Lo mejor que le puede pasar a un político es recibir un regalo inesperado de su máximo oponente. Así ha ocurrido con el obsequio de Alberto Núñez Feijóo a Pedro Sánchez para desencallar la renovación del CGPJ mediante un mediador perteneciente a la Comisión Europea. Los líderes del PSOE y del PP se reunieron finalmente para comunicar a los españoles que solo compartían una única propuesta: reformular el artículo 49 de la Constitución para sustituir el término disminuido por la expresión persona con discapacidad (no vaya a ser que alguien se atreva a pensar que existen plantas, animales o incluso objetos que sufran de algún impedimento físico-mental). Pero Feijóo sorprendió a tutti quanti con la brillante idea de apelar a la figura del mediador para desembrollar el vodevil del Consejo. Dicen que Sánchez aceptó la idea al acto y, añadiría yo, lo debió hacer descojonándose internamente de risa.

Al presidente español le da exactamente igual que la figura en cuestión acabe siendo el comisario de Justicia europeo, Didier Reynders (quien ya había dado un toque a los políticos españoles para que desbloquearan la renovación del pastel judicial), o que el agraciado sea el mismo Santo Padre. Porque por mucho que Feijóo haga todos los esfuerzos del mundo a la hora de diferenciar una mediación presidida por un verificador de la instancia más alta del gobierno continental, contrastándola con quien la derecha llama "un mediador salvadoreño especializado en bandas armadas", el presidente del PP ha comprado el marco mental de Sánchez; a saber, la apelación a un órgano exterior para resolver asuntos de política interna española. El pobre Feijóo ha exprimido toda su (escasa) retórica para justificar el pacto, aduciendo que la Comisión es "una institución española a la que hemos transferido buena parte de nuestra soberanía".

Ciertamente, uno acaba pensando que los asesores de Feijóo tienen una inteligencia parecida (escasísima, vaya) y han asistido a las mismas universidades que los spin doctors de los líderes del procés. Primero, porque mientras el líder del PP reclama a Sánchez más soberanía española a la hora de combatir el independentismo, él mismo parece cederla a un órgano en el que el Estado tiene una presencia colegiada. Por otra parte, la tarea de Reynders o del mediador que corresponda solo podrá ser la de aconsejar al bipartidismo español que haga el puto favor de escoger a los jueces vacantes que faltan en el Consejo y dejen de tocar los huevos. De hecho, la cosa es tan risible que el reparto de las poltronas en cuestión ya está hecha: lo pactaron Félix Bolaños (antes de ser superministro) y Esteban González Pons. En tal caso, el papel del mediador consistirá en aparecer en la rueda de prensa y pagar las croquetas.

Mientras el líder del PP reclama a Sánchez más soberanía española a la hora de combatir el independentismo, él mismo parece cederla a un órgano en el que el Estado tiene una presencia colegiada

Por todo eso, Feijóo podrá presumir de haber seducido a Europa con su brillante idea de mediación, pero Sánchez recogerá todo el caudal político del desenlace. Presentará a los nuevos jueces, reforzará la idea de presencias externas en las negociaciones entre partidos españoles y, en definitiva, se seguirá haciendo fotos con la mayoría de los líderes europeos, mientras que Feijóo solo tendrá el premio a la fontanería del acuerdo. Que la derecha española caiga en esta trampa de primero de Maquiavelo resulta muy risible. Todavía lo será más ver como Sánchez sigue sobreviviendo a través de un plan de descentralización de competencias estatales que Junqueras había imaginado solo para Catalunya, pero que —como pasa siempre— acabarán incluso abrazando los barones del PP, unos opositores gallardamente ardides del líder del PSOE que le besarán los pies cuando les regale traspasos de Cercanías y más autonomía fiscal.

Evidentemente, todo lo que podrá hacer la política catalana es contemplar esta nueva fortificación del bipartidismo desde la absoluta servidumbre al PSOE. Este es un aviso de la única dinámica que podrá verse en la próxima década funesta en nuestro país. Somos espectadores de un reparto donde no tenemos ningún tipo de voz; pero habrá que tener cintura porque, por muchos esfuerzos que ponga el superviviente Sánchez y por mucho que la derecha más radical se manifieste de forma cada vez más violenta y patética, España empieza un proceso donde los partidos grandes recuperarán la hegemonía, pero en que el estado se hará más pequeño. Ello favorecerá a las nuevas generaciones de independentistas cuando llegue el momento de recuperar el impulso y la mayoría de nuestros actuales representantes ya formen parte de un pasado notoriamente olvidable.

Hoy por hoy, solo nos queda rebañar bien el plato y coger fuerzas. Pasad buenas fiestas, queridos lectores. Si todavía no tenéis claro el regalo, ya lo sabéis: un mediador siempre acaba cayendo bien.