Hay gente que, en el tren, aprovecha los túneles para utilizar la ventana de espejo, contemplar su propio reflejo y quizás buscar en lo más profundo de su alma o observar al pasajero del otro lado, al que le da vergüenza mirar directamente. También hay gente con auriculares sin música a la que le gusta hacer ver que duerme para que nadie lo despierte de sus pensamientos. Gente que mira el paisaje y gente que prefiere leer, a pesar de atascarse en el mismo párrafo. ¿Cuántas páginas de margen le dais a un libro antes de decidir no continuar con él? ¿Cuántos rasguños o silencios de margen se le pueden dar a una persona antes de decidir seguir caminos separados?

Hay gente que lleva gafas de sol en plena oscuridad y gente que va a ojo desnudo mientras el sol de poniente le golpea el cristal del coche de vuelta del trabajo. Gente que conduce más poco a poco para alargar el viaje o para llegar más tarde a casa. También hay gente que es como el sol del amanecer, personas preciosas que deslumbran nada más aparecer y que después tienes que dejar de contemplar porque te queman la mirada. Los eclipses no se pueden escoger.

Hay gente que sale de casa y se pone a conducir por carreteras estrechas sólo para poder fundirse en una nube de estorninos y perseguir su vuelo hasta perderlo de vista. Mirando el cielo, se pierden por caminos sin salida y después, reculan. Ir marcha atrás es también una salida cuando no se puede ir en contra de lo que te impide avanzar. La distancia acerca los reencuentros.

Hay gente bonita con la que quedas sin reloj, gente que es como un dedal: te protege el dedo para que no te piques con el alfiler mientras te coses la vida. Y hay gente que después de todo un día con gente piensa en voz bajita: por primera vez no te he echado de menos, sin embargo me haces falta para hacerte saber que, a pesar de todo, soy feliz dentro de la nostalgia que me habita.