Mucha gente compra libros electrónicos, por la comodidad de poder leerlos en cualquier momento con una única base física, por el hecho de tener muchos libros a disposición dentro del archivo electrónico y, también, por su comodidad de compra (basta con un clic) y su precio, más económico. A pesar de eso, todavía somos muchos los que nos gusta sentir el peso del libro en papel en las manos e ir pasando hojas y yo, particularmente, siento debilidad por el olor de libro, este aroma indescriptible en papel y en tinta. Me gusta entrar en las librerías para remolonear entre repisas de libros de lomos de colores y grosores diferentes, y seguramente, como muchos de los que me leéis, un Sant Jordi sin pasear por los puestos de las librerías, escogiendo y hojeando libros, perdería todo su encanto.

Sin embargo, quizás no somos conscientes de que no hay uno único "olor de libro", sino muchos diferentes. Solo hace falta que penséis en el olor de libro nuevo y el olor de un libro viejo. Si cerráis los ojos y os acercan un libro, seguramente sabréis reconocer si es nuevo o ya tiene mucho tiempo. Las librerías de viejo y las bibliotecas con libros antiguos tienen un olor particular y diferencial. Entre los libros viejos, también hay olores diferentes, desde los que tienen un aroma dulce que recuerda a la almendra, a los que huelen a mildiu o ropa vieja. Este aroma distintivo puede indicarnos el origen del papel, de cuyo material están hechas las tapas y la encuadernación, y el estado de conservación del libro. Uno de los grandes problemas de los libros viejos, sobre todo de los que son antiguos y valiosos, es saber si están en un estado precario de conservación y necesitan ser priorizados para restauración. Detectar signos de la degradación del papel ayudaría mucho a hacer esta priorización, pero las técnicas más convencionales para hacer el ensayo pueden destruir el papel que se quiere conservar, ya que necesitan utilizar disolventes y productos que pueden dañar el papel. Con este reto en mente, un grupo de investigadores ha desarrollado una "nariz electrónica" que, con técnicas nada invasivas, puede detectar el olor que emiten estos libros viejos y analizar la composición del papel, su pH, infiriendo el estado de conservación y "la edad" del libro.

Si nunca habéis hecho una visita guiada a un molino papelero, os espera alguna sorpresa. Estuve hace poco en el molino de Capellades y me pareció una visita muy instructiva. Por ejemplo, no era consciente de que de la ropa vieja se podía sacar la materia prima para hacer papel. Siempre pensamos como fuente principal del papel, en la madera de los árboles, o el papel reciclado a partir de otro papel, pero la materia principal del papel es la celulosa, junto con otros componentes vegetales. La celulosa es un polisacárido hecho de monómeros de glucosa unidos con enlaces relativamente resistentes a la degradación. Por ejemplo, las enzimas de nuestro sistema digestivo de mamífero no pueden degradar la celulosa y necesitamos bacterias intestinales que puedan romper los enlaces y liberen los azúcares. Eso es lo que pasa en el estómago de los rumiantes, que se alimentan de hierbas y otras plantas, y no podrían digerir la celulosa y alimentarse, si no fuera gracias a la microbiota simbionte específica.

Pues bien, aunque la celulosa es bastante resistente al tiempo, otros componentes vegetales y aditivos acompañadores que hay en el papel son mucho más vulnerables al calor, a la humedad y a la luz ultravioleta. Antes de 1845, la mayor parte del papel se hacía a partir de ropa vieja y harapos de algodón y lino, que después de un largo tratamiento que deshace las fibras, permiten hacer papel muy rico en celulosa y bastante estable. En 1845 se encontró la manera de hacer papel a partir de la fibra de madera con tratamientos ácidos, y a pesar de ser menos duradero que el papel hecho de algodón, permitía obtener papel con un coste mucho más bajo, más fácilmente y con mayor facilidad para generar papel de bajo gramaje (más delgado). En 1980 (por lo tanto, a finales del siglo pasado), se mejoró la obtención del papel a partir de madera, con tratamientos no ácidos, y que alargan la vida del papel considerablemente.

Los investigadores de la Universidad de Aveiro (Portugal) publicaron un artículo bien sugerente "Conserva tus libros por el olor" en una de las mejores revistas del mundo de química, en el que explican cómo han desarrollado una "nariz electrónica" que contiene 6 sensores que unen, de forma selectiva, los diferentes compuestos orgánicos volátiles que emiten los libros. La mezcla de estos compuestos dan este aroma especial que nuestra nariz puede reconocer. Por poner algunos ejemplos, el olor de ropa vieja es debido a la emisión de hexanal, y el olor de basura al ácido propiónico. La degradación de la lignina da vainillina, benzaldehído, y undecanal, que nos recuerdan a la almendra, al caramelo, o al chocolate. El tolueno y el chileno lo asociamos a olores dulces, mientras que el ácido acético nos recuerda al vinagre. El olor de hierba y madera está relacionado con varios aldehídos. El furfural y el formaldehído se deben al tratamiento con ácidos... Ya veis qué complejo puede llegar a ser el olor de los libros. Analizan así 19 libros publicados desde 1567 a 2016 (por lo tanto, de diferente antigüedad, composición del papel y estado de conservación), poniendo una placa (como un papel) de un polímero de fibra que puede capturar estos compuestos dentro de las hojas del libro, que colocan en una caja cerrada de metacrilato con un ambiente de nitrógeno (gas inerte). A partir del análisis de los compuestos volátiles capturados pueden distinguir los libros hechos de papel a partir de ropa de los hechos con papel a partir de madera. También pueden inferir el periodo de tiempo en que fueron publicados, gracias a las características del papel de cada libro, ya que pueden distinguir también entre papel a partir de madera con tratamiento ácido del que no. Incluso si los libros estaban amarilleando, si eran nuevos o eran usados. Esta "nariz electrónica" puede permitir identificar qué libros de la misma repisa necesitan restauración urgente y también separar los libros que todavía están bien de sus vecinos de repisa que se encuentran en peores condiciones.

Detectra componentes volatils del papel libros
¿Cómo detectar los componentes volátiles que emite el papel de los libros? Imagen extraída del artículo de Veríssimo et al. (2019) ACS Sensores 4: 2915−2921

Estas tecnologías de reconocimiento del olor de los libros pueden ser una herramienta muy valiosa para conocer realmente el estado de estos libros viejos. Conservar libros antiguos, sobre todo los que son de ediciones primeras o limitadas, es una tarea que requiere esfuerzos, mucho conocimiento y destreza exquisita por parte de los restauradores. No es suficiente con tener buenos restauradores, también hacen falta recursos, que a veces son escasos para tantos libros magníficos que hay que restaurar. Podéis también participar en acciones de mecenazgo popular (crowdfunding) que os permiten "apadrinar" libros únicos depositados a entes públicos.

Cuando tengáis en las manos algún libro, quizás ahora distinguiréis este aroma tan especial que captura nuestra imaginación y recordaréis que su olor puede revelar los secretos de su composición.