Toda esta indignación con Fernández Díaz es muy de ver la tele en zapatillas. A partir de los 18 años no deberíamos creer en los regalos ni en las casualidades, especialmente si se trata de política. Cuando te haces mayor, las teorías morales sobre las causas de los hechos tienen que pasar a tener menos importancia que sus consecuencias concretas. Es importante aprender a reaccionar siguiendo el instinto, sin esperar que venga el Santo Padre a bendecir a cada paso nuestras decisiones.

Las conversaciones de Fernández Díaz no aportan nada que no se supiera en Barcelona. Si me dieran un euro por cada vez que me dijeron que Pedralbes pondria Gordó de candidato en CDC, este verano haría un buen viaje. Los diputados y cargos independentistas hace tiempo que llevan dos móviles para tratar de despistar a la policía. Tanto mirar House of Cards y Torrente y a la hora de la verdad parece que queramos olvidar que la realidad supera la ficción para no tener que afrontarla. 

Las conversaciones del ministro no necesariamente perjudican al PP, como mucha gente se piensa. El PP hace tiempo que ha renunciado a Catalunya y que se hace fuerte en Madrid y en las dos Castillas, entre vacas y alcachofas. A corto plazo, el escándalo perjudica a Podemos, porque aspira a hacer el sorpasso al PSOE con los votos de Catalunya. Ahora bien, si CDC y ERC pican el anzuelo como dos merluzas hambrientas, en último término el perjudicado será el independentismo. 

A Fernández Díaz los unionistas le acabarán haciendo un monumento de aquellos que se hacen a los mártires de la patria. Sus conversaciones han sido filtradas en el mejor momento. Vistas la reacciones han dado aire al processismo, justo cuando empezaba a asfixiarse por la presión que Podemos puso al Estado reivindicando el Referéndum. Si el partido de Pablo Iglesias pierde votos en Catalunya, hay más posibilidades que el PSOE le pase por delante y que, entonces, el status quo pueda imponer su agenda y matar dos pájaros de un tiro. 

Si vieron el debate de TVE, recordarán la cara de marginado que hacía Iglesias y, con qué gusto le atizaron el PSOE y Ciudadanos. En politica todo es posible menos lo que es imposible y el estado siempre tratará de hacer completamente imposible la celebración de un referéndum. Ahora, con la publicación de estas conversaciones, parece que la misma arbitrariedad que sirvió para asustar a CDC y ERC antes del 9N, se quiera aprovechar para dar una pequeña ayuda electoral al independentismo a cambio de que no vuelva a poner el cuerno allí donde el Estado es impotente. 

Yo, si alguna conclusión saco del caso Fernández Díaz, es que no es factible montar estructuras de Estado dentro del Estado español. No voy a preguntar por qué el presidente Mas nombró a un españolista de cinco jotas como director de la oficina antifraude. Tampoco entendí que en el 2010 pusiera en la Conselleria de Justicia la magistrada que había perseguido a los organizadores de las consultas de Arenys de Munt. Seguro que eran estrategias sofisticadísimas, pero no han funcionado. La lección és que un estercolero se tiene que saltar, no se puede atravesar nadando o de paseo, porque por el camino te mueres intoxicado por los vapores que desprende la mierda. 

En el artículo de ayer traté de explicar que la arbitrariedad y el matonismo intelectual que Ignacio Sánchez-Cuenca ve en la prensa española no se puede entender sin la violencia política de base que ha permitido articular el estado. Toda prosa, igual que toda acción política, expresa una manera de estar en el mundo y, por lo tanto, favorece a un sistema de poder. De la misma manera que los articulistas jóvenes más famosos de Madrid escriben como si fueran viejos para hacerse respetar, en Barcelona, muchos columnistas y políticos provectos han vivido el proceso como una segunda adolescencia. 

La dialéctica viciosa entre la brutalidad española y la superioridad moral catalana es uno de los grandes cohesionadores de España. Esta dialéctica perdió el punto de equilibrio gracias a la consulta de Arenys, y Podemos le sacó provecho cuando el independentismo abandonó el Referéndum para poder mantener la comedia de las sonrisas. Ahora toda reacción política de CDC y ERC que ayude al Estado a restablecer este equilibrio perverso es un error. Mientras el independentismo prefiera rascar cuatro votos a Pablo Iglesias en lugar de ir al grano, daremos vueltas en la pecera creiendo que avanzamos. 

Es indiferente que Iglesias tenga o no intención de hacer un Referéndum. La gracia es que, mientras Podemos lo promete para asaltar el cielo, pone mucho más fácil convocarlo a las instituciones catalanas. Lo políticos independentistas tienen que aprender a pensar diferente, o acabarán igual que Mas y que algunos columnistas del proceso, desprestagiados y enfadados con el mundo de tanto tener razón. Si la portería está vacía y en vez de chutar nos enredamos en el área, aunque sea por algún tipo de trauma infantil o de colapso psicológico, es culpa nuestra, no de Fernández Díaz. A ver si lo entendemos.