Estamos aquí: 10 años de masivas protestas pacíficas han comportado 100 años de prisión. Este cero de más será su perdición. Franco sale de la tumba pero su herencia tiránica y prepotente entra en el Congreso y contamina todas las siglas españolistas. Él sólo cambiará de cementerio, mientras sus asesinatos permanecen en las cunetas, ignotos y abandonados. Sacarán al dictador del mausoleo pero el fascismo todavía campa por las calles, por la Moncloa y por los cuerpos policiales y militares que actúan de manera antidemocrática. La ideología franquista está instalada en una buena parte de la sociedad y la prensa española. ¡Claro que nos queremos ir de aquí!

"En un estado de derecho, el monopolio de la violencia lo tiene el Estado", dice el ministro Grande-Marlaska, el mismo que no quiere investigar quién era el imán de Ripoll pero que gastará el dinero público que convenga para averiguar quién hay detrás del Tsunami Democràtic. El mismo personaje que coordina una Guardia Civil que, a pesar de los millares de efectivos que dicen que ha enviado, no se la ha visto por las calles catalanas, al menos con uniforme verde y a cara descubierta. El mismo ministro que está al cargo de una Policía Nacional que, de paisano, de incógnito o estando de servicio, se ha ensañado sobre nuestros jóvenes, con connivencia con un importante sector de los mossos de Miquel Buch. Ojos reventados, manifestantes atropellados, periodistas agredidos, infiltrados poco disimulados.

El vandalismo contra las cosas no es equiparable a la violencia contra las personas. Las manifestaciones son pacíficas hasta que llega la policía. Si me apalean, reacciono y actúo en defensa propia. ¿Por qué nosotros sembramos el caos y somos radicales violentos y lo que vemos en Hong Kong son incidentes de un movimiento prodemocracia? Cortar una carretera, tumbar un contenedor, manifestarse o sentarse en el suelo con la cara tapada no es violencia. Y si algunos tildan de violencia los disturbios de estos días, entonces el 20 de septiembre del 2017, delante de la Conselleria d'Economia, no hubo y, por lo tanto, los Jordis ya no tendrían que haber entrado nunca en la prisión.

La independencia puede llegar como la caída del muro de Berlín: de un día para el otro. La fuerza el pueblo ya la tiene, ya somos un país, sólo falta materializarlo

En seis días, este es el balance: casi 600 heridos, cuatro de los cuales han perdido un ojo y otro un testículo y 60 son periodistas acreditados (uno de ellos, el fotógrafo de El País, diario que no tuvo ni la decencia de sacarlo en portada). Hay 18 hospitalizados, uno de ellos, una chica muy grave que se debate entre la vida y la muerte porque le han abierto la cabeza; 179 detenidos, 21 de ellos en la prisión sin fianza, por lo tanto ―en el momento de hacer este artículo― tenemos 37 presos políticos: los 9 de la sentencia, los 7 de los CDR y estos 21. Esto sí que es violencia policial, institucional, mediática y de estado. (El único consuelo que me queda ―que tampoco, pero vaya, ya me entendéis― es pensar en el abrazo que se darán los jóvenes encarcelados Laura Solé y Joan Tortosa con Carme Forcadell, en Mas d'Enric).

La independencia puede llegar como la caída del muro de Berlín: de un día para el otro, con todo el bagaje que ya llevamos acumulado. La fuerza el pueblo ya la tiene, la energía ya està, ya somos un país, sólo falta materializarlo. Somos el movimiento más potente y movilizado del continente y no hay ni un solo político a la altura de su pueblo. ¡Es muy fuerte! Por su parte, los sindicatos CCOO y UGT no quisieron hacer huelga el viernes, pero al día siguiente bien que publicaron un comunicado conjunto con la patronal, y se reunieron con el presidente del Parlament, Roger Torrent, y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, personajes que por su cinismo e inacción merecerían, ellos solitos, un artículo aparte. Y todos pidiendo diálogo y rehacer no sé qué puentes que las porras han reventado. A ver, chicos, si lo queréis entender: con ETA el PSOE sí que hablaba; al MHP Quim Torra, el presidente Sánchez no le coge ni el teléfono.

