"Más elegante, musculoso y masculino". Este es el titular en negrita del anuncio del nuevo Audi A1 Sportback, que ayer domingo se publicaba en La Vanguardia. Sin saber a ciencia cierta si se trata del eslogan que ha elegido la casa comercial en cuestión o si lo ha escogido el periodista del motor que lo firma —sí, es un hombre— o si es una mezcla de ambas cosas, y superado en parte el susto inicial, mi bienquerencia innata quiso atribuir a un error, un descuido o un malentendido aquel disparate. Pensando, pensando, sin embargo, no se me ocurría ninguna otra palabra parecida que el corrector automático hubiera podido cambiar motu proprio. Decía "masculino" y no quería decir nada más que eso. Para empeorarlo, ilustran la página con la foto de un coche amarillo chillón, que como Ciudadanos lo vea verás tú cómo denuncia a La Vanguardia o la casa de coches por adoctrinamiento sutil. Como no estaba convencida del todo, quise dar una segunda oportunidad al texto —ilusa de mí— e indagar en el publirreportaje, por si se me había escapado algún detalle que justificara aquel adjetivo asociado a un vehículo (y me centro en "masculino", pero lo de "musculoso" también tiene tela).

Total, que me meto en el primer párrafo. Preparaos: "En el 2010 debutó en la gama Audi el A1, un urbano premium de líneas redondeadas y amables [...] Nada queda de aquel diseño dulce y discreto (que gustó especialmente entre las conductoras) en la segunda generación del modelo". ¡Ahá! Las mujeres: dulces y discretas. Redondeadas y amables. ¡Qué monas somos! Sigo leyendo: "El nuevo Audi A1 Sportback transforma radicalmente su apariencia y se convierte en un subcompacto más masculino, aguerrido y agresivo". Como si las mujeres no pudiéramos ser fuertes, aguerridas o deportistas. Como si los hombres no pudieran ser dulces y discretos. O redondeados, si así lo desean. Ya lo sabéis de toda la vida: las niñas van de rosa y tienen que ser enfermeras y los niños van de azul y tienen que ser futbolistas. Y entonces sucede que a la primera mujer que gana la Pelota de Oro, Ada Hegerberg, lo primero que le pregunta el presentador —un hombre, claro está— es si sabe bailar twerking, una especie de danza de moda que consiste en mover la pelvis sensualmente. ¿Cómo no se le ocurrió preguntárselo a Luka Modric, el ganador en la categoría masculina? Pues eso.

La verdad es que llevo un disgusto encima que no me lo acabo. Yo quería regalarles un Audi A1 Sportback a mis sobrinas por Navidad, y por eso llevo años ahorrando, y ahora tendré que cambiar de idea porque si no ya me contaréis vosotros con qué cara me mirarían. Asimismo, también yo aspiraba a conducir algún día un Audi A1 Sportback y ahora ya veo que me tendré que resignar a seguir cogiendo el volante de mi querida furgoneta Volkswagen Transporter de color verde, con cama detrás y todo. Me hubiera gustado leer alguna publicidad de mi vehículo justo antes de decidirme a comprarlo, ya hace siete años. Vete tú a saber, quizás resulta que según algún periodista o publicista tampoco le pega a una mujer como es debido un pedazo de furgona de cinco metros de largo y dos de alto, con baca incluida para cargar la piragua, una práctica deportiva que, por cierto, también requiere estar un poco "musculoso".

Ver este titular me ha hecho pensar en aquella mujer sobre una moto en ropa interior. No, no anunciaba la moto ni un sujetador, sino una marca de colonia. Que enseñara carne era imprescindible para vender aquel producto, si no las feromonas no llegaban al espectador y posible comprador, por lo visto. ¿Os imagináis a un hombre en calzoncillos sobre una moto hablándoos en voz bajita de las virtudes de un perfume?

Seguramente, los de Audi habrán hecho sus estadísticas —no digo que no— y por eso destacan la parte masculina de un coche, porque en sus estudios dirá, supongo, que en una pareja es el hombre quien toma la decisión final de comprar el coche y, si se trata de un chico soltero, ponerse al volante de un coche bien "masculino" seguro que atrae a más mujeres. Y ellos, pobrecitos, este tipo de publicistas o periodistas del motor y sus seguidores, continúan dentro de su marco mental, creyendo que así nos fijamos más y nosotras, pobrecitas de nosotras, hembras, a expensas de los hombres, que se supone que no lloran y conducen mejor. Sí, es un coche, queremos conducirlo, no cargárnoslo al cuello como si de un campeonato vasco de levantamiento de piedras se tratara. Podemos con él, gracias. Y ahora, si me perdonáis, os dejo porque necesito tiempo para empezar a pensar en un nuevo regalo para mis sobrinas, y como buena mujer cuqui —dulce, redondeada y amable— tengo que ir a prepararle la comida a mi querido compañero, elegante, musculoso y masculino.