Prohibir un libro. Encarcelar a un cantante. Retirar una obra de arte. Perseguir una lengua. Juzgar una nariz de payaso. Condenar a un mecánico. Abrir expediente a un entrenador de fútbol por llevar un lazo amarillo. Todo forma parte de la estrategia del temor. Quieren que nos impongamos un marco mental individual y colectivo en el cual ya seamos nosotros mismos los que, acobardados, nos apliquemos la censura y así en parte les hagamos el trabajo sucio. La única manera de desactivar esta táctica del represor es demostrarles que el poder (y el temor) ha cambiado de bando. Por eso son tan importantes y necesarias, por ejemplo, iniciativas como la de todos los festivales de música catalanes de programar a Valtònyc, como la del Museu de Lleida de exponer la muestra de cuadros sobre presos políticos que Arco retiró, como la de los lectores comprando en masa Farinha o como la de Guardiola de seguir llevando el lazo amarillo en la solapa. Si reculamos, ellos ganan metros. Si nos mantenemos firmes y unidos, no sólo no perdemos terreno sino que avanzamos a fuerza de insistencia y valentía.

Tan poco caso que hacemos a veces a la cultura y acaba siendo lo que más molesta al poder y a quien más pronto ataca porque sabe que da espíritu crítico, hace pensar, otorga criterio propio, alimenta el pensamiento, abre los ojos. ¡Y dios me salve de que eso pasara! Ya lo decía Montserrat Roig: "La cultura es la opción política más revolucionaria a largo plazo". El Estado español quiere coartar la libertad de expresión, que nos apliquemos nosotros mismos la autocensura como con la 'Ley de Prensa e imprenta' aprobada por Fraga Iribarne en 1966, como ministro de Franco, y que, presentándose como supuestamente más aperturista porque eliminaba la figura del censor, lo que hacía era culpabilizar directamente a los responsables de la publicación. Tú mismo te atabas la mano a la espalda o te mordías la lengua. Y aquí paz y allí gloria.

El exabrupto que hizo al presidente Torrent la cúpula judicial del Estado español en Catalunya (que no es lo mismo que decir la cúpula judicial catalana) fue porque el presidente del Parlament denunció públicamente la represión. Al rey Felipe VI se le hace un plante generalizado precisamente por todo lo contrario, por avalar y bendecir esta represión. Diría que es muy diferente. Un besamanos, le dicen, porque en su marco mental todavía tenemos que rendirles pleitesía, como súbditos. Yo al Rey le haría venir a Catalunya con un tren de cercanías y verías tú como se le pasarían las ganas. Para ser más exactos, con uno regional de las Terres de l'Ebre. Todavía estaría ahí.

Si reculamos, ellos ganan metros. Si nos mantenemos firmes y unidos, no sólo no perdemos terreno sino que avanzamos a fuerza de insistencia y valentía

El tema es que la canción de Valtònyc molesta porque su letra es verdad y quizás es eso lo que escuece, la verdad. ¡A ver, qué culpa tenemos nosotros si 'Borbones' rima con 'ladrones'! ¡Y la cuestión no es si el lazo amarillo molesta o no, el foco se tiene que poner en por qué todavía tenemos que estar llevándolo! El simple hecho que haya debate ya demuestra que hay presos políticos. En los países donde no hay presos, este debate no existe. Si les molesta que se llamen presos políticos entonces que los dejen en libertad y dejaremos de hablar de ello. Una mentira dicha cien veces no puede acabar nunca convirtiéndose en verdad por mucho que se intente, pero una verdad dicha incansablemente acaba siendo la herramienta más poderosa porque soporta todo el paso del tiempo. Tiene buenos fundamentos y es como un junco, que se dobla pero siempre de pie.

No se puede llevar el lazo amarillo y al mismo tiempo no defender la República. Es como tragar y respirar. ¡Espavilemos!, que la vida nunca abandona a los valientes y la palabra tiene más fuerza de lo que nos pensamos. En mi profesión la letra es el núcleo y la música es lo que lo acompaña, da igual la forma de que tenga o el tono en que esté compuesta la canción. Importa lo que dice y que lo diga en libertad. El papel de embalar puede ser precioso, pero si el regalo de dentro no es bonito, maldita la gracia. El envoltorio puede ser precioso, pero el contenido tiene que serlo porque lo definitivo es el mensaje más que el canal que se usa para hacerlo llegar. Tanto puede ser una balada, un rap o un ritmo ska. No importa. Tienes que comunicar, hacer emocionar y hacer pensar. Ablandar las bases del poder, provocar el derrumbe de los cimientos podridos del Estado. Transmitir a la sociedad unos sentimientos. Todo el mundo sabe que el agua es un buen conductor de la electricidad y en cambio la madera, no. El arte, la canción de autor, siempre tiene que decir cosas, no vale ser neutral cuando la imparcialidad es cómplice del represor. Tenemos que hacer canciones de agua, no de madera.