Si es verdad que tendremos elecciones el 14 de febrero, estos meses de escalada y desescalada, pandemia y crisis pueden ser determinantes para su resultado. También el hecho de que la oferta política sea lo suficientemente amplia como para cubrir unas expectativas que se auguran muy diversas. Sin embargo, una duda planea sobre todo ello, y es si en la decisión pesará mayoritariamente el elemento social o el identitario, aunque ya comienza a circular el sempiterno y confuso mensaje de que con más dinero (el dinero que nos deben) la gestión catalana de la crisis sería ideal. Falacias al margen, sabemos que son esos los dos ejes que han hecho tradicionalmente más complejo el abanico electoral en Catalunya que en el resto de España. Aquí no es suficiente con autocalificarse de izquierdas o derechas, categorías que a pesar de todo y fundamentalmente desde que gobierna Podemos, tenemos claro que siguen existiendo, a despecho de aquellos que habían dicho que las ideologías murieron al ritmo marcado por Blair y Clinton.

En Catalunya además hay que definirse, lo quieran o no los interpelados, sobre la cantidad de sentimiento identitario o la esfera territorial en la que se mueven los intereses de cada partido. Y así hay izquierdas más o menos radicales, con componente independentista (las CUP), pragmático-independentista (concepto de nuevo cuño dedicado a una en apariencia nueva ERC), ambivalente al peso (Comunes), catalanista (pero de obediencia estatal, el PSC). Y se acabó. En la derecha, en cambio, el escenario se mueve en otro rango, pues los partidos de derechas transitan entre el independentismo tibio del PDeCAT y el nacionalismo soberanista del PNC y hacia los partidos con obediencia estatal que se definen solamente desde la perspectiva española. Junts per Catalunya no sabemos si está más cerca de las CUP o de los republicanos, aunque un cierto tufo carlista sí que tiene su mensaje en boca de Torra o Puigdemont, y en el centro hay un espacio vacío que parece condenado a generar una enorme abstención, porque Ciudadanos ha errado palmariamente el tiro y la intención, al querer ejercer desde el inicio como partido oportunista que hace la competencia al PP y luego a Vox.

¿Qué primará el personal? ¿Serán unas elecciones plebiscitarias o buscará la legión de la desesperanza alguna solución práctica a sus problemas en el programa de los partidos políticos?

Visto el panorama, ¿qué primará el personal? ¿Serán éstas unas elecciones plebiscitarias o, por el contrario, buscará la legión de la desesperanza alguna solución práctica a sus problemas en el programa de los partidos políticos? Si es que alguien se mira el programa, si es que alguien cree que los partidos vayan necesariamente a cumplir con él. Si es que acertamos a separar razón y emoción.

En todo caso, ¿dónde queda escondido el partido político liberal conservador que pueda reivindicar mejoras en el autogobierno sin renunciar a la mejora del todo español, sin advertir a cada paso que está en lo común un rato para más tarde o más temprano pretender marcharse, y sin patear Catalunya para obtener votos en otro lugar de España? Dónde está, pero, sobre todo, dónde están quienes, sabedores de que esa es la única solución, siguen pensando que su problema es de otros y que esos otros han de pagar la fiesta. No están, aunque se les espera. Catalunya ha sido, está siendo y no parece que vaya a dejar de ser algo cobarde. ¿O no?