“La ley debe ser como la muerte, que no exceptúa a nadie.”
Montesquieu

Son como titanes luchando contra los dioses del Olimpo. Los abogados, denodadamente volcados en el derecho de defensa y con la intención de que las armas procesales les permitan convertirlo en un fallo favorable. Es su trabajo y su deber constitucional y yo les admiro por realizarlo. Por eso en Francia los llamanles ténors du barreau, las prima donna del foro, aunque no tenemos por qué dejar que sus gloriosos y constitucionales cantos nos hagan perder la razón. No somos Ulises, sino ciudadanos.

Es un poco lo que le ha sucedido al gran Martell, tenor reconocido, enredado en defender un caso si no imposible, dificilísimo. El caso Alves es un caso paradigma, y también lo ha sido en este último intento de conseguir la libertad a cambio de medidas de seguridad que complicaran la fuga. Era muy difícil que un tribunal aceptara ese relato y es que es muy diferente el ejercicio del derecho de defensa, mediante el establecimiento de un relato favorable, y la realidad.

Que el riesgo de fuga del futbolista es elevado no precisa de grandes honduras. No obstante, el tribunal las especifica, como podría enumerarlas cualquier persona con dos dedos de frente que estudiara el asunto ayuno de pasiones. Explican los magistrados que existen severos indicios de criminalidad. Una frase definitoria y muy importante, porque nos muestra que aunque la presunción de inocencia opere hasta la condena firme, existen elementos probatorios que la van enervando, tanto jurídicamente como en términos de racionalidad. No se trata solo de una versión cinco veces enmendada por el acusado frente a la versión de la víctima, sino de todo el cúmulo de prueba que reafirma una postura y no la contraria. Esto les servirá para cualquier juicio en marcha. Los abogados titánicamente emprenderán la defensa y eso honra su papel constitucional, pero eso no les obliga a ustedes a enturbiar su juicio respecto a lo que la razón apunta y que, sin dudarlo, acabará conformando el criterio del tribunal. No se trata sólo de lo que se declare, sino de que si lo que se declara es remachado por el resto de la prueba. Blanco y en botella.

Por mucho que veamos a los abogados de tronío dar el do de pecho por sus clientes, no debemos confundir nuestros juicios ciudadanos y mucho menos tomar decisiones equivocadas o crearnos criterios disfuncionales

Dice este auto que, desde luego, el riesgo de fuga de Alves es indudable. Más allá del intento de su tenor de establecer dudas sobre el consentimiento —que si la lubricación, que si la cámara... uno se agarra a lo que puede— lo cierto es que es palmario que es un riesgo para el buen fin del proceso dejarlo en libertad y un privilegio que a ningún extranjero de un país que no extradita nacionales le sería concedido con los indicios existentes. Está empadronado y tiene una casa, pero como profesional de élite vive aquí o allá, le es indiferente, y tiene en Brasil padres, hijos y hermanos. Es más, sólo su mujer le ata a España, con la valoración que eso merezca al analizar los indicios. Tiene Alves hasta 15 sociedades en Brasil, todas creadas recientemente. Su “músculo económico” en expresión eufemística de su defensor —está podrido de pasta— le permitiría salir de Europa por mar o por aire sin que nadie se enterara. Y es sabido que Brasil no extradita a sus nacionales, por mandato constitucional, con lo que le bastaría con alcanzar su país aún sin pasaporte para evitar el juicio en el que se juega de 4 a 12 años. Lo han visto así los magistrados y era obvio antes de que se pronunciaran.

Así que por mucho que haya contratado lo que en Francia llaman un “ténor du barreau”, lo tiene muy complicado. Y es que por mucho que veamos a los abogados de tronío dar el do de pecho por sus clientes —que es su necesario trabajo y la gloria de sus emolumentos— no debemos confundir nuestros juicios ciudadanos y mucho menos tomar decisiones equivocadas o crearnos criterios disfuncionales. Todo eso sucede en una sala de vistas, sometido a las reglas de un proceso contradictorio y a los derechos fundamentales consagrados, pero no tiene por qué ser la referencia en espacios informativos o políticos.

Por eso no entiendo a veces que los medios de comunicación se regodeen en los planteamientos de la defensa de Alves —en los más morbosos: en si las mujeres lubrican sólo cuando consienten, en si tiene que haber mucosas heridas para que haya violación— cuando es obvio que Martell está haciendo lo que puede, que no es mucho. Lo suyo suelen ser las conformidades, aunque en este caso parece claro que la voluntad de la violada es la de llegar hasta las últimas consecuencias. No me gusta que haya renunciado a su derecho a una indemnización, pero lo cierto es que ha mandado el mensaje firme de que en su caso una billetada no va a tapar el delito ni va a evitar el castigo.

En el caso de Alves hay que felicitar a los jueces, a los policías y a los fiscales. Fíjense que no es común que los acusados de agresiones sexuales esperen su juicio en prisión, mucho más fácil es encontrarlos en libertad hasta el final. No tengo que irme más lejos que al caso de la llamada Manada, cuyos integrantes no fueron ingresados hasta que hubo sentencia firme del Tribunal Supremo. Eso es lo más común en nuestro país. Con Alves la cosa se complicaba porque la justicia no puede permitirse que se le vaya de rositas, como ya hizo el jugador del Milan Robson de Souza, conocido popularmente como Robinho, condenado a nueve años de prisión por la violación en grupo de una joven albanesa en Milán, en el año 2013. Aún siguen los italianos esperando a que lo entregue Brasil.

Los esfuerzos de los abogados son titánicos, porque muchas veces tienen que luchar contra cargas probatorias que prácticamente excluyen la absolución. Así que tiran de lo que pueden. Defectos procesales o atenuantes o vulneraciones de derechos o cualquier otra cuestión jurídica que están en todo su derecho de plantear. Ahora bien, la razón tiene razones que el procedimiento dilata. Hay ocasiones en las que mientras la justicia hace su trabajo, la nuestra ya tiene muy claro qué es lo que ha sucedido. No debemos culparnos por ello, porque la tarea de los abogados es una y la de los periodistas o los partidos políticos o los ciudadanos formándose criterio es otra.

Hay ocasiones en las que la justicia, desgraciadamente, se vuelca extrañamente por motivos ajenos al derecho y otras ocasiones, la mayoría, en las que lo que parece es lo que es y termina siendo lo que finalmente fallarán los jueces. Distinguir una cosa de la otra es importante, sobre todo si tienes que tomar decisiones de futuro.

Hay veces que por mucho músculo defensivo y económico que tengas, las evidencias y las pruebas lo ponen todo en su lugar.