No es un mal país para ir, ciertamente. Tienen como único idioma oficial el catalán, no hay monarquía y tampoco ejército y las montañas son maravillosas. Así, de entrada, suena bien. Lo jodido viene cuando te dejan  viajar al país del Pirineo desde la otra punta de Catalunya, pero no puedes ir a la comarca de al lado, cosa que a veces puede querer decir, simplemente, cruzar el río. Pero, claro, la gente de secano eso no lo tiene presente. Por lo tanto, si me paran con el coche, puedo decir: "No, mire, agente, es que voy a Andorra, ¿sabe?". Esto, a los Pujol y Ferrussola les debe ir de cine, pero a los demás, no sé yo. O sea, que, si lo hemos entendido bien, yo hoy puedo subir toda la C-12 hasta el país vecino, pero si soy de Deltebre, no puedo cruzar el puente del río e ir a Sant Jaume d'Enveja. De verdad que a la injusticia global de las medidas se le suma el centralismo de quien las toma. Porque no, no es lo mismo vivir en el Barcelonès que en la Terra Alta y parece mentira que todavía tengamos que estar explicándolo a estas alturas de la película.

Y mientras la gente del sector artístico reclamamos a gritos un salvoconducto cultural —tanto aquellos que trabajamos, como el público que quiere vivirlo en directo— para que con una entrada adquirida te puedas desplazar, pues no sólo todavía no se nos ha concedido, si no que la decisión anunciada por el Govern es la de que se puede ir a Andorra. Literalmente, la prensa dice: "Movilidad libre entre Andorra y Catalunya, siempre que se respete del confinamiento comarcal. Los catalanes podemos ir a Andorra y los andorranos pueden venir aquí, pero una vez llegan a destino no podrán salir de la comarca". También informa de que "en las competiciones deportivas autorizadas, se permite la movilidad comarcal". Y mira que el deporte es salud y me encanta y he competido muchísimos años como jugadora de baloncesto, por lo tanto contenta por ellos, pero escuchas estas dos decisiones y en paralelo ves como se (mal)trata la cultura y es de una incoherencia tal que incluso hace de mal decir.

Puedo atravesar el país para ir a Andorra, pero si soy de Deltebre no puedo cruzar el puente del río e ir a Sant Jaume

¡Eh!, y no es que quiera que se iguale a la baja y que ellos pierdan estos derechos, ¿eh? Tiene su lógica que los andorranos puedan moverse hacia el Alt Urgell, pero no menos lógica que la gente del Delta pueda cruzar el Ebro, en coche, en barca o nadando. No sé si me explico. Simplemente que, puestos a igualar, pues que sea al alza y que hay haya excepciones permitidas en varios sectores y territorios, no sólo en algunos, porque entonces no se entiende nada. Lo que duele y fastidia a la gente no es tanto la medida en sí como la incongruencia que resulta al compararla con otras decisiones. Mi hermano, para poner un ejemplo, el fin de semana podría haber acompañado a su hijo a una competición deportiva. En cambio, no lo pudo llevar a mi concierto del sábado en Barcelona, a pesar de tener la entrada comprada de hace tiempo y eso, chicos, da rabia. Mucha. Y no sólo por ver la sala más vacía o por no tener el apoyo de los tuyos in situ, si no también porque la producción y el artista si se devuelven entradas perdemos (a menudo hasta la camisa) y el espectador se queda sin su alimento para el alma.

Por suerte, la fraternidad y comprensión de la gente no tiene límites. Personas que por el confinamiento comarcal no pudieron venir al concierto regalaron o vendieron su entrada a amigos y familiares. Otros, buscaron suplentes del Barcelonès que las pudieran aprovechar y cuando me notificaban que no podrían venir, al momento ya me daban los datos de quien asistiría en su nombre. La solidaridad de la gente es enorme, pero que nosotros, el pueblo y la cultura, tengamos recursos humanos para salir adelante, no justifica que se nos pueda maltratar. Que yo sepa encontrar soluciones no quiere decir que tú puedas estar metiéndome problemas uno detrás del otro. Que me río para no llorar y lloro para no renegar.

La cultura es esencial (sobre el papel, claro). La cultura remueve conciencias y despierta libertades, mira que eso no tenga algo que ver en esta debilidad para menospreciarla. Incluso, algunas personas asisten igualmente a conciertos y al teatro, a pesar de residir en otras comarcas. Es su manera de protestar: ¡vivir! Y no, no nos hace falta saber cómo se lo montan para venir, que si el Procicat no elabora actos de sus reuniones y no deja ningún registro sobre las deliberaciones de las restricciones en plena pandemia, nosotros tampoco tenemos por qué dar detalles de nuestra rebeldía. A ver si a quien le toque pone un poco de sensatez, que rectificar es de sabios. Mientras tanto, nos vemos en Andorra.