Tan lejos y tan cerca al mismo tiempo. Conmovedor todavía. De dónde venimos y dónde estamos. Parece mentira. No sé cómo hemos podido asumir tanto en tan poco tiempo. M punto Rajoy como miserable títere y su 155. Pedro Sánchez, con la piel de corderito, y la moción de censura ganada y su abogacía del estado acusatoria. El engaño del gobierno más progresista de la historia que no tiene ningún tipo de respeto por Catalunya y todavía marea la perdiz con una mesa de diálogo que no tiene ni mesa donde sentarse ni quiere dialogar. Estremécete. Cámaras de todo lo mundo, el procés en decenas de idiomas. Cuatro fiscales, la caspa, la gomina y las puñetas manchadas de fascismo. Los dos primeros capítulos del documental 'El judici' remueven las entrañas. La náusea continua. El cinismo de un estado opresor que rindió rehenes para escarmentar el pensamiento de libertad.

Lo documental 'El juicio' muestra el cinismo de un estado opresor que rindió rehenes para escarmentar el pensamiento de libertad y me pregunto por qué se emite ahora

De entrada, un poco harta del símil del choque de trenes que van por la misma vía en dirección contraria. No, mire: por una parte hay un tren que intenta avanzar democráticamente hacia la independencia -que no tienes por qué compartir, claro está- y, por otra, hay una máquina apisonadora que sistemáticamente muestra intolerancia y violencia, ya sea policial o institucional. La primera de las humillaciones fue tener que hablar en castellano en el juicio -no te puedes expresar con tu lengua madre- a la cual la siguió el hecho de que Vox se presentara como acusación particular, la mayor anomalía del sistema: un partido que tendría que estar ilegalizado empezó allí a hacer campaña y ahora estamos donde estamos, con un PSC que por una parte les quiere permitir tener un senador por designación parlamentaria mientras al mismo tiempo denuncia el voto del conseller Puig. De izquierdas, se hacen decir.

Venimos del Estatuto aprobado en referéndum el 2006 y de la sentencia contraria del Tribunal Constitucional del 2010 y del asesinato del Presidente Companys -juzgado en la misma sala que se hizo el juicio del procés- y puestos a tirar atrás, venimos del Decreto de Nueva Planta aprobado por el primer Borbón de la dinastía, el Felipe predecesor del que pronunció el discurso del 3 de octubre. Del V al VI. Asquerosa manera de cerrar un círculo. Sí, ni olvido ni perdón.

Todavía ahora no puedo acabar de mirar entera ninguna secuencia de imágenes de la violencia policial del 1 de octubre. O giro la cabeza o me emociono. Violencia desproporcionada. Un dolor para siempre. Que durará generaciones. Reviviendo aquellos días todavía hace más daño ver cómo estamos ahora. ¿Cómo hemos podido normalizarlo todo hasta este punto? Que tenemos presos políticos y exiliados desde hace tres años y medio, que a pesar de oír que se lucha nunca no parece lo suficiente, que escucho la voz de la alcaldesa Colau puesta en calzador en el reportaje, que la humillación prolongada y programada se hace larga y que nos haría falta un revulsivo movilizador y estratégico, a la gente y a los políticos. Que la rabia y tristeza son grandes pero mayor es la esperanza y se hace luz en la figura de Jordi Cuixart.

A la espera de los otros seis capítulos, el documental tiene el atractivo de mostrar imágenes inéditas de la celda, del traslado de los presos y declaraciones de diferentes letrados. Cierto. al Mismo Tiempo, sin embargo, es un resumen de un juicio que ya habíamos visto y, de momento, no he descubierto nuevas aportaciones en este sentido o no sé encontrar el objetivo final. Veremos. Tampoco puedo evitar preguntarme por qué se emite justamente ahora. Y no es ninguna pregunta retórica ni capciosa, de verdad que me lo pregunto. No tenemos las respuestas a todos los dilemas de nuestro país, Catalunya, y seguiremos equivocándonos, ya lo sabemos, pero aquello más próximo a la perfección fue el 1 de octubre y cuanto más nos alejemos, más difícil será la victoria. No hablo ya de la forma, sólo. Me refiero al espíritu, al convencimiento. A la previa y a la dignidad. Sí, ganas de nuevos líderes y ganas de revuelta.