Si hay una cosa que hay que reconocer a Pere Aragonès es la de haber conseguido liderar un Gobierno del que, a partir de su formación, nadie habla. Este, de hecho, era el nobilísimo objetivo del 132.º en este fatigoso e imparable retorno a la autonomía: hacer posible que Catalunya sea de nuevo y tan solo una administración española más y, consecuentemente, que de la tarea política y funcionarial más bien se charle poco. Eso facilita mucho las cosas, primero a Pedro Sánchez para que se centre en la redacción de unos indultos que sean bien difíciles en recurrir jurídicamente por el PP, VOX o incluso la cabra de la legión; y después, y ya es un arte tradicional, si no se hace política resulta mucho más fácil ir colocando profesores de catalán en secretarías generales de climatología y abogados en direcciones de industria. Cueles a quien cueles, no hay que preocuparse, que Patrícia Plaja lo justificará todo con un temple verbal envidiable.

El silencio gubernamental es tan profundo como los compases de espera que inventó Mahler al final desu fúnebre Novena sinfonía y, fijaos si los periodistas van locos por buscar noticias, que en TV3 ya solo hablan de accidentes de automóviles y de críos de Barcelona que se ahogan en los lagos del territorio porque creen que se flota como en las piscinas municipales. En el ámbito político, Aragonès ha conseguido que el único asunto noticiable de la Generalitat republicana sean las múltiples formas de cenar y/o saludar a Felipe VI cuando el rey visita Barcelona. En este sentido, la sutilidad de nuestros cronistas políticos ha llegado a la indagación fáctica de la prensa rosa: hay que saber si el presidente saluda fríamente al monarca, si cena o no cena, en caso de no cenar a qué conseller envía a probar el catering, si este sustituto presidencial come en la misma mesa que en Felipe y etcétera. Nivelaco, vaya.

A nivel político, Aragonès ha conseguido que el único asunto noticiable de la Generalitat republicana sean las múltiples formas de cenar y/o saludar Felipe VI cuando el rey visita Barcelona

El único asunto trascendente que puede pasar en esta etapa en que no pasa nada, ahora lo sabemos, son los indultos. Después del fracaso absoluto de la mani de Colón, incluso los focos mediáticos de la derecha española han visto que la liberación de los cautivos baja notoriamente los índices de audiencia. Digan lo que digan las estadísticas, no hay que ser un genio para entender que, dentro de dos semanas, a la peña de Extremadura o de las Islas Canarias les importará bien poco si Jordi Cuixart cena con sus chiquillas en casa o no, entre otras cosas porque no saben quién es y el gobierno ha tenido mucha habilidad al programar la liberación de las mascarillas para pocos días después de la medida de gracia. La naturaleza humana es una cosa egoísta y maravillosa, señora mía, y es comprensible que los españoles piensen mucho más en ir a la playa a cara descubierta que en las familias de los represaliados.

Nuestro presidente y sus comunicadores dominan el arte de la propaganda y, de momento, la táctica del perfil bajo les funciona de maravilla. El Polònia ya no retrata a Laura Borràs como una narcisista compulsiva, sino que se ríe de su manía académica y funcionarial de los artículos que hay que citar en el Parlament a fin de que te den la palabra. Paulatinamente, este clima de niebla perpetua va erosionando la presencia de Junts pel Sou (Juntos por el Sueldo), una agrupación política que tiene tantas sectoriales (y todas mal avenidas) que sólo hay que dejar que se repartan sopapos entre ellas para debilitarlos como rival político. Y de Waterloo, como se manifiesta a semana que pasa, cada día hablaremos menos. Si espera una semanita más para ir, Aragonès quizás lo acaba dejando para el año que viene, y Carles Puigdemont va viendo cómo, con los indultos a la vista, su figura se convierte en la de un hombre tan libre como errante.

A la espera del acto de magnanimidad socialista, ne Catalunya no pasa nada. Los amantes del aburrimiento deben de estar contentos. Finalmente, volvemos a ser un país donde lo más trascendental que se puede decir es que si cogéis el coche por Sant Joan hagáis el jodido favor de no mamar y que, adolescentes de la tribu, si veis algún lago en provincias tengáis la bondad de retratarlo en Instagram poniendo morritos, pero absteneos de entrar, que la vida es un poco palo pero también tiene su gracia. Y si tenéis mono de noticias judiciales después de los indultos no sufráis, porque Mediaset acabará consiguiendo que a Rociíto le reabran la causa. Can't wait.