Decía el erudito monje de Montserrat, Hilari Raguer, que la Iglesia Catalana estaba en deuda con Lluís Companys. Padre Hilari no dudó en salir repetidamente en defensa del president Companys ante las calumnias que afirmaban que el Govern que presidía permaneció impasible ante el alud de asesinatos de religiosos que las partidas de incontrolados perpetraron tan pronto como fracasó el golpe de estado franquista en Barcelona aquel julio de 1936.

Hasta una veintena de monjes de Montserrat fueron vilmente cazados como conejos durante aquella cobarde borrachera de sangre revolucionaria. Siete de ellos al ser descubiertos en el piso que la comunidad poseía en la ronda de Sant Pere de Barcelona. Era agosto de 1936 y el Govern de Catalunya se veía desbordado por el poder de los militantes de la CNT de Durruti y Garcia Oliver que, armados hasta los dientes, superaban en número a las fuerzas de orden público leales a Companys.

El Govern de Companys (con Ventura i Gassol al frente) respondió inmediatamente al llamamiento del Abad Marcet para salvaguardar el Monasterio. Y así fue, tan efectiva fue la protección que cuando la comunidad volvió, el misal seguía en el altar abierto por la misma y última página abierta.

Lo que no pudo evitar el Govern catalán fue aquella cacería de sotanas que acabó inclementemente y de una tacada con la vida de aquellos monjes (y tantos otros) que cayeron bajo el yugo rabioso de unos pretendidos revolucionarios que denigraron como nadie la causa de la República con sus atrocidades.

Es hora que la Iglesia Catalana reconozca con claridad y sin ambages la actitud vital de Companysy el conjunto de su Govern saliend al paso de todas las injurias, dudas y cuentos que se han dicho y se siguen diciendo 

Hoy, sin embargo, todavía es hora que la Iglesia Catalana reconozca con claridad y sin ambages la actitud vital de Companys y el conjunto de su Govern saliendo al paso de todas las injurias, dudas y cuentos que se han dicho y se siguen diciendo sobre el papel del president Companys en este vergonzoso episodio.

Montserrat ya era entonces, ha sido y es un símbolo nacional y un icono del catalanismo. Es hora —después de tantos años— que Montserrat lidere este reconocimiento que demandaba el Padre Hilari, que lo haga ante el país y la Iglesia, paso necesario para recuperar el buen nombre y oficio del president Companys y para desautorizar de todas todas toda la literatura ignominiosa que ha pretendido atribuir a Companys la responsabilidad criminal de aquella borrachera de sangre y no solo por omisión sino también por acción.

La comunidad benedictina está a las puertas de celebrar el Milenio, un momento inmejorable para que Padre Abat Manel Gasch —digno sucesor de tantos abades que lo han precedido y que tanto se han significado en la defensa del país y su cultura— dé un paso adelante con un acto público de justicia y reparación histórica reconociendo el activo papel del president Companys para salvar incontables vidas de religiosos y parar aquella locura que acabó con la vida de tantos.

Si Montserrat hiciera este gesto, permitiría una justa reconciliación con un pasado y disipar todas las dudas que se han querido sembrar sobre un president que murió a manos de los mismos verdugos que asesinaron al católico Carrasco i Formiguera, prohombre del país que siempre, siempre, siempre apoyó a la legislación social de Companys que, en el fondo, era también la verdadera doctrina social de la Iglesia.