"Entrada limitada a mayores de 30 años. ¡¡¡Chicas!!! ―dice en el grupo de Whatsapp una de las amigas al leer esta frase en el cartel y adjuntar una foto―. ¡Quizás tendremos que llevar el carnet de identidad, que con lo estupendas que todavía estamos se pensarán que no llegamos al mínimo de la edad permitida!". Los emoticonos, los nuevos (lustrosos y más reales) y los viejos (redonditos y eficientes) llenan las pantallas de los móviles de las amigas de sonrisas y gestos divertidos. "¡Pues no os riáis tanto ―remata una de ellas― porque esta noche una de nosotras no podría ir acompañada de su amorcito!". "Ah, ¿pero todavía dura la cosa con el de veintipocos años?, sois pareja vosotros dos o cómo?", pregunta la despistada del grupo. "¡Mujer! Ya hace meses que les dura la historia", sentencia otra que siempre está al corriente de todo. "Si son pareja o no ya es otra cosa, que eso de poner nombre a los sentimientos...". "¡Sí, sí! Podéis ir hablando, que yo últimamente he fijado la mirada en un chico que esta noche tampoco podría entrar a bailar alocadamente", dice la que está por Barcelona. "¡Buai! Míratela ella, qué callado te lo tenías!". "A ver, queridas, tenemos que hacer un excel porque yo ya me pierdo, ¿eh? Con nombres y apellidos, fecha de conocerse y duración de la aventura, que por el Whatsapp al final los detalles se pierden. ¡Ah! Y si puede ser una foto también. Bueno, pero en todo caso, hoy es noche de chicas, ¿eh?", remacha la última en intervenir. "A ver si alguna va a romper el hechizo, que hacía más de año y medio que no estábamos todas juntas y solas, por el amor de dios, por favor, por favor!".

"¿Cuántas os quedaréis a dormir en mi casa?", pregunta la anfitriona. Por aquello de no tener que conducir y estar tranquilas con una hipotética cervecita de más. Las que no responden es que todavía están pensando qué hacer, indecisas por naturaleza. Las que ya lo tienen claro confirman la asistencia de ellas y de su pijama. La fiesta está enfocada a las generaciones nacidas entre 1974 y 1978. Un viaje a la música de los noventa. Y a los recuerdos, y a los ambientes, y a la gente y, en definitiva, a una época que ya no volverá, como de hecho nunca vuelve entera ninguna época pretérita, ya sea de los noventa, de los setenta o de los millennial, llegado el caso de que la juventud que hoy no ha podido entrar tenga que hacer volver su época de ahora.

La discoteca se va llenando de una multitud de gente de treinta años para arriba dispuesta a bailar y a disfrutar como si no hubiera mañana. Como si fuera ayer. Algunos han sacado del armario sus mejores modelitos quizás confundiendo la fiesta revival con carnaval. Nada, tres meses de diferencia en el calendario. ¿Y qué serán tres meses al lado de los mil años que hace que no escuchabas y cantabas a pleno pulmón aquella canción? ¡Will you meet me in the middle, will you meet me in the air! Las amigas van viendo caras familiares con más canas, o directamente con menos pelo, o con más kilos o menos ilusiones. Rostros conocidos pero con más arrugas se cruzan miradas sin saber si saludarse, que uno y otra saben quiénes son pero ya han pasado siglos desde aquel primer besito inocente y ahora los dos tienen una vida montada (otra cosa es que sea la que habían soñado).

Saben que en la vida es importante tener un amigo que sea espejo y sombra, porque el espejo nunca miente y la sombra nunca se aleja

