Leí no hace mucho —ahora me mataríais y no recordaría dónde— que en la Luna un día y un año duran lo mismo. Pensé que podría llegar a acostumbrarme a este tipo de eternidad cíclica. Ni calendarios ni relojes, no nos harían falta. Tendríamos tiempo para todo y no nos perseguiría nadie. Tiempo para todo aquello que vamos aplazando porque nos pensamos que tendremos toda la vida por delante, sin ser del todo conscientes de que, como decía Pere Calders, nacimos anteayer y ya es pasado mañana.

Seguro que os ha pasado alguna vez aquello que estás buscando un lápiz y lo tienes en la mano. O las gafas y las llevas en la cabeza. Pues una cosa similar pasa con la felicidad. Nos rodea, está cerca, pero no siempre la vemos y cuando nos damos cuenta de ello es como si hubiéramos descubierto América y nos parece que es una cosa extraordinaria cuando en realidad nos circunda desde una discreción casi invisible. Hay que detectar el casi. Simplemente, estar atentas. Un poco, no demasiado. Porque ser feliz es la mejor revolución.

En este breve intervalo de tiempo que es nuestro paso por este mundo, vale la pena mirar menos el reloj y cuidar más las miradas

Y en este breve intervalo de tiempo que es nuestro paso por este mundo, entre el anteayer y el pasado mañana que decíamos antes, vale la pena mirar menos el reloj y cuidar más las miradas. Aquellas pequeñas cosas, como las frases mentales que no anotas pensando que recordarás y que después no hay manera de repetir de manera literal a como las habías parido. Allí, en aquellas palabras fugaces rae la esencia de lo que quieres. Y cuando escribas hazlo para ti, es la única manera de que después todo lo mundo lo entienda. En la autenticidad está la raíz de la comprensión.

Sentir latir la Naturaleza y acompasar nuestra respiración con la suya. Los rayos del sol escapándose entre las nubes, dibujando rayas en diagonal hacia el mar, como si tuviera que descender de ellos una nave extraterrestre, como un abanico de luz boca abajo. Escribir poesía en el aire con la mirada sólo recorriendo con los ojos una hoja empujada por el viento, como una serpetina de colores descontrolada. Tener la humildad justa sin caer en una baja autoestima. Ser valerosa sin llegar a la inconsciencia. Albergar orgullo sin que se convierta en arrogancia. Un abrazo puede hacer girar la Tierra en sentido contrario.

Escalar una emoción y al llegar a la cumbre disfrutar de las vistas y, si hace falta, plantar la tienda de campaña. Preparar un té de jengibre para una amiga. Escuchar como canta alguien cerca de ti mientras te duermes. No disimular ni buscar gustar, simplemente ser como eres. Bailar como si nadie te estuviera viendo. Despertarte cerca del mar en una casita de madera. Ser tu primera opción siempre, ser un corazón infatigablemente fiel. Mirar como duerme la persona que amas en aquel preciso momento de tu existencia. Saber que conocerte ha sido como mirar al cielo y encontrar la vida.