No es verdad que el tiempo nos lo cure todo. Me cuesta tanto, tanto, tanto no amarte. Ahora todo es como una cena sin vino ni invitados y en los andenes todo son despedidas. Soy tan feliz a tu lado que odio que ya no estés cerca. Odio odiarte tanto, saber que te encuentras perdido y la vida me impide encontrarte. Mirarte a los ojos y recordarte quizás que antes de rendirnos fuimos eternos. Aquel vértigo de lo rápido que pasa la vida. Abrazos que incendian la aurora en las playas del sur. Somos la alegría que regresa, el día de la furia en primavera.

Si el ruido cesara oirías cómo llueve, quizás entenderías que todavía nos queda el silencio. Que la tristeza, si es compartida, se convierte en rabia que cambia vida. Es tan corta la vida y son tantos las despedidas... Ahora que cumplimos más años que promesas. Ahora que viejos amigos nos han traicionado. Ahora que ya no duermo de un tirón y nieva encima de mi casa atrapada dentro de una bola de cristal. Ahora que la noche sin tu luz me ha enseñado que toda felicidad deja algún damnificado. Ahora, otros cumplirán los planes que nosotros trazamos. Pero tiene que volver a llover, pues todavía sigue sucia la plaza y quién sabe si encontramos arena de playa bajo los adoquines.

Cuando tú te reías, yo me sentía caer en tu sonrisa. Sueño a tu lado aunque ya no duerma contigo. ¿Qué estarás haciendo ahora? Dibujando constelaciones quizás en los espacios de los cuadros que todavía faltan por colgar. No digas que todo era mentira, ¿de dónde sale sino toda esta ceniza? Mañana ya será tarde si vienes a buscarme. A mí el olvido no se me da bien. Somos de nuevo herida abierta. Cambia el clima con los años y así como todo cambia no es extraño que yo también lo haga. Pero no cambia mi amor por muy lejos que me encuentre. El futuro me ha nombrado con tu voz y pido que no me despierte a golpes tu verdad. Hay gente que miente por un trocito de rescoldo y no hay demonio que antes no fuera ángel.

Probablemente, Ismael Serrano esconda dentro de sí a los dos, pues como escribía Dovstoievski, "Dios y el demonio se han declarado la guerra y el campo de batalla es el corazón del hombre". El sábado, en el Teatre Auditori de Sant Cugat (siempre tan acertado en su programación), dio uno de los primeros conciertos de la nueva gira Todavía. Él solo, guitarra y voz y algunos pequeños efectos sonoros. Con una cuidada escenografía en que se presentan tres ambientes diferentes, el cantautor de Vallecas, como siempre le gusta recordar, y en presencia del profesor que cuando era adolescente lo animó a cantar, Antonio Cordón, desgranó su extensa discografía repleta de frases que por sí solas podrían ser versos, no en balde las letras que regala son delicada poesía urbana y cotidiana. Frases que, con pequeñas licencias, van hilando este artículo, palabras escritas con años de diferencia que sirven para hablar de él y que parece que quieran contar una misma narración; o quizás sucede que los sentimientos y vivencias son cíclicos y acabamos escribiendo o cantando siempre la misma historia repetida pero diferente.

Desde su kilómetro cero particular nacen todas las canciones que desde hace veinte años acompañan a Ismael Serrano por los escenarios y van creciendo como él y sus seguidores. Ese que canta para recordar que seguimos vivos, él que siempre regresa para reencontrarnos, su público, aunque a veces el humo le queme los pulmones cuando mira atrás y vuelve a respirar la estancia antigua. Él, que hace balance y se da cuenta de que todavía está todo por hacer y que agita sus estambres con cada melodía. La persona que lo escucha no estará nunca sola y aunque los conciertos hayan de terminar en algún momento (los suyos suelen ser largos e intensos) siempre habrá quien se parta en dos en cada adiós, quien nos dé aliento cuando nos demos por vencidos. Y ahora a celebrar este pequeño milagro, que la vida ha sido un ensayo hasta ahora, que la vida es eterna en cinco minutos, que de su boca aún sale un todavía.