Las declaraciones del Gobierno español al término del Consejo de Ministros resaltando que, sea cual sea el resultado de las elecciones del 27-S, no se moverá de sus posiciones, aplicará la ley con todas sus consecuencias ante cualquier iniciativa del nuevo Parlament que vulnere el marco constitucional y no abrirá, en ningún caso, ni tan siquiera el caducado sistema de financiación autonómica para dar a Catalunya un tratamiento singular, dan una idea de lo mucho que hay en juego en los comicios autonómicos. Y remarcan, se quiera o no, también, el carácter plebiscitario de las elecciones. El equipo ministerial de Mariano Rajoy se avanza al resultado de las elecciones y a la más que previsible victoria de las fuerzas independentistas y cierra la puerta a cualquier negociación política que culmine con una consulta acordada.

La respuesta, si la hay, no vendrá, por tanto, de Madrid, sino que tendrá que ponerla encima de la mesa la comunidad internacional y de una manera muy especial Europa, sea Bruselas o sea Alemania. De ahí que los analistas internacionales y los medios de comunicación extranjeros hayan insistido en la necesidad de que los resultados del domingo sean nítidos y claros si los independentistas quieren proseguir el camino iniciado. En definitiva, que lo que hasta la fecha han sido manifestaciones de fuerza en la calle tengan su correspondencia en las urnas. Es evidente que más del 50% de los votos, que las encuestas no dan, propulsaría el espacio soberanista y obligaría, se quiera reconocer o no, a negociar a Madrid. El segundo escenario que se entiende en Europa es el triunfo inapelable de la lista ganadora, en este caso, Junts pel Sí. Es poco discutible que una mayoría absoluta, que las últimas encuestas tampoco dan, también forzaría una negociación con Bruselas. ¿Puede tener algún efecto entre los indecisos la demostración de fuerza de la candidatura que encabeza Romeva en el cierre de campaña de la Avinguda de Maria Cristina? Es un serio interrogante que no se despejará hasta la noche del domingo y quizás la última carta de JxSí antes de que la próxima legislatura y la hoja de ruta queden, en parte, en manos de los diputados de la CUP.