La equidistancia ruborizante de los comunes, la deriva autonomista de los dirigentes de ERC y el conformismo de los representantes de Junts per Catalunya es lamentable. Habrá que reclamar más implicación explícita al municipalismo en su conjunto, que los cargos electos en desacuerdo con la dirección de los diferentes partidos ―que los hay y no pocos― den pasos adelante. Asimismo, ahora que el president Puigdemont ha recuperado el acta de diputado en el Parlament, sería un buen momento para su restitución. No estoy de acuerdo con todas las decisiones ―ni con todos los silencios― del MHP Quim Torra, pero sin él de baluarte, las disputas internas habrían hecho más mella y los invasores ya habrían entrado hasta la cocina. Y si se tiene que ir, que sea porque vuelve Puigdemont. Queremos políticos dignos y ahora no lo están siendo. Me da igual si es por incapacidad, temor o tacticismo. No hagáis de tapón porque sino, cuando la gente consigamos abrir del todo la botella a base de empujar, seréis sólo un tapón de corcho inútil que no sirva ni para reciclaje.

No estoy de acuerdo con todas las decisiones ―ni con todos los silencios― del MHP Quim Torra, pero sin él de baluarte, los invasores ya habrían entrado hasta la cocina y si se tiene que ir, que sea porque vuelve Puigdemont

No tenemos que dejar que ningún partido político mis desmovilice. ¡Esta vez no! Hemos llegado demasiado lejos, demasiada gente nuestra está sufriendo como para, ahora, aflojar. Y si no recibimos el piticling del mensaje del Tsunami, coordinémonos igualmente desde la base. Nuestros jóvenes han crecido movilizándose, viéndonos renegar por casa ante la injusticia, viendo llorar a las yayas después del 1 de octubre. Mis sobrinos, los mayores, que ya van a manifestaciones y hacen huelga, tienen entre 15 y 19 años. O sea: llevan más de media vida viendo la lucha del pueblo catalán, han crecido en las movilizaciones con nosotros, padres, tías, amigos. En el Ebre, además, llevamos más años de lucha previa acumulada, defendiendo el medio ambiente. Por lo tanto, ellos se han pasado la infancia gritando "lo riu es vida", con el cochito y el chupete, y la otra media vida se la han pasado pidiendo in-inde-independència y libertad para los presos políticos. Normal que ahora estén al frente y suerte tenemos de ellos. Han pasado de niños a adolescentes y de adolescentes a jóvenes en un ambiente de demanda de libertad y justicia. Tienen criterio y quieren defender nuestro futuro colectivo. Apoyémosles, defendámoslos y luchemos a su lado. Si tocáis a nuestros niños, los padres y madres y tías no os lo perdonaremos nunca.

Hoy lunes, ellos vuelven a las aulas después de tres días de huelga y ejemplar implicación y compromiso. Hay que relevarlos, hay que buscar horarios de movilizaciones, por turnos. Descansamos, abracémonos, tengamos espacio para nosotros mismos, hagamos turnos, durmamos pero no desfallezcamos. Eso es un maratón, no un sprint, pero no hemos de dejar de avanzar. No podemos perder el impulso que llevamos desde la acción en el aeropuerto (por cierto, ¿cuándo volvemos?). ¡Mirad qué pasó hace dos años cuando nos desmovilizaron! La represión de ahora será ―ya está siendo― más cruel. Si volvemos a casa nos aplastarán, si continuamos con la revuelta será duro pero ganaremos, porque no es lo mismo tener que soportar el coste de días y días de disturbios y heridos para retener un país ocupado, que resistir y luchar porque estás en tu casa. Al final, el invasor se pregunta: ¿qué hago, yo, luchando aquí? En cambio, el agredido dice: yo soy de aquí, eso es mi casa y la defiendo con uñas y dientes. De la misma manera que no se puede equiparar el agredido con el agresor, tampoco es lo mismo ser de un país que ser el invasor. Sólo tenemos que aguantar un minuto más que ellos.