Estos partidos políticos españoles, que se envuelven con la bandera y la Constitución cuando dicen defender la patria del desafío catalán y realmente lo que hacen es defender sus intereses privados, son los mismos que han necesitado 4 meses para no ponerse de acuerdo. Y son los mismos que entre una cosa y otra, en el mejor de los casos, habrán dejado España un año sin gobierno. Y son los que se culpan entre sí cuando todos han estado este tiempo con la calculadora del partidismo, nadie ha cedido nada y todo ha sido de cara a la galería.

Mucha defensa de la patria (tal como lo entienden ellos y sólo como la entienden ellos, por supuesto) y muchos recursos al Constitucional contra cualquier ley catalana que se mueva (al paso que vamos recurrirán la ley de la gravedad), pero Bruselas hace días que avisa sobre el déficit. Y este es un muy grave problema para la nación a quien tanto dicen amar. Y no hacen nada para solucionarlo. Ojo, solucionarlo de verdad. Mucho no nacionalismo rancio y España hace aguas con una crisis institucional de final de ciclo, sin que se intuya ninguna regeneración mínimamente presentable.

Y cuando al final no hay más remedio que convocar nuevas elecciones, aparece en algunos medios aquel concepto neofranquista del “Huy, pero si las elecciones son muy caras”. Sí claro, es que la democracia vale dinero, esto ya lo tiene. Y las elecciones de junio nos costarán 188 millones. Bien, ¿y? ¿Me están diciendo que es mejor no hacer elecciones? ¿No, verdad? Ah, que tendrían que valer menos. Perfecto, pues hagan una ley que limite gastos y que impida endeudamientos. Por cierto, una pregunta: estas elecciones valdrán, poco más o menos, lo mismo que las de diciembre. ¿Por qué entonces no se quejó nadie? Ah no, que resulta ser que el mensaje a transmitir es que los partidos que no ganaron tendrían que haber cedido y ayudar a Rajoy a repetir. Cáspita, ¡¡¡al final era eso!!! No está mal, los que se quejan de que las campañas son caras han empezado la precampaña. 

Y unos de los primeros que pide una campaña “austera” es quien trabaja en una institución que, oficialmente, cuesta 8 millones de euros anuales, cifra a la que hay que añadir una cantidad indeterminada por conceptos que se reparten entre varios ministerios. Interesante.

Parafraseando a Friedrich Gustav Emil Martin Niemöller, la cosa sería:

Cuando los que pedían no gastar tanto vinieron a pedirme contención no hice caso porque yo ya estaba contenido.

Cuando insistieron en que todo valía mucho dinero, yo seguí pensando: “y a mí que me explican. No soy quien gasta ni el culpable del gasto, ni quien ha impedido que ustedes se pusieran de acuerdo”.

Cuando directamente vinieron a por mi dinero, comprobé que, nuevamente, me tocaría pagar la broma. Y que, encima, intentarían hacerme venir mala conciencia.

Y al final ya no quedaba nadie más para protestar. Ni yo, que había ido al cajero a sacar dinero.