Mientras escribo estas líneas, se va agotando la cuenta atrás para que la sentencia se haga pública, cuando menos de manera oficial, porque oficiosamente el posible resultado de las deliberaciones del Supremo ya se ha dejado ver en algunos medios de las cloacas del Estado. Filtraciones interesadas e intencionadas que sólo buscan intoxicar y hacer sufrir y que son una ilegalidad en toda regla. Quizás cuándo leáis este artículo todavía no se sabe. Tal vez cuando os pongáis a leerlo, ya se habrá conocido. Independientemente de cuando el siniestro Marchena tenga la maldad de condenar definitivamente a nuestros inocentes, trataré de decir cuatro cosas que no caducan y que pueden ser leídas en cualquier momento del día o de los próximos meses.

No habrá sentencia blanda. Nada de considerar leve la condena sólo porque podrían estar menos años de los pedidos por la Fiscalía, la Abogacía del Estado y VOX. Nada de asumir como un favor la rebaja de años de prisión y la no consideración del delito de rebelión, en caso de que se produzca. Cero condescendencia con el rival que nos oprime. Fuera síndrome de Estocolmo. Personas de paz hace 2 años que están en prisión de manera injusta. ¡Ah!, y que la urgencia de la sentencia a los 9 presos políticos no nos haga olvidar que desde hace veinte días tenemos a 7 presos políticos más, muchos en régimen de aislamiento penitenciario, miembros de CDR, que podríamos ser tú o yo, a quienes se les están vulnerando derechos fundamentales.

A partir de ahora tendremos que hacer acciones continuadas, sorpresa, preparadas, antes, durante y después de la sentencia. Aquí y allí. Coordinadas, improvisadas, estratégicas

Lo decía con una dignidad y convencimiento extraordinarios Núria Tarrés, la madre de Adrià Carrasco, el sábado en el programa FAQS: el enemigo tiene rehenes, los tortura, los obliga a exiliarse. "Les damos mucho miedo porque sino ¿por qué estarían haciendo todo eso?" se preguntaba, a la vez que se lamentaba porque es como si nosotros no tuviéramos esta certeza. "Los enemigos nos ven capaces y dispuestos pero nosotros no nos lo acabamos de creer, concluía. Pues ayer, la sociedad civil autoorganizada –en este caso a través del colectivo Pícnic per la República– ocupó la estación de Sants y cortó varias calles importantes de la ciudad de Barcelona durante varias horas. Eso es lo que tendremos que hacer a partir de ahora. Acciones continuadas, sorpresa, preparadas, antes, durante y después de la sentencia. Aquí y allí. Coordinadas, improvisadas, estratégicas.

Que cada uno tenga la ideología que quiera y vote a quien considere, pero estos días no debemos hacer mucho caso de consignas políticas. Vengan de donde vengan, la gran mayoría de ellas están pensadas sólo en clave de eternizar el conflicto, de mantener su silla, de querer disputar votos al de al lado –a menudo aliado– o que responden a intereses que no he sabido descifrar, la verdad. En el mismo programa FAQS del sábado, por ejemplo, el presidente del Parlament, Roger Torrent, expresaba que se tienen que dar pasos en la línea de agudizar las contradicciones democráticas del Estado, no las nuestras propias. "¿Qué sentido tiene hacer actuaciones civiles que agudizan nuestras contradicciones?", decía, entendiendo como nuestros, las de los políticos catalanes como él, claro está. Sus estudiadas palabras llenas de vacuidad contrastaron elocuentemente con la honestidad y firmeza de las declaraciones de la madre del Adri, poco después. Por su lado, Rufián, en Els Matins de TV3, diciendo que el bloqueo no sirve de nada, que hace falta hacer política y condicionar al PSOE. Debe ser que al PSOE se lo acondiciona votándole a favor la investidura sin ningún pena ni condición y no parando un país.

Sin caer en provocaciones: ni de los que nos querrían violentos ni de los que nos querrían desmovilizados

Ada Colau comunicando que los comunes no participarán de "sobreescenificaciones ni de llamamientos retóricos, propuestas inciertas o irreales para reaccionar a la sentencia del 1-O", aquel referéndum en el cual ella participó sin ceder los centros educativos de la ciudad –que fue la consellera Ponsatí quien asumió riesgos y ahora está en el exilio. Añade la alcaldesa que "los que tienen responsabilidad institucional se tienen que sentar para generar un marco estable de diálogo" y que puede haber gente de los comunes que participe en alguna movilización pero que ella, como responsable institucional, "tengo muy claro que no tengo que estar liderándolas, estas movilizaciones" y que tiene que estar en la institución buscando las condiciones de un diálogo sereno. Qué se habrá hecho de aquella activista... Ahora que se acercan elecciones, también algún candidato español viene a hablar en catalán a nuestro país, un sitio que antes "le quedaba muy lejos". Para pescar votos, se ve que ya no tanto. Como tampoco queda tan lejos el pacto de Junts per Catalunya con el PSC en la Diputación de Barcelona y que todavía mantienen sin ruborizarse, ni unos ni otros.

Por una parte, la gente en la trinchera necesita también políticos dignos que acompañan la causa. Por la otra, y visto como está el patio, si tenemos que esperar que así sea quizás no avanzaríamos nunca con la suficiente determinación. Con el Parlamento cada vez más amputado, con prohibiciones y amenazas penales constantes, el municipalismo tendrá que coger más fuerza que nunca. Al Consell Local per la República ya se han adherido 16 ayuntamientos. No nos ríamos, así empezó todo en Arenys de Munt hace diez años y de allí llegamos al 9-N y al 1-O. En los próximos meses se decidirán muchos años de nuestra historia. Estemos a la altura, sin temor. Pacíficos. Serenos. Con la cabeza frío y al mismo tiempo con la constancia y el convencimiento de estar luchando por una causa justa que desborda los límites por los cuales se inició. Hacemos de nuestro civismo democrático y de nuestra persistencia la mejor herramienta para la victoria, nuestra respuesta unitaria. Mis abuelos plantaron árboles sabiendo que nunca podrían disfrutar de su sombra. Deseo que nosotros, como sociedad, pudiéramos vivir en primera persona el fruto de nuestra lucha y en todo caso, pase lo que pase, siempre poder mirar atrás con la cabeza bien alta. Con música –sí, con canciones de revuelta–, con sonrisas, con desobediencia civil y con el puño alzado, que todo es compatible. Sin caer en provocaciones: ni de los que nos querrían violentos ni de los que nos querrían desmovilizados. Se acerca la hora grave, camaradas. ¡El pueblo manda, el gobierno obedece!