Las amigas cambian de pista de baile sin dejar de bailar en fila india haciéndose sitio entre la multitud y pasan por la parte de arriba que une las dos pistas para vislumbrar mejor el gentío. Medio apoyadas en la barandilla cada una baila a su manera y contempla cómo pasa la vida al ritmo de su retina y de los decibelios. ¿Cómo es que siempre ves a los de tu generación más envejecidos que tú? O quizás mejor decir aviejados. ¡Nosotras nos conservamos mejor, chicas! ¡Dónde vas a parar! Y los otros deben pensar lo mismo pero al revés. Es verdad que el tiempo no trata a todo el mundo por igual, como no deja de ser cierto que los que se dan menos cuenta de un cambio son aquellos que lo viven. En nuestra adolescencia nos imaginábamos a alguien de cuarenta años ―año arriba, año abajo― y para nosotros ya era viejo y ahora las amigas que tienen aquella misma edad que de jóvenes creían lejana, se consideran en la plenitud de su vida, más estupendas que nunca y, sobre todo, más libres. ¡Ah! La libertad. La libertad que las ha llevado a cuatro divorcios (ninguna de las cuatro se lo pensaba cuando se casó empujada por el tren de la vida y por el amor eterno vendido a bombo y platillo. Parece ayer, todas mudadas). La libertad que les ha traído seis hijas y un hijo (que a veces se los comerían y otros los matarían y ahora el trabajo es de ellas a la hora de quedar para cuadrar los turnos con los respectivos exmaridos). La misma libertad que hace que una todavía esté casada (sólo ella sabe lo que le cuesta mantener a esta frase la palabra 'todavía') y que la última continúe siendo una soltera por convicción y sin hijos (que viendo el panorama de ahora les suele decir: ¿lo veis? ¡Tanto preguntarme que por qué yo no me casaba y tenía descendencia y ahora venís todas a la mía!). De cuando algunas de ellas compartían piso de estudiantes universitario han pasado más de veinte años y con el tiempo las amigas de las amigas se convirtieron también en familia y ahora son inseparables. Y así es como las seis juntas hacen tambalear los cimientos de la ciudad a ritmo musical de los años noventa pero con dos décadas más en unas piernas que mañana se despertarán con agujetas de tanto bailar y saltar. Y quizás también algunas agujetas en el corazón de tanto mirar atrás...

A la mañana siguiente, con las agendas del móvil en las manos empezarán a buscar nueva fecha para quedar, mientras hacen un café con leche con la legaña todavía colgando y los colchones y los sacos de dormir en el suelo. Acampada urbanita bien saludable. El motivo del nuevo encuentro será lo de menos, no hace falta excusa para arreglar el mundo en femenino. Será un drama cuadrar los turnos de los hijos con los ex, con la agenda barcelonesa de la soltera y la vida de casada de la única superviviente matrimonial, pero acabarán encontrando un espacio porque las buenas amigas son como el postre: pareces harto de la comida pero siempre hay un trozo de intestino vacío para meter un dulce. "¡Pero si nos encantamos demasiado en volver a quedar, nuestras hijas ya podrán venir de marcha con nosotras!", suelta la más divertida y todas ríen fuerte medio dormidas delante de la estufa, croissantitos en mano gentileza de la más organizada del grupo. Se pasan los pañuelos de papel las unas a las otras para poder secarse las lágrimas, las de tristeza (que cada una sabe lo suyo) y las de tanto reír (que todas saben lo de todas) y constatan que siguen teniendo cosquillas en el mismo sitio.

Todavía tenemos suerte, piensan para ellas en voz baja y taza calentita en mano, de las cosas invariables ―que no quiere decir inamovibles― porque el tiempo pasa y se mueve y nos atropella cuando menos nos lo esperamos, pero siempre hay puntos cardinales que se quedan fijos como un faro guiándonos el camino. Juntas saben que pueden despotricar de todo (¡que ya no tenemos edad para tener que aguantar según qué!) y de todo el mundo (ellas incluidas). Saben que ahora que viene Navidad tienen que poner a los novietes en los extremos de las fotos familiares por si en un futuro los tienen que recortar, eso si es que los llevan a comer a casa; también saben que en la vida es importante tener a un amigo que sea espejo y sombra, porque el espejo nunca miente y la sombra nunca se aleja, como dice un viejo proverbio de no sé qué país lejano. Saben que entre todas quizás no hacen una, pero que cuando están juntas son invencibles y cuando no lo están se añoran. Y se imaginan dentro de veinte años más teniendo nietos y quizás formando parte de un club del imserso. Ellas, sin embargo, no serán de esas de jugar al dominó y ver pasar el tiempo por la ventana desde la camilla y el guiñote. No, ellas más bien montarán una fiesta revival con música millennial, porque la edad de ahora es una segunda juventud y llegado el momento también la querrán revivir a base de canciones y seguir teniendo agujetas.