Varios tótems de la cultura han aprovechado la reedición de Des dels turons a l’altra banda del riu, el libro que Jordi Pujol escribió en la prisión de Zaragoza entre 1961 y 1962, para diseñar a un Pujol a medida de sus intereses. Es fascinante cómo han hecho el cherry-picking que les conviene para darse la razón y encajar a Pujol dentro de su trayectoria pública, cada uno la suya. No es causal que Jordi Amat, en El País, aproveche para hablar de la petición de indulto de aquel joven preso. No es casual que Joan Esculies, de una forma más larga, decida hacer lo mismo en La Vanguardia. No es casual que Antoni Bassas recorra idéntico camino en el Ara. Al poner el foco en lo que les parece una cobardía o incluso una rendición, sin embargo, dan la razón al Pujol de veintinueve años y dos hijos que no tenía pelos en la lengua a la hora de tildar a los que habían perdido la guerra de "ufanos de resignación", de "generación incapaz de parar ninguno de los golpes que Catalunya ha tenido que recibir durante veinticinco años" o de "generación que ha dado un tanto por ciento demasiado alto a los desertores".

Varios tótems han aprovechado la reedición de 'Des dels turons a l’altra banda del riu' para diseñar a un Pujol a medida de sus intereses y darse la razón

Hoy, la generación de quien Pujol diría todo esto sería la que ellos representan. Por eso paran el golpe señalando las supuestas grietas de quien los golpea desde el pasado. Si Pujol es un resignado y un cobarde que pide el indulto con la cola entre las patas, nadie podrá utilizar a Pujol para tachar de resignados y cobardes a todos los resignados y cobardes que le han venido detrás. Si quien apunta al ideal también falla, el ideal son historias y más vale que nos igualemos todos por debajo. En el caso de mi generación, que se lo mira desde sus colinas, la otra parte del río es esta: la gente pequeña y cínica, obcecada en hacerlo todo pequeño para ser dueños de la pequeñez, gobernadores de las aspiraciones fallidas, intelectuales castradores de cualquier cosa que pueda ser mínimamente magnánima y liberadora.

Este es el espíritu del texto: el ánimo de un joven combativo que no se resigna a cargar los pecados de las generaciones que han condenado Catalunya a la derrota

Des dels turons a l’altra banda del riu es un manifiesto generacional que toma el nombre de un recuerdo de infancia del autor: la caída de Lleida en abril de 1938 en manos del fascismo durante la Guerra Civil y el recuerdo de los soldados de las colinas al otro lado del Segre reagrupándose para volver al ataque. Este es el espíritu que impregna todo el texto, el ánimo de un joven combativo que no se resigna a cargar los pecados de las generaciones precedentes, que han condenado Catalunya a la derrota más cruel. Es estimulante que se reedite ahora y que se pueda entender en todo su conjunto, contemplando el componente político pero también el espiritual de un joven que habla abiertamente de su fe en Dios, de su fe en el país y, sobre todo, de la fe en su generación. Des dels turons a l’altra banda del riu son los meandros de la esperanza dibujados en el espíritu de un chico con ganas de luchar.

Es triste que la parte de Pujol que todavía hoy no se ha podido perdonar —no hablo de la 'deixa', hablo del reproche generacional— quizás da la razón a los esculies y amats de turno

El Pujol de las colinas no es el Pujol de hoy. De hecho, el Pujol del prólogo de 1978 ya no es el que escribe desde la prisión. Entonces ya se detecta un cierto desánimo, sobre todo con respecto a la fe religiosa, y un tono de reproche contra la potencia y ánimo del joven preso, al que casi hace pasar por ingenuo. El Pujol de hoy todavía se reprocha no haber sido capaz de volver del todo a aquella fe en Dios, aunque me da la impresión de que la única pérdida de fe que de verdad lo paraliza ha sido perder la fe en sí mismo. Es este sentimiento de traición hacia todo lo que se prometió y todo lo que proyectó que, escurriéndose entre el prólogo actual y el de 1978, deposita un sabor ligeramente amargo en los labios, sobre todo para los que somos jóvenes y queremos combatir un desánimo colectivo y un empobrecimiento espiritual parecidos a los que Pujol aborda en Des dels turons a l’altra banda del riu. Es triste detectar que la parte de Pujol que todavía hoy no se ha podido perdonar —no hablo de la deixa, hablo del reproche generacional— quizás da la razón a los esculies y amats de turno.

Si los jóvenes estamos hoy en las colinas y en el otro lado del río está la gente pequeña, resignada, miedosa y cínica, utilicemos la espera para convertirnos en maestros verdaderos

La Catalunya de hoy tampoco es la Catalunya de la posguerra. Sería frívolo comparar los escenarios políticos porque supondría deslegitimar el trabajo de quien creyó que desde la autonomía podía poner unas bases lo bastante sólidas para garantizar la supervivencia del país —hoy dudamos de que eso pueda ser así— y trabajó para conseguirlo. Es cierto, a pesar de todo, que hay paralelismos en el estado de ánimo de la nación, o al menos en el estado de ánimo de la nación tal como la describe Pujol desde la prisión. "No se puede hablar de los problemas de nuestro tiempo en nuestro país sin tener en cuenta que los catalanes, como colectividad, hemos perdido la guerra", explica. No se puede hablar de los problemas de nuestro tiempo en nuestro país sin explicar qué pasó desde el año 2017 y que el único camino para reanudar la lucha que se ha encontrado hasta ahora ha sido esperar "nuevos liderazgos", es decir, dejar pasar el tiempo preservando un poquito de confianza en el país con el fin de no morir de pena. "Es cierto que nosotros, las jóvenes generaciones catalanas, podemos ser maestros —maestros de fe y entusiasmo, maestros de humildad y confianza, maestros de disponibilidad, maestros de energía—." Si los jóvenes estamos hoy en las colinas y en el otro lado del río está la gente pequeña, resignada, miedosa y cínica, quizás tenemos que utilizar la espera para convertirnos en maestros verdaderos. Si en algo tenemos que conservar la esperanza, que sea en esto.