Frente al ataque del trumpismo y de sus aliados europeos de extrema derecha contra los valores y el proyecto de la Unión Europea (UE) es preciso analizar qué puede hacer la propia UE frente a este ataque.
Saber quiénes somos
La primera cuestión esencial es saber quiénes somos y quiénes son nuestros enemigos. Y nuestro enemigo es el autoritarismo del trumpismo MAGA desde los EE. UU. y sus aliados de la extrema derecha europea, incluyendo en este bando al mismo Putin, que apoya a los gobiernos húngaro y eslovaco y que apoyó Trump en las elecciones presidenciales de 2016 y 2020. Y nuestros valores, contra los que desde Washington y Moscú combaten, son las libertades democráticas, la democracia, el estado del bienestar y el imperio de la ley, en su doble protección de sociedad de derecho y de convivencia regulada, que mediante la ley garantiza, en la producción y distribución de bienes y servicios y en la vida social y económica, los derechos laborales, la igualdad de géneros, los valores ambientales y de la salud humana y animal. Una regulación que, sin embargo, no puede desechar cierta desburocratización en lo que se refiere a las pymes.
Autonomía industrial
La UE debe ampliar su base industrial, creando fondos de financiación comunes mediante la emisión de deuda común (eurobonos) para sectores estratégicos (microchips, baterías, energía verde…) que eviten que cada cual compita por su lado, lo que fragmentaría el mercado único. Es necesario también dirigir el ahorro europeo a la inversión en Europa, reduciendo la dependencia de los gigantes financieros de Wall Street.
Autonomía estratégica
Europa debe romper con la trampa del 3,5 o del 5% del PIB para la defensa, que solo perpetúa su dependencia de los EE. UU. y de las compras de productos de defensa a los EE. UU. y reduce la protección social del estado de bienestar europeo. Es necesario dar el paso hacia la política común de defensa, que mutualice ejércitos y sistemas de protección civil, priorizando en progresión geométrica las compras a la industria europea y fomentando la colaboración en defensa con los Estados del Espacio Económico Europeo, Reino Unido, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, en el horizonte de un único polo dentro de la OTAN que incluso pueda superar esta estructura en el futuro.
Una única política de defensa europea superará de una vez por todas esta dinámica del 3,5%-5% del PIB. Mutualizar la defensa permitirá ponderar adecuadamente los recursos europeos que es necesario destinar a este fin, en beneficio del mantenimiento y potenciación del estado de bienestar y del perjuicio de los intereses del trumpismo de extraer los recursos europeos y separar el proyecto europeo.
Autonomía energética
El elevado coste de la energía en Europa respecto de los EE. UU. es una amenaza directa para el estado del bienestar por el efecto inflación y por su efecto en la falta de viabilidad de las industrias. Es preciso reducir la dependencia del gas licuado estadounidense mediante la apuesta por las energías renovables y las compras conjuntas de energía, usando el peso del bloque para negociar precios más justos en el mercado internacional.
Pero esa apuesta por las renovables debe impedir el sacrificio de los territorios periféricos, que vean desde Bruselas como ven desde Madrid determinados territorios como “minas” de energía. La Europa de los valores y del bienestar exige compensar directa y justamente a las colectividades locales por la riqueza generada en su entorno. El interés público superior de la producción de energía renovable debe ceder frente a las zonas de alto valor agrario, pesquero, paisajístico o ecológico, y el autoconsumo industrial y las cooperativas energéticas locales deben preferirse a los macroparques.
Soberanía tecnológica y digital
Europa debe dejar de ser un simple consumidor de plataformas de Silicon Valley. Frente a los atrasos y dudas del ómnibus digital, ahora en trámite en el Parlamento Europeo, es necesario fomentar la “nube” europea y proteger la privacidad de los datos de los ciudadanos, que son la base de la nueva economía, desarrollando una IA basada en valores éticos europeos que no replique los modelos de precariedad laboral o desinformación que llegan de fuera.
Si Europa depende de EE. UU. o de Mercosur para comer, no es autónoma
Defensa del modelo social y de bienestar
El estado de bienestar es lo que diferencia a Europa de EE. UU. Para protegerlo es necesario ahondar en estándares mínimos de protección (salarios mínimos, acceso a la sanidad, igualdad de géneros) que eviten una carrera hacia el fondo en derechos laborales, para ganar competitividad y liderar la lucha contra la evasión fiscal de las grandes tecnológicas (mayoritariamente estadounidenses) para asegurar que las empresas que ganan dinero en Europa contribuyan al sostenimiento de los servicios públicos.
Blindar el sector primario
La soberanía alimentaria es una pata fundamental de la autonomía estratégica. Si Europa depende de EE. UU. o de Mercosur para comer, no es autónoma. Cualquier producto importado debe cumplir exactamente las mismas exigencias ambientales y laborales que se les piden a nuestros agricultores y marineros para evitar competencia desleal. La PAC (Política Agraria Común) no solo debe subvencionar la producción, sino que debe compensar de forma justa a las personas agricultoras por cuidar el ecosistema y fijar población, reconociéndolos como guardianes de la soberanía territorial, y que el despliegue de la eólica marina no se haga sobre caladeros tradicionales, priorizando los intereses de las comunidades pesqueras.
Quedan pendientes para otro análisis las reformas institucionales, entre ellas la potenciación de la participación en la gobernanza europea de las naciones sin Estado como Catalunya, Euskadi y Galicia, así como las regiones con autonomía política y la reducción del poder de los Estados en la UE.