El 18 de noviembre de 1975, en la marquesina del Hammersmith Odeon, podía leerse “Por fin, Londres está preparada para Bruce Springsteen y la E Street Band”. No puede decirse lo mismo de España y el fútbol femenino. No al menos en lo que respecta a las estructuras oficiales. Hay pocas formas más lamentables de dilapidar un éxito deportivo que la gestión que ha realizado la Real Federación Española de Fútbol de la victoria en el mundial. Las jugadoras son tan buenas, incluso a pesar de las bajas forzadas por la propia federación, que han ganado a pesar de su entrenador y de quien las tiene que proteger, pese al machismo retrógrado y a pesar de las instituciones, las empresas y los medios de comunicación, a los que lo único que les han interesado —visto el caso que hacían antes— ha sido, como siempre, sacar a pasear la bandera ante el éxito.

De hecho, puede decirse que este es el segundo Mundial de selecciones obtenido por el Barça, que ha sido de largo el club que más ha creído en el futbol femenino. Sobre todo sus socios y aficionados. Pero que también ahora, como club, ha jugado un triste papel. Así que la victoria en el mundial pasará a la historia por tres cosas. Porque este es el segundo Mundial de Barça. Porque le ha sacado los colores a buena parte de España, que ha utilizado los mismos métodos testosterónicos que con el masculino. Y por la venganza de las jugadoras hacia la federación, la misma que obligó a las chicas del Barça a recoger las medallas de la Supercopa y que apoyó a un entrenador por encima de las jugadoras cuando estas denunciaron que los métodos del técnico afectaban a su estado emocional y su salud.

Rubiales tendría que haber dimitido el primer día

Y, encima, el destino ha permitido que hayan tenido la capacidad de emplear la ironía, sin tener que recurrir a ponerse las manos en los cojones en un palco. Resulta que al volver de Australia, se han ido de vacaciones a Ibiza. Y el miércoles por la tarde fueron a comer a Formentera, concretamente al Beso Beach, cuyo eslogan es la frase que se tatuaron en calcomanía, empezando por Jennifer Hermoso, y que reza No hay verano sin beso. Frase de contenido promocional, pero que en el contexto en el que lo colgaron en las redes sociales, es una daga clavada hasta el fondo. Y, por cierto, es la venganza y la doble victoria de las que se colgaron la medalla, pero también la del resto de las 15 a las que la RFEF no hizo ni caso. También ellas han ganado, de esta forma, el Mundial.

Rubiales tendría que haber dimitido el primer día, porque después lo ha hecho todo aún peor, terminando con un discurso histórico por reaccionario y la frase del “falso feminismo”, que dice que es una lacra y que pretende una guerra cultural digna de Vox. Pero lo peor de la frase es el aplauso de la asamblea, con el actual seleccionador masculino y el tal Jorge Vilda incluido —a quien, por supuesto, ha ofrecido otros cuatro años y dos millones de euros—, que en el vuelo de vuelta de Australia presionó a la familia de Jennifer Hermoso para que quitaran importancia al comportamiento de Rubiales. "Había hombres y mujeres, somos campeones". En masculino. Y venga a aplaudir. Lo peor en estos momentos ya no es ni el beso. O el “pico de dos amigos”. Lo peor de todo es la imagen cavernícola de todo el fútbol español.