido la fuerza para resolver sus problemas, también parece que haya perdido la capacidad de representar alternativas modernizadoras a las pulsiones reaccionarias españolas. Como dije, con el procés, la política ha desaparecido de Catalunya, y no solo por culpa de la represión. La única posición política un poco sólida es la de Junqueras, que se limita a aguantar unos niveles democráticos españoles de mínimos, esperando que sean suficientes para cohesionar el país cuando las contradicciones del Estado empiecen a salir de madre.

Algún problema gordo debemos tener, más allá de la ocupación, cuando incluso el discurso de Jordi Graupera suena más postizo y más mentiroso con el pasado que el de Rovira, cuando menos en el entorno que lo ayudó a sacar los famosos 30.000 votos. Más vale que los españoles mantengan a Pedro Sánchez cuatro años más, porque si la historia toma un giro inesperado sufriremos para no irnos por el desagüe. El gobierno Sánchez es la última renta de la contribución que nuestros abuelos —la generación de Jordi Pujol— hicieron a la europeización de España. 

En ERC confían en que Sánchez todavía aguantará unos años, sin acabar de ver que si no ayudan a crear una oposición que dé sentido y profundidad a su política de rendición solo generarán actitudes frívolas y suicidas. En el mundo nacionalista de la vieja CiU, hablan mucho de independencia y de poder, pero solo piensan en salir en la tele y convertir la sumisión estratégica de Junqueras en una fiesta de pijos. Lo peor todavía tiene que venir, pero esto no quiere decir que no podamos hacer nada para defender nuestro lugar bajo el sol y aprovechar nuestras oportunidades, cuando sea que vengan.