Hace unos días apareció devorada una cabra en el parque natural de la Albera. El culpable fue un lobo. Y los medios de comunicación no sólo se han hecho eco, sino que ya nos avisan de que dentro de cuatro dias, los lobos llenarán nuestros bosques. Como antes. Como en los cuentos. En ElDiario.es hablan con Gabriel Lamporeavel, una especie de detective de crímenes de lobos. El Carles Porta que pone luz a la oscuridad. O, más bien, pone cámaras en los árboles, rastrea bosques con un perro buscando deposiciones, encuentra rastros genéticos e intenta saber si es un ejemplar conocido o no. Y suelta la frase: “Es cuestión de tiempo que los lobos se reproduzcan y se instalen en nuestros bosques”.

40 años después, vuelve el lobo. En Catalunya se han detectado una veintena, aunque genéticamente sólo cuatro. Hay 2.500 en España, sobre todo en Castilla y León, Galicia, Asturias y Cantabria. Y todos los expertos prevén que habrá muchos más porque en septiembre de 2021, el gobierno español prohibió cazarlos. Y claro, se ha abierto ya el debate entre ecologistas y ganaderos. El tópico dice que los ecologistas de la ciudad estarán muy contentos y que los ganaderos del mundo rural, se supone que no tanto. Porque, si el lobo amenaza, corderos y vacas se asustan y baja la producción. Sí, hay una guerra bajo mano en Catalunya entre partidarios y detractores del lobo. Los partidarios defienden que es un elemento indispensable de la cadena trófica: la vuelta del lobo permitirá regular la población de jabalíes. Los contrarios argumentan que no pueden convivir rebaños —que ayudan a prevenir incendios—, con lobos y osos.

Hay muchos lobos por matar todavía: el precio de la luz, el auge del fascismo, noches tropicales en otoño, guerra en Ucrania, un poder judicial anclado en el franquismo...

El lobo, un animal con mala fama de crápula, ha dado grandes momentos de gloria a la cultura popular. También en Catalunya. Sobre todo por parte de Àngel Guimerà, el Nobel que no fue. Y como siempre se ha llevado la mala fama, el lobo representa a Sebastià, un lobo que se aprovecha de sus trabajadores, las ovejas, nosotros. El grito "he mort el llop!" es el fin de una injusticia.

Y sí, hay muchos lobos por matar todavía. De conocidos y de nuevos. El precio de la luz. El auge del fascismo. Noches tropicales en otoño. Guerra en Ucrania. Un poder judicial anclado en el franquismo. Una cesta de la compra disparada. El temor a un sabotaje ruso al internet europeo. La amenaza de una bomba nuclear. Por supuesto que viene el lobo.

Lo que ocurre es que, en Catalunya, quizá por impotencia, quizá por inoperancia, quienes deberían velar por matar a lobos más importantes, se dedican a la caza menor. De hecho, parece que sean lobos matando a lobos. Algunos de la misma manada. Es una guerra fratricida. Una guerra entre lobos. De la misma manada y entre manadas. Porque no olvidemos que lobos, de los que presionan ovejas, hay en todas las manadas. Y algunos, como decía el señor del bigote —o exbigote, ya no lo sé— que se parece a Lord Voldemort, “no están ni en desiertos remotos ni en montañas muy lejanas”.