No hay nada como ser soltera para que te quieran emparejar. Si, además, hace tiempo que públicamente no se te conoce compañero, la rumorología empieza a asumir que debes de ser lesbiana porque pensar que simplemente eres discreta en estos temas es demasiado pedir. Por si fuera poco, lo hacen usando tu supuesta tendencia sexual como insulto, como si acostarse con uno o con otra te hiciera mejor o peor persona. Como si, suponiendo que fuera cierto, hubiera ningún problema en amar a alguien de tu mismo género. Como si pudiera ofender quien quiere y no quien puede.

Después, una vez superada la obsesión para juntarte con quien sea y cotillear, llega la manía de hacerte madre, tengas o no marido, aunque sin marido dicen las malas lenguas que no sería lo más adecuado, ¡qué dices! Porque, claro está, el destino de una mujer es parir, si no parece ser que no se siente lo suficientemente realizada. Y eso lo tienes que oír de parte de gente que suele llevar un crucifijo en la mano y desde una institución bimilenaria y machista que habla de la familia y de la mujer como si ellos no practicaran -supuestamente- el celibato. Se ve que hay gente que sabe de todo y yo debo de tener la mala (o buena) suerte de no formar parte de este selecto club.

Con quien tengo que dormir yo cada noche es con mi conciencia y después con quien yo quiera, y a usted, señor, no le importa

La edad también es una variable a tener en cuenta. No se te ocurra ser madre demasiado joven porque te dirán insensata pero si tardas demasiado no sabes lo que haces y si en medio has tenido más amantes que años, prepárate porque entonces todo el mundo se creerá con el derecho de opinar que si eran demasiados o pocos o jóvenes o mayores. Total, si haces porque haces, si no haces porque no lo has hecho y el refranero tampoco ayuda mucho, que la cosa hace tanto tiempo que dura que incluso los dichos populares también nos van a la contra: que si te quedarás para vestir santos -como si ser soltera significara que solo te queda la opción de ir a misa- o que si se te pasa el arroz -que si usaran la variedad bomba del Delta ya te digo yo que esta frase se acababa rápido-, ¡como si yo hubiera dicho alguna vez que quería paella! ¡Dejadnos a las mujeres hacer lo que queramos!

Quien quiera ser madre que lo sea y quien no, que no lo sea. Tan sencillo como eso. Cuántas madres han tenido que responder a la pregunta: ¿y tú, por qué has querido ser madre? Yo no conozco a ninguna. Se asimila como lo normal. En cambio -oye, qué pesados- las que practicamos activamente la no maternidad tenemos que ir dando explicaciones y tenemos que oír por activa y por pasiva (y por perifrástica, que dice aquel que quiere ser presidente pero no sabe sumar) que por qué motivo no tenemos hijos, que alguna razón debe de haber, que por qué no queremos ser madres... y cuando ven que no te convencerán ni sacarán ninguna de las respuestas que querrían, entonces responden por ti y se creen con el derecho de decirte que es una actitud egoísta. Y tú te quedas allí plantada, soltera, sin hijos y siendo una individualista. ¡Así, en un periquete! El insulto siempre es el recurso fácil: lesbiana, egoísta, ramera...

Lo desazón por cosificarnos, para controlar la vida de las mujeres libres no tiene freno. Porque sí, aquí es donde radica la cuestión: en la libertad

Son actitudes burdas e inadmisibles tan arraigadas a la sociedad que incluso en ambientes supuestamente más respetuosos rezuma esta miseria machista. El sábado en la retransmisión en línea de la gala de los Premios Goya se dejaron los micros abiertos y se oyeron dos o tres hombres -supuestamente periodistas que seguían el acto- que, babosos ellos, se sumaron a la conmemoración del 8 de marzo comentando los vestidos y el aspecto de algunas actrices: que si "esta cobra seguro", que si "esta se un esqueletito", que si aquella "es puta, puta", que la otra como llevaba muchos tatuajes era"un putón verbenero" o aquello de "la que no quieras, para mí", como si fueramos de su propiedad. Eso es lo que dicen cuando se piensan que no los estamos oyendo. Asqueroso. No quieras saber la conversación de bar con los amigos porque esta charla era mientras trabajaban en un acto cultural y para una televisión púbica. Ay, quería decir pública.

Estos hombres bavosos, esa gentuza que nos denigra con total impunidad y viven más pendientes de qué hacemos las mujeres y de cómo lo hacemos más que de vivir ellos su vida, dan más pena que rabia y mucha pereza. Con quién tengo que dormir yo cada noche es con mi conciencia y después con quien yo quiera y a usted, señor, no le importa. Yo me visto como me apetece, no como usted quiere. Y me enamoro de quien me da la gana y beso los labios que me atraen y tengo sexo si quiero y si no, pos no, y a veces sola y a veces acompañada, ¿y qué? Y me abrazo con quien quiero y deseo las pieles que me apetece, sin importarme la edad o el nombre o qué número ocupa en la lista de conquistas. La desazón por cosificarnos, por menospreciarnos, por controlar la vida de las mujeres libres no tiene freno. Porque sí, aquí es donde radica buena parte de la cuestión: en la libertad. Nos querrían sumisas, obedientes y a disposición de sus necesidades. Pues, no. Si os aburrís, cazad moscas con el culo, pero dejad a mi cuerpo en paz.