Durante casi cuatro meses, Carles Puigdemont y Junts per Catalunya han concentrado la atención de la política española, generando muchas esperanzas y también mucha irritación. Sin embargo, cuando parecía que todo estaba resuelto y que pese a todos los obstáculos Pedro Sánchez sería investido presidente del Gobierno con los votos independentistas, JxCat hizo un movimiento para ser más protagonista y más irritante, poniendo suspense en la votación de la investidura y jurando que lo seguirá haciendo todos los días que el Gobierno de Pedro Sánchez necesite sus votos. Puede ser una lección de firmeza, pero también, según se administre, un ejercicio de frivolidad irresponsable. Alguien recordaba el dicho: "Quien con críos se acuesta, mojado se levanta".

Los acuerdos, si deben ser históricos, necesitan también dimensión temporal, y eso evidentemente vale para todos

El debate de investidura había tomado velocidad de crucero y se fue haciendo aburrido a medida que pasaban las horas, dado que las intervenciones de Sánchez, Feijóo, Abascal y Díaz resultaban repetitivas y de poco nivel, acusándose mutuamente de sus respectivas contradicciones. Hablaban más de sí mismos y, por supuesto, de los malditos pactos de cada uno que de las necesidades del país. Se había previsto un debate de trascendencia histórica y decayó al pozo de la politiquería. Bostezábamos con el déjà-vu hasta que corrió la comidilla que Míriam Nogueras, la líder parlamentaria de Junts, había advertido a la gente del PSOE que estaban enfadados y que se estaban replanteando su voto.

La concepción de la amnistía como un ejercicio de perdón para pasar página del procés que hizo por la mañana Pedro Sánchez había generado estupor en las filas de Junts per Catalunya, lo trasladaron a algunos comentaristas, que echaron cuerda a la cometa en las redes, y la posibilidad de que la investidura se viniera abajo recorrió como un fantasma el edificio del Congreso. Nadie acababa de creérselo, pero, por si acaso, a diferencia de otras ocasiones, nadie se movió del escaño hasta que habló Míriam Nogueras, que se hizo escuchar como hacía tiempo que no pasaba. “Ni olvido ni perdón”, dijo la diputada y reprochó a Pedro Sánchez que no había cumplido el guion del acuerdo pactado, escrito y publicado, y le exigió que se comprometiera desde la tribuna a cumplirlo en su literalidad. Sánchez lo hizo como quien dice en voz baja y sin ganas, la diputada se dio por satisfecha y todo el mundo respiró aliviado. Si esto será a partir de ahora el pan de cada día, la legislatura, evidentemente, será insostenible. Los acuerdos, si deben ser históricos, necesitan también dimensión temporal, y eso evidentemente vale para todos. Feijóo no tuvo ayer un buen día, pero se fue del Congreso confiando en que Puigdemont le dé hoy la alegría