¿Es suficiente con ser buena persona para poder asumir con eficiencia un alto cargo político? Hace tiempo que el debate se pasea por nuestra sociedad. Mi experiencia me dice que no, que sólo con eso no es suficiente, pero que, sin ser buena persona, tampoco se llega a ningún lado, ni en la vida ni dentro de la jungla partidista. Ahora bien, quizá es necesaria cierta astucia (o tal vez malicia) para sobrevivir en un entorno tan hostil y egocéntrico como el de la política actual. El sistema es tan corrupto que expulsa a los decentes y honrados que lo quieren cambiar. ¿Entonces, si desde fuera cuesta dios y ayuda, y los cambios son pequeños —si es que llegan— y desde dentro o te vuelves como ellos o te echan, qué nos queda?

es necesaria cierta astucia (o quizás malicia) para sobrevivir en un entorno tan hostil y egocéntrico como lo de la política actual. Lo sistema es tan corrupto que expulsa a los decentes y honrados que lo quieren cambiar

Ser buena persona no te garantiza ser resolutivo, como tampoco ser competente te asegura una mínima decencia humana. A los que han intentado unir las dos aptitudes no les ha ido muy bien, la verdad. Queremos regenerar la política con personas que no sean profesionales y que no vivan de ella desde siempre, pero al mismo tiempo pedimos gente preparada y con capacidad. Difícil combinación. Soy de la opinión que la experiencia se puede adquirir, pero que la lealtad no se enseña y que, puestos a tener carencias, más vale que sean de las que se pueden ir solventando a base de dedicación.

Pude coincidir con el president Torra durante su primera etapa al frente del Govern. En aquella época, y durante siete meses, yo era jefa de gabinete de la conselleria de Cultura y en el día a día vi en sus ojos y en sus acciones dignidad y honestidad. Activismo y compromiso. También desconcierto y el descubrimiento de realidades incómodas. Saber que necesitó ayuda psicológica me ha sorprendido y al mismo tiempo no me ha extrañado tanto. Quizá sí que hace falta cierta dosis de cinismo para poder ejercer determinados cargos y que, si intentas cambiarlo y coordinar más que mandar, aportar más que imponer y revertir más que asumir, el sistema -aquel ente impersonal- te atropella, literalmente.

El poder es muy apetitoso y no todas las manos están preparadas para gestionarlo

El poder es muy apetitoso y no todas las manos están preparadas para gestionarlo. Los puñales que te clavan los tuyos son los que más duelen (y tuyos hay de muchos colores). Del enemigo te esperas de todo, pero de una supuesta compañera de trinchera, no. No hacen falta ni nombres ni siglas, pero pasa, aunque se hable poco de ello. Y no se está preparado,no. Y hace falta ayuda psicológica, sí. Sé de qué hablo. Eso de dosificar el llanto debe ser de primero de psicología, porque también me lo recomendaron a mí y a personas de mi alrededor. Me fue bien, a pesar de no ser suficiente. Hay actitudes que cuesta digerir. No se pueden superar determinadas decepciones o maltratos personales sin el apoyo de un profesional que te oriente y te dé pautas, para seguir siendo tú misma sin dejar de hacer bien tu trabajo.

Llegados a este punto, que te echen es un alivio. El otro día, durante la entrevista en el Preguntes freqüents de TV3, detecté una especie de serenidad en los ojos del MHP Torra. Te sabe mal marcharte porque dejas pendientes muchas causas y acciones de govern -queríamos cambiar el mundo-, amigos -que también haces, a pesar de que son pocos-, pero las convicciones quedan intactas y puedes seguir luchando desde otras trincheras menos falsas y peligrosas. Menos graves e inciertas, como las horas que describe y describirá el expresident en sus nuevos libros. Y es que no siempre acabas sabiendo exactamente ante quién te encuentras cuando transitas por la alta política.

La discreción y la prudencia de los altos cargos son vitalicias. Al mismo tiempo, la distancia te tiene que permitir poder nombrar las cosas por su nombre y dormir con la conciencia tranquila. Defender unos ideales es una carrera de relevos mientras cruzas los dedos para que no quemen al que viene detrás tuyo como hicieron contigo; porque, si no, quizá llegará el día en que, cuando pretendas a pasar el testigo, nadie quiera agarrarlo. Eso si se tienen escrúpulos, claro. Probablemente, el día que pudieramos cambiar este sistema e implantar otro, pasarían los años y le empezaríamos a ver las vergüenzas al nuevo, que creíamos mejor. Mientras tanto, como decía Pompeu Fabra, no hay que abandonar nunca ni la tarea ni la esperanza.