El comunismo de estado siempre ha tenido excusas para su deleznable gestión de la realidad y de los sueños: “Todo sería mejor si el sistema capitalista opresor no nos hiciera la vida imposible”; “es el tío Sam el que evita el éxito de un proyecto que, de otro modo, sería sin duda ganador”; “si el bloqueo no existiera, la productividad sería inmensa”, etc. Con esta cantinela, generaciones de seres humanos han sufrido humillaciones, vejaciones, escasez de recursos, falta de horizontes y esperanza, han muerto ellos, sus hijos y los hijos de sus hijos en una noche oscura donde nunca llegaba el sol en todos los países sobre los que extendió su manto el régimen soviético, hoy reformulado en formatos identitarios, supuestamente reivindicadores de los pueblos oprimidos por el colonialismo. Y eso por lo que se refiere a los nacionales del país que sea. En lo que atañe a los extranjeros, desde imposibilidades para llevar a cabo una exploración libre de los espacios en los que el estado ejerce su imperio hasta la posibilidad de que se les trate como a los nacionales sometidos a la represión, lo cierto es que ser de fuera en esos países solo puede traducirse, siempre de paso, en visitas idílicas de la mano del poder, o la nada.

Las fórmulas de democracia, siempre imperfecta, se van extendiendo por el mundo, arrinconando los modelos autoritarios, sobre todo cuando se trata de estados de pequeño tamaño

Desde los tiempos en los que la Nueva Trova Cubana, con autores inmensos como Silvio Rodríguez o Pablo Milanés al frente, compadreaban con Fidel Castro, llamando cobardes y traidores a todos los que desembarcaron en Miami, es sabido que Cuba es una dictadura muchísimo más de lo que lo fue el régimen franquista. Pero durante un tiempo se idealizó, porque era una dictadura de izquierdas. Incluso se obvió, en la fantasía de todos los pijos que acompañaban a todos los Pijoaparte de la Europa hija del 68, también incluidos los de aquí (luego reconvertidos en artistas de la ceja con Zapatero) que no era lo mismo vivir allí que mirar la isla desde la libertad. Pero para muestra basta un botón: mientras la emigración a Alemania o las visitas a los cines de Perpiñán eran recurrentes en la España del desarrollismo, de Cuba no se ha podido salir durante años, si no es arriesgando la vida; el teléfono solo es local (viví unas semanas en la Habana en 1995 en una casa del Malecón, y si los suministros de energía estaban asegurados, ni siquiera entonces era posible poner desde un entorno privado una conferencia con España o conseguir ver en televisión otra cosa que los discursos del “padrecito Fidel“). La prueba del algodón de la dictadura es justamente la libertad de circulación de sus nacionales en el exterior. Aquí era precaria. Allí no ha existido durante décadas.

Y a eso se añade la persecución implacable de homosexuales o transexuales, que han poblado sus cárceles desde la entrada del Che y Fidel, vestidos de militares, no se olvide, en La Habana que fue de Batista, compartiendo celdas con los dirigentes políticos disidentes, es difícil entender la defensa que hacen del sistema cubano desde ese Unidas Podemos que ha patrocinado la ley trans, si no es por el hecho de que en aquellos lares hayan encontrado más de una vez financiación para sus actividades. Laxa conciencia tiene la humanidad.

Pero todo acaba. Del mismo modo en que cada vez son más los estados que componen la sociedad internacional, indiciando así el principio del fin de una forma de organización política diluida en la irrelevancia por el tamaño minúsculo de cada uno de sus cada vez más numerosos integrantes, así también las fórmulas de democracia, siempre imperfecta, se van extendiendo por el mundo, arrinconando los modelos autoritarios, sobre todo cuando se trata de estados de pequeño tamaño. Ya queda menos, y estoy convencida de que sus dirigentes lo saben y que incluso contaban con todo lo sucedido estos días para dar el paso definitivo hacia la dirección más conveniente. La fascinante Cuba que, como suele suceder, ha estallado cuando el sustrato de la falta de libertades se riega con la gasolina de la escasez de alimentos y medicinas, será libre pronto. Libre como el combinado más famoso, bautizado así en su honor. Todo lo libre que un estado puede serlo en medio del ruido, la lucha por el poder y el mal.