El silencio de la tierra arrasada. El lamento del animales. Las lágrimas garganta para abajo de los campesinos y ganaderos. La ceniza. El olor de humo. Las manos en la cabeza. La impotencia. El brillo en los ojos de los vecinos. También la solidaridad, la organización ciudadana. La hermandad. Los sonrisas, a pesar de todo. La esperanza. Los abrazos. El milagro de la gente. Vinebre, donde está instalado el centro de mando del incendio, tiene unos 430 habitantes y de hoy para mañana ha tenido que acoger a más de 400 personas y lo ha hecho con un afecto, una profesionalidad y una coordinación ejemplares: bomberos, servicios de emergencia, ejército español, agentes rurales, Mossos d'Esquadra, Guardia Civil y una prensa, especialmente la del propio territorio, ejemplar y entregada.

En Flix y Vinebre se han quemado más hectáreas que no gente vive allí al pueblo. Las dos localidades han perdido bajo las llamas un tercio de su término municipal. Está dicho pronto. En La Torre de l'Espanyol, donde empezó el fuego, la gente no ha parado de colaborar y en los tres municipios los vecinos se han volcado a preparar comida y termos de café para los bomberos, que volvían de los turnos con la cara ennegrecida y las suelas de las botas despegadas. Definitivamente, son extraterrestres y no tienen suficientes medios.

En el Ebro vivimos 180.000 personas en 3.000 kilómetros cuadrados. En Barcelona y el área metropolitana viven 5 millones y medio habitantes en casi la misma extensión de terreno

Como voluntaria que se ha pasado tres días en Vinebre he visto cómo todo el mundo arrimaba el hombro. Todo el mundo, empezando por los representantes del pueblo. Si no sabías quiénes eran, no se podía distinguir a voluntarios de políticos. El alcalde de La Torre, Joan Juncà, la alcaldesa de Vinebre, Gemma Carim, y el alcalde de Flix, Francesc Barbero, y muchas concejalas (son mayoría las mujeres) haciendo bocadillos, ofreciendo vehículos particulares para cargar gente y comida, coordinando, hablando con los afectados, con la prensa, arremangándose noche y día. No, señores, no todos los políticos son iguales y menos en los pueblos.

Equilibrio territorial

Somos las Terres de l'Ebre y las palabras que nos definen están en crisis: el Ebro, sin casi caudal, y las tierras, quemándose. ¿Entonces, qué somos? O quizás mejor dicho: ¿qué nos dejáis ser? Este incendio empezó hace muchos años, cuando el campesinado tuvo que ir abandonando tierras porque no sale a cuenta labrarlas y el bosque empezó a comerse los barrancos, las montañas, los colinas, los bancales, las partidas. Este es uno de los focos del incendio: el desequilibrio territorial y un triste derrumbe sostenido del sector primario. No hay casi relevo generacional. Campesinos y ganaderos trabajan en precario. Lo poco que no se ha quemado estaba labrado, se ve desde el aire. Lonchas marronáceas y verdes en medio de la desolación. La importancia de labrar, de cuidar la tierra que nos cuida a nosotros.

Y mientras se ordenaba detener la siega (lo puedo entender pero a pagar siempre el campesino) se permitía que a tan solo cuatro kilómetros del flanco izquierdo del incendio continuaran las obras de construcción del vertedero de Riba-roja d'Ebre. En pleno episodio crítico las máquinas siguieron trabajando a pesar del elevado riesgo. El fuego se apagará y el vertedero de residuos se inaugurará. Los mismos alcaldes que hemos visto trabajar y emocionarse por la tele, hace meses que luchan por intentar parar este nuevo proyecto agresivo, pero quizás no se les ha dado bastante difusión nacionalmente. Total, no vendrá de aquí: térmicas, molinos, nucleares (suerte que el fuego empezó en la otra orilla del río), trasvases... Un vertedero más no se notará. Somos la despensa de la basura. Hacemos luz y damos agua y querríamos que fuera al revés: ser agua y dar luz.

Somos las Terres de l'Ebre y las palabras que nos definen están en crisis: el Ebro, sin casi caudal, y las tierras, quemándose

La naturaleza es un ser vivo, en el Ebro la amamos como a una persona, una amiga que te envuelve y te da vida, literalmente. Quemando ella perdemos vida nosotros y por nosotros quiero decir todos, no solo el sur. El jefe de los GRAF, Marc Castellnou, da un dato aterrador: cuando se creó lo cuerpo de bomberos, al principio de los años 80, había un 34 por ciento de bosque en Catalunya, ahora hay un 72 por ciento. Por lo tanto, se ha más que doblado la superficie forestal y además sin calidad. Si no cambiamos modelos de país, dentro de unos años quizás ya no llegaremos a tiempo. Por cierto, espero que ahora no se pretenda cargar sobre el campesino propietario del estercolero donde se originó el fuego toda la responsabilidad de años y años de mala gestión forestal y territorial.

Despoblación y colapso

El paisaje es un trozo del suelo que nos acoge, que nos da el oxígeno para respirar y en el cual, tozudamente, seguimos viviendo la gente de aquí cuando los que venís de vacaciones (sois muy bienvenidos!) os volvéis hacia las zonas hiperpobladas de Catalunya. Las ciudades están colapsadas. Vosotros ya no cabéis más y a nosotros nos echan de donde estamos. No tiene sentido. Queremos vivir donde nacimos, por dignidad y sostenibilidad.

