Si los políticos catalanes que negocian en nuestro nombre, o usando nuestros votos sin lavarse la boca con agua y jabón después de hablar, supieran hasta qué punto está el pueblo desconectado y cansado de su realidad paralela, quizás dejarían de hacer el bobo. Y sí, eso va para los independentistas y para los que no lo son: flotan dentro de una burbuja de poder que los aleja del suelo que pisamos el resto de mortales. Por suerte, su ignorancia -consentida y querida o involuntaria e inocente- desconoce hasta qué punto podemos llegar a ser felices sin ellos.

Tampoco conviene decirlo muy alto porque el día que descubran que no todo el mundo tiene Twitter y que los que no tenemos carné de ningún sitio estamos pendientes de sus chiquilladas -disfrazadas con más o menos gracia de necesidad vital para seguir siendo país- son capaces de cambiar de táctica y hacernos pagar para sonreír. La abstención del independentismo en las últimas elecciones -más allá de un fabuloso 52 por ciento que tenemos que hacer valer allí donde haga falta y siempre que convenga- va ligado al desencanto y al cansancio con que se gestiona el objetivo, no con la meta en sí misma. Mientras tanto, el deterioro de su credibilidad a ojos nuestros es directamente proporcional al lucimiento de sus egos hacia nosotros.

Haremos un debate constituyente para saber qué país queremos ser y pasaremos del resignado y gris ya se apañarán al empoderado y luminoso ya nos apañaremos y, si conviene, será sin vosotros porque tal vez compartimos el mismo cielo pero nosotros no som d'eixe món

La ignorancia de quien nos gobierna -aquí y allí, en la nación y en el estado- es tan supina que se piensan que estamos todos pendientes de sus miserias cuando lo que realmente queremos es que se entiendan y paren de pelearse a través de los medios de comunicación en directo y en diferido, como las comisiones de la Cospedal. Y no, no salivéis, queridos unionistas: ser críticos con los tuyos no quiere decir haber cambiado de convicciones. Podemos cambiar de partido o maldecir los métodos de los supuestamente tuyos -si és que hi ha cases d'algú- pero siempre dentro de un mismo abanico y manteniendo una ideología, no como Vallecas.

Cuando la candela de nuestra vida se esté agotando, la memoria viajará a los recuerdos importantes y latentes y no, entre ellos no estarán vuestras disputas de parvulario, ni vuestros tira y afloja por los cargos, que al final es lo que más os preocupa a la mayoría. En nuestro retrovisor vital habrá abrazos, cielos azules, personas y paseos por la playa y las menudencias que ahora queréis vestir de esenciales habrán quedado en un rincón olvidado y chiquitito. Ignorancia no es desmemoria.

Afortunadamente, estos plebeyos que ahora os miramos con desgana conocemos la libertad y no tiene nada que ver con la que vosotros predicáis ni con la palabra que manipula Ayuso y su fascismo, primero camuflado y ahora descarado. Y la libertad radica también en mirar el mapa entero y no sólo el rollo de ahora. Radica en saber que sois tan sólo un peldaño más de una escalera larga y alta, a ratos sin barandilla y de caracol, que la gente iremos subiendo a pesar de vosotros y no a vuestro lado. Y haremos un debate constituyente para saber qué país queremos ser y pasaremos del resignado y gris ya se apañarán al empoderado y luminoso ya nos apañaremos y, si conviene, será sin vosotros porque tal vez compartimos el mismo cielo pero nosotros no som d'eixe món.