El Ajuntament de Figueres se quejó hace unos días de que, durante la celebración del Día de las Fuerzas Armadas en el castillo de Sant Ferran, se vieron imágenes de niños vestidos de militares y manejando armas.

El ministro de Defensa español, Pedro Morenés, de visita días después a Catalunya, ha aprovechado para criticar las críticas. Entendiendo que la presencia de militares “algunas veces genera sentimientos encontrados”, ha defendido la performance argumentando: 1/ que le parece bien “que los niños entiendan desde el principio que la democracia, la justicia y la paz tienen un precio, que hace falta defender y pagar este precio, y que este precio pasa por aquellas vocaciones, que también tienen los niños, de dar la vida por la defensa de estos ideales”, 2/ que “los niños tienen que saber que la libertad tiene un precio, que la democracia tiene un precio y que hay que defenderlas, y alguna vez con la propia vida, y estos que la defienden con la propia vida son aquellos que llevan uniforme y han jurado hacerlo” y 3/ que “los ciudadanos tienen que dar las gracias cada día” a los militares “por ejercer una vocación que requiere entregar su vida en defensa de los derechos de los otros”.

Como todo el mundo tiene un mal día (o un mal siglo), podríamos despachar la cosa con un pim-pam rápido diciendo que, puestos a dar gracias cada día a alguien, no le habría costado nada al ministro añadir a su lista a médicos, enfermeras, personal sanitario, profesionales que atienden personas mayores y niños enfermos y personas que salvan vidas en general.

El problema es que sea precisamente Morenés quien excrete estos argumentos, merece entretenerse un poquito más.

Naturalmente que hay militares defendiendo los derechos de los otros, como otros, aprovechando que están en la reserva y no pueden recibir ninguna sanción, amenazan o defienden en público acciones armadas en Catalunya contra civiles en según qué posibles escenarios. Una actitud que, efectivamente es muy democrática, justa y llena de paz y por la cual tendríamos que dar gracias no sólo cada día sino unas cuantas veces.

Naturalmente que hay militares defendiendo los derechos de los otros, como los hay que los defienden tan fuerte que dan golpes de estado e instauran regímenes dictatoriales. O aplastan revueltas democráticas, o invaden territorios vecinos en nombre de pretendidas soberanías.

Y, ¿por qué afirmo eso de “que sea precisamente Morenés”? Bien, le pongo algún pequeño ejemplo escogido al azar. Vamos al octubre de 2012. El actual ministro en funciones defendía en una entrevista en la Cadena SER que España vendiera armas a países que no cumplían la ley española de prohibición de exportación de armamento “en zonas o Estados donde puedan ser utilizadas para la represión interna o la violación de los derechos humanos”. Y, ¿por qué lo defendía? Porque “nada es perfecto en política y en el mundo, pero si se tiende a que las cosas mejoren, es bastante admisible”. Vaya, que la vida es dura y pagando, San Pedro te canta un catálogo de armas que no te lo acabas y saltándose la propia ley española al respecto. Un ejemplo muy bonito que, lamentablemente, no explicaron a los niños de Figueres, cosa que habría sido un detalle entrañable...

- Niiiiiiiiños, ¿veis estas armas?

- ¡¡¡Siiií!!!

- Pues España se pasa la ley por la culata y las vende a Arabia Saudí, Bahréin (dónde la represión de la primavera árabe causó decenas de muertos), Egipto, Ghana (país que, según algunos expertos revende el material a países vecinos en conflicto) o Pakistán.

- ¡Braaaaaaavo!

Bien, pero un servidor podría haber puesto otros ejemplos protagonizados por el señor Morenés. Como uno de julio de 2012, cuando defendió la venta de armamento a Venezuela porque “Hugo Chávez es un gran amigo de España”. U otro de 2005, cuando todavía no era ministro y fichó por una empresa que fabricaba bombas de fragmentación, prohibidas en muchos países del mundo, para venderlas a la Libia de Gaddafi, que las usó contra la población civil. O para no alargarme más, un último ejemplo de septiembre de 2015, cuando supimos que el ministerio de Defensa del señor Morenés había ocultado 23 compras de material bélico a la ya mencionada empresa donde, casualmente, había estado trabajando el señor Morenés antes de ser ministro. ¿Ilegal? No. ¿Feo? Bien, si lo escondes es que no quieres que se sepa. Y si no quieres que se sepa... ¿verdad?

En resumen, que Morenés tuvo un día del revés. Y dio un traspiés.