Una mañana cualquiera. El reloj marca las 7.34h. Decenas de personas se presentan en la estación pero el tren no arranca. Pasa el tiempo y ninguna solución, como si aquello fuera una vía muerta. En las estaciones situadas más arriba, numerosos usuarios soportan el frío en el andén esperando un tren que no llegará nunca. Este relato podría ser el principio de una película de terror pero es la terrible realidad, nuestro pan de cada día. Y se ha convertido en algo tan habitual que ya ni las noticias de ámbito nacional lo mencionan.

Los hechos pasaron en el Baix Ebre y el Montsià a finales de la semana que acabamos de dejar atrás. Durante dos días seguidos, el jueves 9 y el viernes 10, los viajeros de la línea R16, a su paso por el Ebro, fueron nuevamente maltratados y resulta inevitable pensar que si estas incidencias hubieran tenido lugar en Barcelona o sus alrededores, entonces sí que los informativos se habrían hecho eco. Pero como siempre llueve sobre mojado, pues no vendrá de una gota más.

En el perfil de Twitter de alrededores empiezan a aparecer mensajes advirtiendo de la maldad: Tren Tortosa 07.34 - Estación de Francia 10.25, iniciará recorrido en L'hospitalet de l'infant derivado de una incidencia en las instalaciones de Adif. Gestionando servicio alternativo por carretera entre Tortosa y Tarragona. Tarde y mal se envía un autobús de veinte plazas, pero los afectados, solo en Tortosa, son más de sesenta. Los damnificados en el resto de la línea muchos más. En el perfil de protección civil dan alguna pista más: Circulación interrumpida en los dos sentidos entre Ulldecona y L'Aldea por problemas en la catenaria. O sea, que la instalación falla y no hay suministro eléctrico. Quizás alguien no ha pagado el último recibo y les han cortado la luz.

Otra de las miserias que esta historia pone de manifiesto es que si no tienes Twitter no estás al corriente de la avería, no solo por el oscurantismo habitual de Renfe y Adif, sino porque en muchas estaciones no hay personal propio, son más bajadores que otra cosa, y por lo tanto nadie puede informar a los usuarios. Ni taquilla, ni nada. Todo el mundo con el móvil en la mano intentando averiguar algo por redes sociales. Los viajeros llaman ellos mismos a información y no les saben dar respuesta. Mientras tanto, la vida de las personas queda afectada y eso es lo más triste, porque quien lo sufre tiene nombres y apellidos.

Si fuesen los políticos quienes llegan tarde a trabajar cada día o quedan horas secuestrados dentro de un vagón, quizás ya se habrían tomado cartas en el asunto de otra manera

Carme se pudrió en el andén de la Ametlla de Mar esperando el convoy. Trabaja de bibliotecaria en Tarragona. Los dos días llegó tarde al trabajo. Aitana tenía que coger un vuelo en el aeropuerto del Prat y lo perdió por culpa de este enésimo retraso. ¿Quién le pagará los 300 € que valía el billete? Gemma tenía una reunión en Barcelona y tuvo que desplazarse en vehículo privado hasta la estación del Camp de Tarragona y de allí subir a un AVE hasta la capital: la broma le ha costado cerca de 70 €, entre los nuevos billetes que tuvo que comprar corriendo y el precio del aparcamiento donde tuvo que dejar el coche un día entero.

El día de la marmota ferroviario hace que miles de usuarios se despierten cada día dentro de la misma pesadilla, especialmente en las Terres de l'Ebre, y os podemos asegurar que no nos gusta tener este triste protagonismo, sobre todo porque tampoco va acompañado de los focos necesarios para denunciar y revertir la situación. La enorme incompetencia de todos los agentes que interactúan al ofrecer un servicio de tren nos deja, semana sí y semana también, imágenes de retrasos continuados y de jóvenes sentados en los pasillos porque no hay asientos libres y se tienen que amontonar como sardinas. El abono de gratuidad empieza a salir caro si el servicio no es mínimamente digno.

Y una pregunta que nos sobrevuela por la cabeza: ¿si los responsables políticos que tienen que encontrar la solución viajaran más en tren en lugar de ir (casi) siempre en coche privado e incluso con chófer, queréis decir que la cosa no sería diferente? Si fuesen ellos los que llegan tarde a trabajar cada día o pierden un avión o quedan horas secuestrados dentro de un vagón, quizás ya se habrían tomado cartas en el asunto de otra manera.

Mientras tanto, mesas de diálogo sin patas, presupuestos aprobados sin suficiente consenso, discursitos sin fondo, compra de nuevos trenes pero no para el sur y todo aquello del país entero pero no todo. Con este panorama de desequilibrio territorial en el ámbito del transporte público, tan esencial para el crecimiento equitativo del país, nos viene a la cabeza el refranero que nunca falla —y dispensad la escatología— que dice que a cagar a la vía. Triste y falsa Normalidad en el servicio, la del país y la de los trenes.