Netflix ha puesto fin a las cuentas compartidas y el mundo entero (con especial dosis de lloriqueo en Catalunya, donde el luto es la profesión nacional) ha asimilado la decisión con más amargura que el lamento por los terremotos en Siria y Turquía. Después de revolucionar el mundo de la producción audiovisual y de transformar los hábitos de consumo televisivos de Occidente, los genios pensantes de Netflix han llegado a la conclusión de que su universo de filmes y de series no es un producto que se pueda compartir como los insufribles picapica que los imbéciles piden de primer plato en los restaurantes barceloneses con tal de ahorrar. Los usuarios —en vez de pasar por caja, callar y desembolsar una cantidad que no llega a los veinte euros— se han dedicado a acusar a la compañía de tacaña e injusta. ¿Dices que Netflix es usurera? Aquí el único pesetero eres tú, hijo mío, que no sabes ni cuánto vale entretenerte.

Guste o no a los nostálgicos que añoran aquellos tiempos en los que íbamos a ver las turras de Kurosawa en el Verdi, Netflix nos ha facilitado una cantidad ingente y bellísima de producción visual que podemos consumir con total libertad de horarios y a un precio ridículo. Agradece al señor Netflix que te haya regalado Stranger things, The crown, House of cards y Bloodline cobrándote poco más de una simple cerveza. Sé educado y felicita al señor Netflix por llenar de luz tus noches absurdas, say thanks porque gracias a Netflix hayas podido ver un capítulo de serie cada noche antes de ir a dormir, evitando así el esfuerzo de fornicar con la pareja, y di "muchas gracias" a Netflix porque te haya bendecido, rellenando tus nauseabundas conversaciones de máquina de café con la idoneidad de la season finale de Squid game.

Calla y paga, porque Netflix te ha permitido que te olvides de lo aburrido que eres y de que necesitas hasta cinco plataformas para tener tema de conversación

Calla y paga, bobo, pues hay escasísimos productos culturales que te hayan dado estas satisfacciones a cambio de tan poco billete. Y calla y paga especialmente tú, querido amigo cultureta de la tribu, tú que a la mínima conversación te lamentas de la precarización del sector artístico del país. Calla y paga, pedazo de burro, porque los dibujitos de BoJack Horseman piden ilustradores que tienen que cobrar a fin de mes y porque las estupendas actrices que hacen cositas lésbicas en Orange is the new black para que te puedas hacer una gayola en tu deprimente sofá tienen que sufragarse el pisito en California. Calla y paga. Paga Netflix. Paga Filmin. Paga Spotify y deja de compartirlos como cuando pides un variado de frutos secos en el bar para matar el hambre de la noche. Calla y paga, porque Netflix te ha permitido que te olvides de lo aburrido que eres y de que necesitas hasta cinco plataformas para tener tema de conversación

De hecho, ya que estamos, agradece a Netflix que haya internacionalizado su negocio de producción por todo el mundo y, una vez hecho eso, reza para que algún día tenga sede en Catalunya y así por fin podamos ver ficción en catalán sin que nos caiga la cara de vergüenza. No molestes más a la gente que hace cosas. Agradéceselo y haz lo posible para que puedan continuar su trabajo. Calla y paga. Pero, sobre todo, calla.