La generación Z (las personas nacidas, aproximadamente, entre los años 1994 y 2010) nos están dejando un mundo muy irreverente y de un gran vacío existencial (¡porca troya!). Hoy, hablaré de las nuevas tendencias que esta generación ha puesto de moda a través de las redes sociales. Hay muchísimas más, yo os contaré solo tres, para que podáis entender, en primera persona, el alud de tristeza que nos caerá encima. Si os contara más, vuestro cuerpo y vuestra alma (si es que aún queda alguien con alma, ahora se lleva mucho esto de no tener, a menos que puedas sacar algún beneficio económico) no podrían soportarlo.

Empezaré por la tendencia llamada ghosting, que creo que es la base de todas las demás. Las personas que practican el ghosting —como muy bien indica la raíz ghost (‘fantasma’)— son personas que son y actúan como un fantasma. Todo empieza un buen día en las redes sociales: conoces a alguien; interactuáis durante varios días (vía WhatsApp, Telegram; mensajes privados de Twitter, Instagram o TikTok; llamadas de teléfono; videollamadas...), y, de repente, de un día para otro, sin ningún motivo (aparente) y de forma totalmente inesperada, esta persona desaparece y deja de interactuar contigo para siempre (no contesta ni mensajes ni llamadas ni nada). En los casos más extremos, llegan a bloquear todas las redes sociales de la persona a la que ghostean. Como podéis suponer, la persona ghosteada se queda pasmada y no entiende nada de lo que pasa. Para que los boomers puedan entender la sensación que le queda a la persona ghosteada: es como cuando tienes problemas y toda la gente que está a tu alrededor desaparece. Da un poco de rabia, pero qué le vamos a hacer.

Si nos adentramos, un poco más, en la perversidad de estas nuevas tendencias, nos encontraremos con el 'orbiting', que vendría a ser como un 'ghosting', pero con más mala leche

Si nos adentramos, un poco más, en la perversidad de estas nuevas tendencias, nos encontraremos con el orbiting, que vendría a ser como un ghosting, pero con más mala leche. O sea: es una persona que te deja tirada de un día para otro, como en el caso del ghosting, pero que sigue orbitando por tus redes sociales: te da un like a una foto; te envía un mensaje directo que, si le respondes, o no te vuelve a contestar o tarda un mes en hacerlo; hace un comentario a una publicación tuya... La intención es que no pases pantalla y sigas teniendo a esa persona (malvada) en la cabeza. Para que me entiendan los boomers: es la típica persona que te ha dejado tirada cuando todo iba mal, pero que te saluda por la calle.

Y, ya para terminar, e inmersos plenamente en la perversidad, tenemos el cushioning —de cushion (‘almohada’)—, que vendría a ser cuando te utilizan como una almohada. Son aquellas personas que tienen pareja y que —sea porque tienen la autoestima baja o porque la pareja no les hace caso o se aburren con ella— buscan una persona o más de una (en muchos casos), con quien no quieren tener ningún vínculo real, para que los consuele, para desahogarse, para flirtear, para sentirse deseados o, simplemente, para distraerse. La mayoría de la gente que practica el cushioning termina haciendo ghosting cuando se cansa de interactuar. Para los boomers: vendría a ser aquel marinero que tenía un amor en cada puerto e hijos esparcidos por todo el mundo.

Va, y ahora, uno de regalo: el cricketing. Como muy bien indica la onomatopeya cric cric, son aquellas fantásticas personas a las que envías un mensaje con toda la ilusión del mundo y pasan meses sin responderte. Y cuando, finalmente, crees que esa persona ya ha pasado a mejor vida, te llega la respuesta. Obviamente, tú ya no sabes por dónde vienen los tiros, porque en todo el tiempo que ha pasado, tú ya has tenido tiempo de casarte, separarte, tener hijos y jubilarte. Hay que agradecerles, a diferencia de quienes practican el ghosting, que al menos responden. Como dice el dicho: vale más tarde que nunca.

En fin, como podéis ver, en todos estos ejemplos que os he puesto, se trata de individuos con una inteligencia emocional casi nula, incapaces de ser responsables afectivamente, y que, por tanto, cuando se encuentran con algún problema (que un adulto afrontaría hablando), optan por el camino fácil: huir. Son incapaces de afrontar y aceptar la realidad.