Honestamente, creo que no nos lo merecemos, ¡pero es que vosotros tampoco! Barcelona y la zona metropolina se ahogan de gente y nosotros nos despoblamos. Cuando ya no quepáis todos en las ciudades, ¿qué haréis? ¡No tenéis de actuar por solidaridad, sino también en defensa propia! El episodio de contaminación de Barcelona de estos últimos días y el incendio de la Ribera d'Ebre son vasos comunicantes. El sur no nos merecemos estar desangrándonos y despoblándonos y vosotros no os merecéis estar enlatados y ahogándoos. En las cuatro comarcas de las Terres de l'Ebre vivimos en torno a 180.000 personas, con un índice de envejecimiento cada vez más alto y en unos 3.000 kilómetros cuadrados. En la capital del país y el área metropolitana viven 5 millones y medio de habitantes en casi la misma extensión de terreno.

Y ey, ¡ojo! El  centralismo lo sufrimos de Barcelona y también de Tarragona y su entorno, tengámoslo presente. Nos duele mucho ver cómo la Generalitat apuesta por construir junto a Salou el complejo Barcelona World, con casinos y zonas de ocio cerca de Port Aventura, y se gasta 120 millones de euros a comprarle los terrenos a La Caixa. No es ya solo por el dinero, que podría servir para revitalizar el sector primario, es por el modelo de país que implica la decisión, un modelo injusto e insostenible que premia las zonas ya pobladas y más prósperas en detrimento de los de siempre a cambio de unos puestos de trabajo que raramente no serán precarios. Y no, no nos gusta quejarnos, nada. Ni querríamos tener que estar siempre en lucha, no. Pero es que no se nos da alternativa: si no nos alzamos, nos pisan.

Los bomberos, por nosotros y por la tierra, se juegan la vida y a menudo no se les facilitan ni las mínimas herramientas para salvar la suya

Ahora se harán festivales benéficos –iniciativa loable y necesaria– en los cuales actuaremos unos cuantos artistas sin cobrar y a los cuales asistirán, sobre todo vecinos del Ebro, que pagarán de su bolsillo la entrada que tendrá que servir para ayudar a los afectados. La autoorganización de la ciudadanía es maravillosa –el pueblo salva el pueblo–, pero esta capacidad de luchar y renacer no tendría que ser sustitutoria sino solo complementaria de las medidas oficiales. No puede recaer sobre los mismos afectados la responsabilidad de resurgir y continuar. Y por medidas oficiales no me refiero a cubrirnos ahora de millones de euros (que si hacen falta, ¡adelante!), que no se vale el tener que vivir de subvenciones: queremos vivir de la tierra y en la tierra y que ella misma dé un rendimiento digno.

Repensar el país

El mejor bombero es un campesino que cuida las tierras y si los militares tienen que venir a hacer de bomberos es que faltan bomberos. Y también faltan campesinos. Los bomberos, por nosotros y por la tierra, se juegan la vida y a menudo no se les facilitan ni las mínimas herramientas para salvar la suya, que ellos también hace tiempo que están en crisis y lucha, que ellos son, no lo olvidemos nunca, los que se pusieron entre los votantes y las porras de la policía española aquel 1 de octubre. Ellos, que reconocen con rabia, tristeza y sensatez que Catalunya no puede asumir dos emergencias al mismo tiempo de este calibre, mientras el Tribunal Supremo del Estado español tumba 15 artículos de la ley catalana contra el cambio climático.

Hemos perdido el norte porque estamos dejando perder el sur

Equilibrio territorial también es hablar de estas tierras nuestras no solo cuando hay una desgracia. Hace tiempo que estamos enviando señales de humo pero hacia abajo se suele mirar más bien poco. Superponed uno encima del otro el reciente mapa del despoblamiento en Catalunya con el del incendio de la Ribera d'Ebre y encontraréis escalofriantes coincidencias que no tienen nada casual. La Catalunya rural, la Catalunya Nueva. Hemos perdido el norte porque estamos dejando perder el sur. Mientras tanto, no me puedo sacar la tierra de la cabeza. La tierra que quema, el paisaje que duele, el Ebro que llora, la lluvia que no cae, los amigos que pierden cultivos, los bomberos que admiro y amo, el río que cierra los ojos y yo que no puedo dejar de tenerlos abiertos viendo la desgracia. No me puedo sacar la tierra de la cabeza y por momentos no hay manera de quitarme esta tristeza de encima. Eso sí, siempre con una sonrisa, que sobrevivir con alegría ya es revolucionario en sí mismo.

Gracias a todos aquellos quienes nos enviáis apoyo y ánimos y mostráis solidaridad, lo recibimos y lo notamos. Sin embargo, quizás ya no es suficiente con aquello de: los del Ebro sois fuertes, lo solucionaréis, rebrotaréis, siempre habéis sido valientes y valerosos, saldréis adelante, etc. Dichosa segunda persona del plural. ¿Por qué no se habla más en la primera? Que sí, somos fuertes, de piel de coco, pero nosotros solos tal vez ya no podemos hacer más: o repensamos el país entre todos y creamos una conciencia colectiva o no saldremos adelante y si no lo conseguimos en el sur, preparaos los del norte porque estaréis cojos y entonces nos caeremos todos. Y perdonad, pero es que estoy que ardo.