Recientemente fallecido, Joaquín Varela Suanzes-Carpegna, de la ilustre escuela ovetense de Derecho Constitucional, dedicó su vida académica al estudio de la historia constitucional española y, por extensión, a la historia del constitucionalismo como movimiento preconizador de la existencia y preservación del pacto constitucional en el que se reconocen y garantizan los derechos y libertades del individuo libre.

Con el paso del tiempo, el constitucionalismo, y por ende las propias Constituciones, ha mutado. Se ha visto desbordado su decálogo de mínimos inicial por la dinámica del Estado que alumbró, y así de mero Estado liberal de Derecho ha acabado siendo, sobre todo en Europa, un Estado social y democrático, en pugna constante entre la libertad y la igualdad de las personas y entre el pluralismo político y algunos límites a las ideas. En este último sentido, a su vez, Europa ha sido cuna de movimientos nacionalistas que, con una historia más o menos larga en el tiempo, vienen a desdecir la propia integridad de esos Estados constitucionales apoyados en naciones con una cierta artificiosidad en su construcción.

Esos temas, en particular a raíz de los acontecimientos producidos en Catalunya en la última década, preocuparon al profesor Varela hasta el punto de haber realizado también contribuciones de análisis político en la prensa escrita. En ellas traduce al lenguaje de la calle no solo su vasta cultura y su talante de constitucionalista progresista, sino las contribuciones académicas de algunos de sus colegas de la Facultad, como es el caso de José Luis Requejo, que en su libro El sueño constitucional ya se había planteado el quebranto que suponía para el sueño de una Europa unida en una sola identidad el hecho de que los viejos estado-nación se vieran desgastados por la recurrencia de esos nacionalismos sin Estado que ni acababan de superarlo ni en muchos casos conseguían su propia estructura estatal.

Su crítica al proceso independentista catalán adquiere el tono constructivo del que adolecen los críticos políticos del “procés”

La preocupación de Varela le llevaba a reivindicar la defensa de la Constitución de un modo original y propio, que no desdeñaba en absoluto su eventual reforma, entre otras cosas para plasmar el modo en que el Estado de las autonomías ha ido adquiriendo (al menos hasta hace poco) tintes federalizantes que deberían quedar explícitos en la norma suprema. Varela hablaba a ese respecto, no del patriotismo constitucional que utiliza vergonzantemente España para ocultar su propio nacionalismo, sino como el modo de entender compatible la adhesión a una carcasa institucional y a un ordenamiento jurídico trufado de libertades civiles y sociales, por una parte, mientras por otra se configura como cemento y refugio de sentimientos nacionales diversos, de identidades que yo me atrevería a añadir concéntricas, desde la más próxima hasta la europea.

Su crítica, que la hizo, al proceso independentista catalán, adquiere así el tono constructivo del que adolecen los críticos políticos del “procés”, aquejados del mismo mal que pretenden combatir. En su idea, que hago mía, fenómenos como el catalanismo político no solo no han muerto (algunos lo afirman para seguir alimentando la barricada que los hace sobrevivir), sino que es la única salida posible al reconocimiento mutuo, al respeto institucional, a la unión desde la libertad y, por todo ello, a la prosperidad de la gente.