Dos duelos se libraban en Europa, más allá del hecho de que la hegemonía de socialistas y populares se haya acabado, que es del todo irrelevante si tiene que ser completada con los eurodiputados liberales. El duelo al sol tiene una vertiente macro y otra micro, si se pueden utilizar terminologías de este tipo para combates que, en todo caso, tienen efectos importantes sobre nuestras vidas.

A nivel macro, asistimos a un duelo entre Europa y ella misma. Europa lucha por crecer en poder y cohesión frente a los estados, pero estos se resisten. Más que hablar de eurofobia (como la explicitada por candidatos como Nigel Farage) o de euroescepticismo (el de partidos que justamente por eso ni se presentan, como la CUP), se tiene que hablar del, quizás último, avivamiento de los estados que se resisten a ver morir su soberanía, aunque sea el movimiento necesario para conseguir la definitiva federalización de Europa.

Sin embargo, en estas elecciones también se libraba otro duelo, casi tan épico como el anterior, y mucho más local, que es el que enfrenta al independentismo y el unionismo. Con la moderación del discurso de ERC que ha propiciado Junqueras desde la prisión, arrinconando a JxCat (que se ha dejado) en la radicalidad, los republicanos han ganado plazas municipales importantes, pero han perdido ante Puigdemont en el voto directo en Europa. Era potente el mensaje que solamente así todos los eurodiputados eran suyos, ha sido una eficaz reconversión del hecho de no poder ir en la coalición que querían. En todo caso, la imagen que queda, aunque las sumas siguen siendo escasas, es que el primer lugar de la carrera en Barcelona y en la Europa escogida desde Catalunya se la lleva una formación independentista. A pesar de su potente victoria, a Pedro Sánchez se le gira trabajo...