De la misma manera que hay personas casa —al lado de las cuales te sientes protegida y en paz y que son tu hogar— también hay personas puente, que te ayudan a transitar de un sitio a otro, de una experiencia a otra. Que te abren los ojos. Algunas veces, el puente se queda contigo. Otras, solo te ha ayudado a pasar hasta un sitio determinado de difícil acceso, para después desaparecer y seguir con su vida mientras te permite a ti seguir con la tuya. En cualquiera de los dos casos, las personas puente te enseñan siempre. Y te marcan. Y te ayudan a crecer. Y quizás, incluso, te salvan la vida. Algunas son amistades íntimas, otras, desconocidas que aparecen en el momento oportuno y después desaparecen. Te abrazan literalmente o metafóricamente. Su servicio nos lo ofrecen personalmente o como sociedad.

Andamos por la vida sin libro de instrucciones y la vida misma nos va enseñando como pasearla. Individual o colectivamente, como seres humanos. Tratamos de aprender de los errores y aunque a veces no nos salga bien, bastante a menudo aprendemos la lección. Lo triste es que, también demasiado a menudo, para qué eso pase alguien tiene que sufrir las consecuencias irreparables. A veces, este 'alguien' es la persona puente.

Los bomberos son personas puente: llegan y con sus manos y su valor y generosidad construyen un pequeño puente que nos salva. Apagan el fuego que nos quema los paisajes y bosques, trabajan incansablemente en la prevención para evitar que se produzcan nuevos feugos, sacan a personas atrapadas de su vehículo accidentado, hacen operaciones de salvamento marítimo o de montaña. Y nosotros vamos cruzando, ahora para acá, ahora para allá, cogidos de su mano, las pasarelas que ellos nos constuyen.

Los bomberos son personas puente: llegan y con sus manos y su generosidad construyen un pequeño puente que nos salva

A veces, la persona puente no aguanta el peso de lo que pasa por encima y se cae. Y se rompe. Y se quema. Y tú te salvas, pero él ya no podrá volver a hacer de puente. Ayer, 21 de julio, se cumplieron 10 años de la muerte de Pau, David, Jaume, Jordi y Ramon, los cinco bomberos del GRAF de Lleida que perdieron la vida en el incendio de Horta de Sant Joan. Para homenajearlos y recordarlos, más de 200 personas caminamos y corrimos por las montañas donde ellos construyeron un puente que el fuego se acabó llevando por delante. No fue una carrera competitiva, fue un paseo emocionante y en silencio en honor a ellos y en honor a Josep, el bombero que se salvó. Un pequeño puente más que nos puede seguir ayudando.

Mientras corría y paseaba cerca de las Roques de Benet, por la Terra Alta que ya ha rebrotado (como tendrá que rebrotar ahora La Ribera d'Ebre), y el grupo de participantes llegábamos al kilómetro cero donde las llamas los engulleron, pensaba en la lección que tenemos que sacar todos: la tierra rebrota, la vida no vuelve. Los que todavía estamos aquí gracias a las personas puente que nos hemos ido encontrando a lo largo de nuestra existencia y que nos han permitido cruzar barrancos que parecían infranqueables (amigos, bomberos, desconocidos, compañeros, parejas) haremos bien en recordar que la vida es demasiado bonita como para desperdiciarla, que hace falta paladear cada momento, amar y cruzar cada puente y que los bomberos serán siempre nuestros porque son así de generosos: nos dejan usar el posesivo en plural. Quizás porque más que un puente ya son el camino entero. Gracias, siempre.