El abogado Xavier Melero se define como liberal, no nacionalista y demócrata, tres razones de peso para haber formado parte del grupo fundacional de Ciudadanos, partido que ya no pinta nada en la política catalana, pero que esparció tanta mierda ideológica, social y verbal a lo largo de dos décadas, que todavía cuesta eliminar el hedor a alcantarilla que dejaron en Catalunya.

El otro día, escuchando a Melero en una tertulia radiofónica, entendí el porqué de su vinculación a aquel Ciudadanos fundacional, que se declaraba socialdemócrata y no nacionalista. La deriva liberal y muy española vendría después, cuando se quitaron la careta. Y hablando del conflicto de Gaza y del salvaje ataque perpetrado por las tropas israelíes, el abogado dijo que "en ningún caso, se podía considerar un genocidio". Entiendo que el abogado Melero, un hombre que —como tantos eruditos— confunde la crítica a Israel con el antisemitismo, quiera esconder cierta mala conciencia negando la realidad, pero no es la primera vez que niega la prueba del delito. Cuando trata de justificar su militancia a Ciudadanos, también suele utilizar argumentos ambiguos. Ya sabemos que abandonó la formación del abogado Rivera cuando el escroto de Ciudadanos fue derivando hacia la derecha extrema, pero Melero se niega a reconocer que el partido nació con dos propósitos: reivindicar disimuladamente el nacionalismo español y fomentar un anticatalanismo muy anticatalán. La cuestión de la socialdemocracia, mirándolo bien, fue una buena excusa para unos cuantos exmilitantes del PSC ante la posibilidad de que fueran tachados de tránsfugas ideológicos, cuando existe una realidad innegable: un tránsfuga nunca es un tránsfuga de sus ambiciones. Y sé que a Melero no le gusta admitir que Ciudadanos era una formación anticatalana, "porque quienes lo creamos éramos catalanes", y tiene razón, pero las evidencias son las evidencias: cuando la lengua, el pilar en torno al cual gira la identidad de cualquier Estado, aunque se llame Tabarnia, se convierte en el elemento a batir, las vergüenzas quedan al aire. Y no pasa nada por reconocerlo. Los que militan en el no nacionalismo son patriotas de intensidades variables, cobijados siempre bajo los tres poderes del Estado, más un cuarto, el eclesiástico, que suele estar a disposición del patriota, aunque sea un anticlerical. Con Dios y el rey tienes bastante para hacerte perdonar y entrar en el cielo. El idioma español no tiene fronteras.

A pesar de mis discrepancias con el abogado —desde mi humildad, ya que nunca me atrevería a colocarme a su altura intelectual, y lo digo de veras— me gustan las canciones que escoge Melero cada miércoles. Y el otro día, cavilaba qué pensará el abogado cuando ve a Carina Mejías ocupando un escaño en el Congreso de Diputados como diputada de Vox. A la diputada le gustan todas las poltronas. Las aterciopeladas, las de escay, las de lana, las de seda… al culo de la Mejías no hay poltrona que se le resista. Y si algo la define —aparte de ser una ilusionista del transfuguismo— es que se declara no nacionalista, como buena exmiembro ultra de Ciudadanos y ahora de Vox. Socialdemócrata, nunca se definió, como tampoco lo hizo Carrizosa, otro no nacionalista, o como sí lo hizo Jordi Cañas, un profesional de la política que pasó por el PSC antes de acabar perdido en la Eurocámara como miembro de una formación liberal. Ahora, que nadie sabe dónde está, deberíamos recuperarlo, porque la política necesita profesionales con alma de portero de discoteca.

Ciudadanos esparció tanta mierda ideológica, social y verbal durante dos décadas, que todavía cuesta eliminar el hedor a alcantarilla que dejaron en Catalunya

Y es que esto de Ciudadanos acabó como acaban los clubs fundados por unos cuantos señoritos sin muchas ganas de trabajar y que abandonan el barco una vez que ya han logrado en Madrid los cargos y las promesas que el socialismo catalán no les ha otorgado por los servicios prestados. Por suerte, al otro lado del Ebro, ahí donde corren pausadas las aguas del Manzanares, había otros no nacionalistas de la talla de Esperanza Aguirre o Alberto Ruiz-Gallardón, deseosos de adoptar a exiliados de pedigrí. Boadella, Arcadi Espada, Azúa… tres grandes glorias, tres grandes patriotas.

Todos los parlamentarios de la tropa de Ciudadanos que sobrevivieron al hundimiento del Titanic frente a las costas de Tabarnia, han encontrado un rinconcito donde contentar sus urgencias pecuniarias. Unos han sido adoptados por el PP, como es el caso de Lorena Roldán o Nacho Martín Blanco, este, un caso ejemplar de tránsfuga que huele a colonia. Otros, han seguido chupando del bote político en otros lugares, como es el caso de la ya mencionada Mejías, con un sueldo anual de 92.266,66 euros más dietas.

Los que han sido expulsados del paraíso de la política por ser unos malversadores emocionales son Albert Rivera e Inés Arrimadas, dos ilustres arribistas que, desde el no nacionalismo, expandieron la no política por el Parlament y por la geografía catalana. A mí, el continente y el contenido de los discursos de Rivera me recordaban a los de José Antonio Primo de Rivera, este sí, un pionero del nacionalismo no nacionalista. Desgraciadamente, una vez que Rivera, Albert, empezó a trabajar en la empresa privada, se puso de manifiesto su valor real en el mercado laboral. Y de Inés, solo puedo decir que ahora vive en Jerez, ciudad de la que no debería haberse marchado nunca. Porque una cosa es reivindicar el andalucismo españolísimo, y la otra, convertirse en una pelma neofranquista contra el catalanismo. Es cierto que Arrimadas no solo hablaba catalán en la intimidad, pero desde el desprecio de los abusadores. No sé si lo del padre Arrimadas y sus artes interrogativas en la comisaría de Via Laietana es una leyenda urbana, pero las artes políticas de la andaluza han hecho que la supuesta mentira parezca real. La mirada de Inés, sus frases intimidatorias, su catalanofobia… Hay rutinas que solo se aprenden en casa. Igualito que el no nacionalismo de estos buenos catalanes, que han convertido la lengua catalana en la piedra angular de todas sus obsesiones españolistas.