A menudo, cuando la persona a nuestro lado empieza a cambiar, cuando no somos escuchados por quien querríamos que nos hiciera caso o se nos trata con desidia, reaccionamos con un cierto desconcierto, decepción o incluso rabia. En una primera instancia intentamos hacer entender a la persona que tenemos delante el porqué de nuestras reivindicaciones, peticiones, consejos. Frecuentemente, no lo decimos solo por nosotros, sino que también lo hacemos por su bien, a modo de recomendación, por estima, por responsabilidad.

Cuando transcurrido un determinado tiempo –aquí especificarlo es tarea imposible, cada caso es un mundo– seguimos hablando con una pared o vemos que la pared en cuestión se va descanterando y resquebrajando hasta que llega a ser irreconocible, entonces vale la pena quizás sopesar el desgaste real de energía y la credibilidad de la sonrisa que tenemos ante nosotros. La decepción puede superar inicialmente al resto de sentimientos, pero el tiempo, que no lo cura todo pero que sí suele poner a cada uno en su sitio, te acaba dando herramientas. Una de ellas es el silencio.

Desde el silencio pensamos, creamos, reflexionamos y vemos más claro. Obviar los momentos de silencio diarios puede equivaler a ir perdiéndonos poco a poco en el rumor del día a día, a ir resquebrajándonos hasta perder la visión de la realidad y la perspectiva. Tampoco desde el ruido cotidiano podremos escuchar las voces de los que proponen y abrazan. Vale la pena, entonces, centrarse en quien sí tiene oídos, a la espera de que los sordos recuperen el oído (lo que no siempre sucede, es bueno también saberlo).

Traslademos esta situación personal a una colectividad: cuando el Estado español decide no escuchar las justas demandas del pueblo catalán y además utiliza la represión para silenciarlas y aniquilarlas, puede aguantar más o menos de pie, pero su pared también se agrieta. Se abren resquicios hasta que los cimientos tiemblan. Para mantener el equilibrio, el poder opta por anestesiar a su rebaño todavía sordo. El lenguaje de la propaganda lleva años que insensibilizando al Estado y la prensa del régimen es el principal paradigma. Discursos del engaño. Manipulación en forma de mutismo, intoxicación o directamente de mentira. Estrategias políticas, judiciales y periodísticas que consiguen dormir a los súbditos que se creen a pies juntillas los cuentos que les dan cada día para cenar. Al desinterés del informado por saber más se suma la apuesta del poder para desinformarlo. Se juntan el hambre y las ganas de comer. Y a los pocos ciudadanos españoles que todavía creen en la democracia (perdonad que diga pocos, pero en el Estado las elecciones las gana quien las gana y la supuesta izquierda progresista el sábado no estaba), a ellos, digo, solo les queda consultar la prensa extranjera por internet (¡hace treinta años no se podía!); lo que antes, cuando se quería estar informado, se hacía sintonizando La Pirenaica, la única emisora no controlada por Franco.

El lenguaje de la propaganda lleva años insensibilizando  al Estado y la prensa del régimen es el principal paradigma; en realidad, es una muestra de debilidad

Que la prensa española, los datos oficiales y los partidos del 155 y la ultraderecha traten con este desprecio la histórica manifestación soberanista del sábado pasado en Madrid, mientras los medios de comunicación internacionales abren sus informativos con la marea amarilla en la capital del reino (con corona podrida) y lo destaquen en innumerables titulares, solo demuestra la ceguera y sordera de aquel que se cree su propia mentira y quiere seguir vendiendo un relato falso a los que todavía se lo creen.

Si ante las mentiras constantes y la manipulación endémica del Estado y sus acólitos sentimos cierta rabia o enfado, intentemos también pensar que en realidad es una enorme muestra de debilidad. Si tanto tienen que engañar es porque ven la extraordinaria fuerza de la verdad. Si no, no necesitarían destinar tantos esfuerzos extraordinarios, ni personales, ni económicos, ni de violencia, tanto física como institucional. La venganza solo destruye a quien la utiliza.

Puede haber amistades recuperables y mentiras irreconciliables. Caerán muros y construiremos nuevas relaciones, nuevos países, abriremos los ojos, cerraremos heridas. Superaremos la mezquindad. Conoceremos la verdad. Probaremos la libertad, ya para siempre. Y cuando querramos estar bien informados, huiremos del NO- DO del siglo XXI de este Estado represor en descomposición y si hace falta sintonizaremos nuevamente La Pirenaica para saber la verdad, aquella radio creada a instancias de la Pasionaria. Quizás no fue en balde que, en su discurso del sábado, el vicepresidente de Òmnium, Marcel Mauri, la recordó cuando citó las palabras que la histórica dirigente comunista dirigió a las Brigadas Internacionales: "Vosotros sois la leyenda, ejemplo de solidaridad y héroes de la democracia". ¡Seámoslo!