El presidente Pere Aragonès ha decidido abrir una nueva etapa regresando al pasado en planteamientos políticos y recuperando protagonistas de una época anterior. Pero lo que puede resultar contradictorio es lo mismo que está pasando en todas partes, como si fuera el signo de los tiempos. En Catalunya las cosas no van muy bien y no podrán ir mucho mejor con un Govern tan minoritario como el que ha quedado, pero quizás no se note demasiado dada la mayor trascendencia de los acontecimientos globales. Pero ojo, mal de muchos, consuelo de necios. Desgraciadamente lo preocupante, también para los catalanes, es que los problemas de Catalunya parecen un entretenimiento de marionetas comparados con las diversas crisis políticas y económicas que afectan a Occidente y que no son solo consecuencia de la invasión rusa de Ucrania, sino sobre todo de la falta de alternativas a los enormes problemas que van surgiendo también en el jardín que, según Josep Borrell, todavía es Europa. Sin alternativa, sin perspectivas de cambio, difícilmente puede haber esperanza de futuro, y resulta que prácticamente todas las medidas que se proponen para salir del callejón en el Reino Unido, en Italia, en Alemania, en Francia o en España, son de regreso al pasado. O meramente paliativas, como cuando no se conoce el remedio a una enfermedad terminal y la única opción es reducir el dolor.

En Reino Unido acaba de dimitir una primera ministra que no llevaba ni siete semanas en el cargo porque para resolver el desbarajuste que heredó de su antecesor, Boris Johnson, ha pretendido aplicar las ideas de Margaret Thatcher, con las que ahora se ha hundido la libra esterlina a una situación sin precedente en un país que vive de las finanzas más que de la industria. Y cuidado que no vayan a reincidir con la fórmula equivocada de Boris Johnson. Aquí nos flagelamos con el ridículo que a menudo hacen nuestros políticos, porque a diferencia de los británicos, estadounidenses o italianos, no podemos permitirnos el lujo de no tener vergüenza.

En Italia ha tomado posesión una nueva primera ministra que también echa la vista atrás pero aún más atrás que los británicos, porque no tiene como referente la democracia cristiana sino el fascismo de Mussolini y pretende gobernar con la momia de Berlusconi.

En Francia el presidente Macron es incapaz de proponer nada nuevo y no ha tenido más remedio que imponer su proyecto de presupuestos por vía de decreto, dado que carecía de mayoría parlamentaria suficiente. Consecuentemente los trabajadores empobrecidos por la inflación han vuelto a la huelga y a los disturbios en la calle buscando la playa bajo los adoquines.

En Alemania el Gobierno de socialdemócratas, verdes y liberales, que se había comprometido con la descarbonización de la economía y el combate contra las desigualdades, ha tomado iniciativas inauditas como extraer combustible mediante el fracking, instalar bases para la recepción de gas licuado procedente de Estados Unidos y, lo que históricamente resulta más chocante en el país pionero del nuclear, no gracias, és prolongar la actividad de las centrales nucleares que pretendía clausurar.

Catalunya, España y prácticamente todos los países de Europa sufren la crisis general y cada uno la suya propia, y sorprendentemente las encaran con ideas del pasado. Sin alternativa, sin perspectiva de cambio, difícilmente puede haber esperanza de futuro

Bajando la observación al terreno más cercano, las entidades del tercer sector han dado el grito de alarma porque uno de cada cuatro catalanes vive en riesgo de exclusión y cerca de 700.000 en pobreza severa. El gobierno de Pedro Sánchez ha aprobado un proyecto de presupuestos "para proteger a la clase media y trabajadora". Es un proyecto cargado de promesas a pensionistas y funcionarios buscando obviamente el feed-back electoral, con un añadido “social” de medidas paliativas en forma de reparto de calderilla, como las ayudas solo una vez de 200 euros, al igual que las previstas por el “escudo social” anunciado por Pere Aragonès, que parecen muy caritativas pero que no cambian la situación de nadie.

Si vamos a cuestiones más globales, la receta monetarista clásica cuando subía la inflación era subir el precio del dinero, los tipos de interés, pero esto ocurría porque aumentaba la demanda y automáticamente subían los precios. Ahora los precios suben sin embargo en una situación absolutamente contraria, porque la demanda ha caído en picado no porque la gente compre más sino porque la gente deja de comprar por el incremento de costes. Sin embargo, la Reserva Federal y el Banco Central Europeo han seguido aplicando la receta del pasado que está fracasando estrepitosamente porque la inflación sigue desenfrenada. Y lo que anuncian es que si lo que hacen no da resultado, como no saben hacer otra cosa, seguirán por el mismo camino de forma aún más agresiva, admitiendo, como ha hecho Jay Powell, el jefe de la Reserva Federal, que será muy doloroso para todo el mundo.

Parecía que con la caída del Muro de Berlín el equilibrio del terror dejaría de ser una opción y se sucedieron algunos tratados de desarme. Aun así, las fuerzas convencionales de la OTAN septuplican las de Rusia y la Alianza Atlántica dispone de 3750 ojivas nucleares por 1444 que controla Putin. Pese a esa superioridad occidental, en la reciente cumbre de Madrid todos los socios de la Alianza se comprometieron a aumentar aún más su arsenal como si fuera posible destruir al enemigo varias veces más.

Puestos a mirar el pasado, en la época de la guerra fría se enfrentaban el modelo capitalista y el modelo comunista y Europa Occidental se inventó el estado del bienestar. Quienes no estaban conformes con su situación tenían la esperanza de que su destino podía cambiar, cuando el comunismo llegara a Occidente o cuando la libertad llegara a la Unión Soviética. El comunismo no ha llegado a ninguna parte, la libertad tampoco ha llegado a Rusia y en Europa el estado del bienestar ya no es lo que era dado el aumento de las desigualdades. Y nos encontramos con que la única alternativa que hace frente a las democracias es el capitalismo salvaje que promueve, desde el Partido Comunista, la República Popular China!!!!!

Parece que para los encargados de tomar las decisiones que nos afectan a todos no hay futuro, solo pasado, pero ya avisó Keynes que “la dificultad reside no tanto en desarrollar nuevas ideas, sino en cómo  escapar de las viejas”. También dijo algo así como que es de necios confiar en que después de la tormenta vendrá la calma porque “a largo plazo todos estaremos muertos”.