Sola en la playa. Estirada en toples. Nadie en 300 metros a la redonda. Nadie quiere decir nadie. En algunos lugares del Delta pasa esto. Como también aquel día pasa un hombre paseando que ralentiza la marcha al encontrarse ante mí. Venga a mirarme, primero disimuladamente, después descaradamente. Se detiene. Le aguanto la mirada para que vea que lo he descubierto y mi mirada es asesina, es decir: no eres bienvenido y no me hace ninguna gracia tu acoso. No lo capta y hace medio gesto de acercarse. Me incorporo y se lo dejo claro: -¿Qué miras, tío? -¡Ay, nada! ¿Por qué eres tan creída de pensar que te miro a ti? -Quizás porque no hay nadie más en toda la playa? ¡Vete de aquí! -Cómo sois... tontita... - y se marcha mofándose, lentamente, y girándose de vez en cuando.

Me estiro de nuevo, pero ya de mala leche, cuando iba a la playa a desconectar y sentirme a gusto y tranquila. Al cabo de poco, veo que se gira y vuelve a venir hacia donde estoy. La playa continúa desierta. En previsión, me acuesto boca abajo. Se repite la escena. Antes me miraba los senos, ahora el culo. Le vuelvo a decir que me deje en paz. Sonríe burlón y sigue andando. Cuando ya está lo bastante lejos decido levantarme e irme en dirección contraria, por si vuelve a venir. Es muy incómodo, mucho, además de peligroso, porque no sé si volverá ni si entonces intentará algo. Me toca marcharme de la playa por seguridad y vuelvo a casa. ¿Qué os pasa a los hombres? ¿Por qué podéis ser tan imbéciles?

Esta situación vivida hace pocos días la describí así tal cual a redes sociales y ahora paso a detallaros algunas de las respuestas —masculinas la mayoría— y veréis qué nivel. El primero de ellos me dice que "no te marches nunca de la playa a no ser que no tengas cobertura, llama a los amigos y que le hagan una visita". Muchas gracias por el consejo, que se ve que soy tonta y necesito que me digan lo que tengo que hacer. ¡Que no me marche, dice él! Que nunca habrá tenido que irse de ningún sitio por este motivo. El segundo hombre me suelta que "yo soy el primero que miro los pechos de las chicas, sin querer, se me va la vista e incluso paso vergüenza". ¿Tú? ¿Vosotros? ¿Vergüenza de mirarnos? ¡Venga ya! ¿Y nosotras qué, de que nos estuvieseis mirando? Pobrecito, tendremos que tenerle pena y todo. Siguió diciendo que, a pesar de eso, "no soy capaz de acosar a nadie visualmente". Ah, menos mal.

Otro me soltó: "está muy bien que seas valiente, pero yo hubiera llamado a la policía". ¿Tú? ¿Qué sabrás tú, si por el hecho de ser hombre no has pasado nunca por lo que explico? O sea que, según él, actué mal. El enfoque siempre en los supuestos errores de la víctima y no en la ignominia del acosador. Valiente, dice, como si quisiera tener que serlo. Una perla también fue que “te haces mirar, estás de buen ver”. ¡Ha! ¡Sí, claro, obligo a la gente a que me mire por la calle, no te jode! Esta sí que es buena. Se supone que me tengo que alegrar, que debe ser un piropo —qué ilusión, estoy de buen ver, hoy ya no hay que cenar— y después lo remachó diciendo que "me preocupa que nos pongas a todos al mismo nivel" y lo dice después de su comentario de calidad, pero eso sí: ningún apoyo, ni comentario de ánimos, ni un me sabe mal lo que te ha pasado.

"Yo no estaba y el resto de hombres que están leyendo tampoco. Parece que nos tengas a todos los hombres como en unos impresentables, toda generalización es injusta. ¡Así generáis odio contra un colectivo!” Lo que nos faltaba por oír. ¡Que generamos odio! Si lo único que os chirría de la historia es la generalización, entonces entiendo por qué nos pasa lo que nos pasa. Pobrecitos, los que no estabáis, pero ninguna empatía hacia la víctima, que soy yo, que es la mujer violentada. Y que odiar a los hombres, concluyeron, es como el racismo o la homofobia (literal lo escribieron). E incluso uno, queridas, nos ilustró con la palabra exacta lo que nos pasa: "eso se llama misandria". Gracias, filólogo machista.

Sí que es cierto que la empatía de las mujeres fue automática y que hubo algún chico caballeroso y educado que se avergonzaba de las reacciones de los de su misma especie, pero el grueso de las reacciones masculinas demuestra por qué todavía estamos donde estamos y la faena que tenemos por hacer. No falla, niños, cuando una mujer explica lo que le ha pasado siempre aparece aquello de "no todos los hombres", un "deberías haber…", un "llama a la policía" o un "pon denuncia", como si cuando la puse me hubiera servido de nada, más que para tener que repetir la experiencia tres veces a tres agentes diferentes. Ya lo entiendo, ya, que la culpa debe ser mía por poner las tetas en medio de su campo visual y que no sé ir por el mundo. Mira que nos lo tenéis dicho y no aprendemos. Pues, mira, ¿sabéis qué os digo? Lecciones las justas, queridos machos.