¿Qué podríamos hacer con la gente tóxica que nos rodea? ¿De los que nacen tocados por los dioses y nunca se equivocan? ¿De los que hacen del silencio administrativo su habitual respuesta o de la maniobra oscura su rutinario modus operandi? De entrada, identificarlos. El hecho de haberlos descubierto ya les pone el foco encima y alguien que brilla (y no con luz propia) suele ser más fácil de ver. Especialmente si está acostumbrado a moverse entre la oscuridad: las pupilas tardan mucho en habituársele a la claridad excesiva. Poco amigos de los taquígrafos, suelen ser. En todo caso, por alguna cosa se empieza: enfocar bien la mirada. Mientras no se ve el problema no se puede abordar.

Lo peor debe ser cuando te están maltratando o intentan manipularte y no lo ves venir hasta que ya es tarde. Ahora bien: la primera vez que me engañas será culpa tuya; la segunda, mía. Y a pesar de ser amiga de dar segundas oportunidades, hay personajes que no las merecen. Si el angelito y el diablillo de la cabeza se están peleando dejad que de vez en cuando ganen los cuernos: la salud os lo agradecerá. Porque no: el problema no eres tú. Suelen ser ellos, los tóxicos. Si te has encontrado más de uno a tu alrededor y en diferentes etapas, no sufras: no es culpa tuya. Son vampiros que huelen a kilómetros la sangre de la buena gente (como los mosquitos). Por lo tanto, quiere decir que tienes bondad intrínseca. Eres miel para su aguijón. Sigue siendo buena persona, simplemente cómprate un escudo especial o un detector de radioactividad o un espray para los insectos.

Son personas nocivas para el bienestar mental y cuando está en juego la salud no tendría que haber duda posible: extirpar

Este tipo de energúmenos se reconocen entre ellos y se juntan sin vergüenza y hacen fiestas a las que no te invitan o bien te invitan para hacerte notar que nunca les llegarás en la suela del zapato (como si a ti te interesara algo su calzado, pero bueno). Acostumbran a actuar con cinismo y arrogancia y suelen rodearse de varios tipos de seres: los que son como ellos y se sienten encantados de la vida de tener un espejo humano delante suyo, los que todavía no se han dado cuenta del peligro de corren, los que prefieren guardar silencio por el bien común y huyen de los enfrentamientos personales o colectivos porque les cuestan gestionarlos (cosa muy comprensible), los que pueden sacar algún provecho (y algún día le sacarán los ojos al cuervo mayor) o, como decíamos bien, los de buena voluntad a los que pueden hacer ir por donde quieren más fácilmente (hasta que abran los ojos, claro).

Son personas nocivas para el bienestar mental y cuando está en juego la salud no tendría que haber duda posible: extirpar. Como se arranca una muela: anestesia y fuera. Las inyecciones hacen un poco de daño al principio y te queda la mejilla hinchada por unos cuantos días pero después la sensación es bien placentera y ya puedes dejar los purés y los caldos y comer de todo otra vez. Porque si un diente está picado no hay que tardar mucho en quitarlo: a mejor seguro no irá y te dolerá igual hasta que el dolor ya sea insoportable. Vale la pena, por lo tanto, extraerla cuando se detecta la caries. Cierto es también que cada uno conoce el umbral de su sufrimiento y que no se puede obligar a nadie a ir al dentista y eso se tiene que respetar por muy claro que se vea el diagnóstico desde fuera de la consulta.

Te los puedes encontrar en todo tipo de ambientes: en el grupo de amigos, en el entorno familiar, en el puesto de trabajo, en el ámbito del activismo, en el mundo del deporte, en la jungla política. Son aquellas personas que aparecen y desaparecen de nuestro entorno sin dar explicaciones, que tienen un desmesurado afán de protagonismo que te arrastra sin ni darte cuenta de ello, que mis hacen sentirse mal sin haber hecho nada malo hecho y que mis chupan la energía que queremos dedicar a aspectos positivos de la vida y, niños, como vida sólo tenemos una, vale mucho más la pena alejarse del avispero.

¿Que qué podríamos hacer de la gente tóxica que nos rodea? ¿Un paquetito y enviarlo a Marte? No, que todavía encontrarían la manera de volver con la toxicidad como combustible. ¿Caer a su pesada y enfangarte en discusiones estériles? Tampoco porque te rebajarán al nivel del barro y allí ellos saben flotar mucho mejor que tú (lo hace la práctica). Sencillamente, girar el imán, repelerlos y acercarse a las personas bonitas y disfrutar y hacer cenas y abrazarlas y risa juntas y hablar con la Naturaleza. Sentirse en paz y amar a quien realmente se quiere. En definitiva: la vida siempre es el mejor antídoto.