Caminas por una ciudad que no es la tuya. Miras su entorno con los ojos de tu paisaje de niñez, reconoces semejanzas en las casas y en el nombre de las calles y el mismo viento de noroeste te corta la cara. Incluso encuentras rostros conocidos en la cara de la gente con quien te cruzas por la calle, hasta que te das cuenta de que aquella mirada no puede ser que sea la de tu amigo porque estás demasiado lejos de casa. El cerebro es bien curioso, él y sus asociaciones de ideas y sus viajes en el tiempo y el espacio.

Escuchas palabras conocidas en los labios de los peatones, te mojas los pies en la misma agua salada. Las callejuelas están hechas de guijarros arrastrados por la misma corriente que, allende los mares, lame tu barca. Tienes enganchada al tobillo la arena hermana y ferrosa que edifica una playa, una cultura, una tierra y, mientras tanto, suena una canción orgánica y ancestral que te transporta a melodías amadas. La música es viajera y te lleva a rincones de la memoria y de la historia que algunos libros han dejado de contar.

Somos un alma perenne que del habla hace lucha, somos una bella tierra que rodea un mar antiguo

Y cuando creías quizás que todo era sólo un pensamiento adormecido, te das cuenta que no. Que no despiertas de un sueño. Simplemente, estás en Alguer. En Cerdeña. Simplemente, eres consciente de que diez millones de personas hablamos la misma lengua con diferentes acentos: arraigados, difuminados, diversos. Con el catalán retozón. Con la huella de Martín el Joven enterrado en esta isla particular y la ucronía de su supervivencia sobrevolando el pensamiento colectivo.

Clavad la punta del compás en el puerto de Maó y dibujad un círculo que abrace todas las tierras firmes próximas. Encontraréis metida una comunidad que, a través del Mediterráneo, exporta palabras, miradas, canciones. Una cultura prima hermana con siglos de historia común. Hay que aprender a leer el paisaje como quien empieza un nuevo libro recomendado. A pasear los dedos por el mapa como si estuviera escrito en braille. A entrar en el túnel del tiempo y salir por el puente de mar azul. Somos un alma perenne que del habla hace lucha, que de la vida hace trenzas. Somos una bella tierra que rodea un mar antiguo.