Ya tenemos una nueva fecha para la historia. Las 15.31 h del 3 de enero del 2016. Ha estado en este preciso instante cuando la CUP ha hecho oficial a los periodistas que no investiría a Artur Mas. Ha sido el triunfo de la coherencia. Dijeron "no investiremos a Mas" y no lo han investido. Perfecto. Tenían la llave y la han usado. Ahora bien, ya la podrían haber utilizado a primeros de octubre, ¿no? Tres meses mareando a la pobre perdiz para acabar haciendo lo que siempre has dicho que harías, suena a tomadura de pelo. Sí, ya me sé el argumento este de que la culpa es de Mas por no haberse apartado, pero hay un pequeño problema: cuando decides jugar a parchís no tiene mucho sentido pedir a media partida usar fichas de ajedrez y reglas del Monopoly para acabar matando la ficha deseada y contar 20.

De haber terminado con este tema hace tres meses, cuando tocaba, hoy ya tendríamos un nuevo gobierno, no en funciones sino funcionando. Y un nuevo gobierno querría decir que alguien ya podría haber puesto en marcha las medidas de urgencia social, en nombre de las cuales hasta ahora han justificado humillar personalmente, políticamente e institucionalmente al president de la Generalitat. En funciones, pero presidente. E incluso este posible gobierno que hoy podríamos tener, habría podido aprobar un nuevo presupuesto. ¿Pero, qué tenemos a cambio? Pues tenemos que desde el julio pasado y hasta el próximo abril nuestro país habrá estado parado. Gracias a todo el mundo por haberlo conseguido. Era el mejor momento político, económico y humano para hacerlo, efectivamente.

Pero es que el argumento de que hemos estado tres meses así porque resulta que era Mas quien no quería retirarse, queda totalmente desnudo si analizamos el escenario que habría quedado en caso de investir otro nombre de consenso. Diga Romeva, diga Munté. ¿Qué políticas habría aplicado este nombre alternativo? Las de Junts pel Sí, lógicamente. ¿Con una capita de pintura más social? Quizás sí, pero sería de cara a la galería y para que algunos intentaran hacernos creer que Mas era el problema. Escuche, es que el dinero es el que es. Y en el famoso último documento de propuesta presentado hace un par de semanas no es que hubieran tocado hueso, no, es que le podías poner un lacito rosa, pero el margen de maniobra que deja el FLA es exactamente menos zero. Con Mas, sin Mas o con Jordi LP dando un recital de habaneras con 30 coros de Oh Happy Day. Y la gente de Esquerra que trabajó en este documento vio la realidad de los números. Y los independientes que iban en la lista de Junts pel Sí, también. Y los de la CUP. Sí, porque la gente de la CUP también sabe la realidad de los números. Otra cosa es si algunos quieren hacer ver que no y decirnos que otro presupuesto es posible gracias al trabajo conjunto del Mago Lari y el Mago Pop.

Por lo tanto, las políticas sociales de un gobierno sin Mas no habrían sido muy diferentes de las aplicadas por un gobierno con Mas. Fundamentalmente porque no lo podían ser. Y lo que no puede ser, no puede ser, y además es imposible.

Y si era un problema de corrupción, entonces el nombre no era Mas, sino todo CDC. La justicia envía de vez en cuando a la Policía Nacional y la Guardia Civil (siempre 15 minutos más tarde de que llegue la prensa) a la sede de CDC, no a casa de Artur Mas i Gabarró. Por lo tanto, siguiendo esta lógica, si el problema era una sospecha de corrupción que ensuciaría la causa, se tendría que haber retirado él, sí, pero también todos los convergentes de la lista. Incluidos los aspirantes a ocupar la silla de un Mas apartado.

Ah, y una última cosa. ¿Quién puede garantizar que, en caso de un acuerdo de investidura sin Mas, habría habido estabilidad parlamentaria? ¿Quién está en condiciones de poner la mano en el fuego de que habría habido presupuestos? ¿Quién asegura que un conseller (o una consellera) no habría sido reprobado (o reprobada) por vaya usted a saber qué motivo? ¿O que una decisión de Gobierno no habría sido derrotada por una circunstancial mayoría alternativa? Junts pel Sí no era un pacto entre partidos anticapitalistas, sino una coalición "moderada" que agrupaba una parte muy importante de la sociedad catalana. Concretamente 1.628.714 ciudadanos y ciudadanas de los 4.092.349 que en las pasadas elecciones votaron por alguna candidatura. Unas elecciones que desde las 15.31 h del 3 de enero del 2016 han pasado de plebiscitarias a inútiles.

Nuevamente, gracias a todo el mundo por haberlo conseguido. Un abrazo cordial.