Sí, hoy me he emocionado. Y se me ha puesto la carne de gallina. Y se me ha hecho un nudo en la garganta.

Ha sido durante el pleno del Parlament donde Junts pel Sí, Catalunya Sí Que Es Pot y la CUP han presentado la proposición de ley de reparación jurídica de las víctimas del franquismo. O sea, la ley que anulará los consejos de guerra llevados a cabo durante aquel período.

Ha sido cuando han intervenido las diputadas Montserrat Palau y Mireia Boya y el diputado y miembro de la mesa Joan Josep Nuet y ante una sesentena larga de víctimas del franquismo y sus familiares, que estaban en la zona de invitados.

Los periodistas que estábamos en la tribuna de prensa ni respirábamos. Los diputados tampoco. Todo el mundo los ha escuchado sin mover un músculo. Algunos con los ojos húmedos. Era una mezcla de respeto, reconocimiento, reflexión y tristeza. Han recordado casos con nombres y apellidos. Personas que podrían ser mi abuelo o el de usted. O quizás lo fueron.

Y ahora, permítame que hable de mí. Yo allí no estaba como familiar de nadie. Estaba trabajando. En este trabajo asistes a todo tipo de actos y te tocar vivir todo tipo de acontecimientos. Y tú no puedes dejarte llevar por el momento porque tienes que explicar aquello que estás viviendo como observador, no como protagonista. Pero hay actos que te tocan. Si tú no tienes ninguna implicación personal con una historia que pasa ante ti, pero lo que sucede allí te compromete emocionalmente, quiere decir que pasa alguna cosa. Y ha pasado. Y lo que hoy ha pasado en el Parlament quiere decir muchas cosas.

Quiere decir que con el franquismo, España como Estado, históricamente ha hecho un Rajoy. O sea, aquello del no pasa nada y si pasa algo, ya pasará. Y no, las heridas de la guerra civil no están cerradas. Ni las del franquismo. Y este es uno de los grandes y graves problemas de España. Se intenta silenciar y se pretende obviar, pero los cadáveres siempre acaban flotando. Y nunca mejor dicho.

Hay todavía demasiadas personas que tienen sus padres o sus abuelos perdidos por cualquier cuneta de carretera o al lado de cualquiera tapia de cementerio. Y, sí, es cierto que en una guerra los dos bandos cometen barbaridades, pero los que ganaron la posterior al golpe de estado del 36 pudieron enterrar a sus muertos. Que lo puedan hacer los perdedores no es abrir viejas heridas sino justicia y reconciliación.

Y este franquismo sociológico latente en una España donde no sólo existe una Fundación Francisco Franco sino que hasta hace no mucho recibía 150 mil euros anuales de subvención pública, tiene que afrontar la situación. Si realmente ama tanto la patria como dice amarla.

Y permítame que vuelva a mí. Saliendo del pleno he podido hablar con el señor Lluís Serra i Sancho, hijo de Lluís Serra i Giribert, alcalde de El Prat del Llobregat fusilado el 18 de noviembre de 1936 a las 5.45 de la madrugada en el Camp de la Bota de BCN. El señor Serra ha querido fotografiarse en el Parlament con una imagen de su padre.


Fíjese qué momento más sencillo de hacer y, a su vez, qué gran acto de reconocimiento. ¿Tanto cuesta? Y a quien dice él dice el resto de víctimas de aquella barbaridad, de quien puede saber más cosas en este enlace.

Cuando hemos acabado la conversación he visto detrás mío a un periodista, veterano compañero de algunas batallas. Estaba muy emocionado. No le ha costado nada explicarme que en la fachada de un edificio de la provincia de Guadalajara todavía ahora hay ahora las marcas de las balas con las que fusilaron a su abuelo. No nos habíamos abrazado nunca. Hoy ha sido la primera vez.

Cuando salía del Parlament no he podido evitar pensar en el padre de mi colega. ¿Cómo debe ser la vida de una persona a quien le fusilan el padre? No poder jugar, ni reír, ni pasear, ni compartir, ni hacer enfadar, ni hacer sufrir a un padre porque la barbaridad te lo ha robado. ¿Cómo debe ser la vida de un niño que en plena represión ni puede hablar de su padre, por si acaso? Y ni tan solo poder saber ni dónde acabó su cuerpo.

Y, ¿sabe que he hecho? He llamado a mi padre y hemos ido a pasear un rato. En recuerdo y homenaje a todos aquellos que tuvieron que aprender a vivir sin el suyo. O sin su madre, o su hijo, o su hermana, o su marido... Y lo tuvieron que hacer a escondidas y señalados y esperando que algún día la ley española los tratara como personas. Y, ¿80 años después ya se lo merecen, no cree?