Como las primeras mandarinas, que perfuman y reconfortan la llegada del frío. Como la incipiente luz del día filtrándose por las persianas de madera y dibujando líneas de sombras perfectas en la pared y en las sábanas. Hipnotizante como quedarse mirando el fuego o el mar o la nieve que cae lentamente. Tierna como una caricia, delicada como un pétalo, intensa como un licor. Como sentir el olorcillo del café que empieza a silbar a fuego lento mientras todavía estás en la cama. Como el estrépito de un trueno inesperado y la dulzura del sonido de la lluvia al mismo tiempo. Así es la voz de Yasmin Bradi, cantante del Alguer, alma sarda. De padre alguerés y madre alemana, de niña en casa hablaba italiano y alemán, pero también oía como su babbu hablaba catalán con sus tíos y abuelos. Las vivencias y los sonidos de la infancia siempre dejan poso y renacen cuando crecemos.

Con el tiempo, ha aprendido a pescar en el pozo de la memoria para rescatar una lengua, el catalán, y unas tradiciones, las del Alguer y Cerdeña, para ponerlas encima de un escenario con elegancia y gran personalidad. Con una sólida base musical y una envidiable técnica lírica, su registro vocal hace que a ratos te encuentres en África, en otros te pasea por el Mediterráneo y a veces cierras los ojos y sus melismas te llevan a la India. Escucharla es una ventana abierta a la vida, con un paisaje repleto de verdes y azules, a menudo con un cierto regusto de jazz y siempre con una belleza que te mece: tiene un pellizco en la voz que despierta la emoción dentro de ti.

Escucharla es una ventana abierta a la vida: tiene un pellizco en la voz que despierta la emoción dentro de ti

A pesar de todas estas virtudes y su larga trayectoria, el gran público todavía no habíamos podido disfrutar de un trabajo discográfico suyo. Eso, por suerte, ha cambiado y Yasmin Bradi justo ha sacado su primer disco: Amb la llum d'una flor. Se trata de la grabación de uno de sus conciertos más importantes hasta ahora, hecho en el claustro del Alguer, un disco en directo con siete canciones y en el cual versiona varios temas tradicionales y de otros compañeros de profesión y en el que también se atreve con algún tema propio. Intérprete de altos vuelos, en el repertorio que ofrece se filtra al mismo tiempo su voluntad popular y ecléctica y en sus conciertos se sabe rodear de grandes músicos que envuelven con gusto y talento las melodías que ella dibuja, como jilgueros en pleno vuelo.

Como es alma inquieta, poco a poco pero con firmeza, ya está componiendo canciones para un futuro próximo disco, en el cual quiere apostar más por la composición propia, tanto en letras como en música. He tenido la suerte de poder escuchar alguna, en su casa plantada en medio de un campo alguerés no muy lejos de la calle del mar, y el sonido de aquella tímida guitarra y la melodía que empezaba a intuirse me hacen sospechar que una importante creadora se está gestando, desnuda como la verdad. Lleva consigo la lentitud intrínseca de la vida en cualquier isla —intemporal y tranquila—, el amor hacia la naturaleza y la justicia, la curiosidad y la bondad de quien aspira al optimismo y un indescifrable equilibrio entre soledad y ganas de amar.

Escucharla cantar es como si cada día fuera fin de semana. Mujer comprometida, de gran sonrisa y un punto de encantador misterio, Yasmin Bradi tiene nombre de flor y una luz especial (los elementos de su disco) y llega a Barcelona con la primavera, de la mano del Festival Barnasants, nexo imprescindible de los Països Catalans y proyecto cultural confederal que por sí solo es ya una estructura de estado, por lo que crea y por lo que genera y todo desde un activismo que demasiado a menudo pasa la mano por la cara a las instituciones. El concierto de presentación del disco de Bradi será el jueves 8 de abril en el Harlem Jazz Club y estará acompañada en el piano por Riccardo Pina, músico de gran técnica y sensibilidad. Si buscáis la belleza, id, en su voz la encontraréis y os hará bien.

 

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