Nacemos donde quiere la vida y con la sangre de nuestros padres, y este es un rasgo característico que nos marca a lo largo de la existencia, porque no es lo mismo venir al mundo en una aldea africana que en una ciudad occidental, y porque, como decía Joan Perucho: ‘també hi ha el dictat de la sang que empeny a les palpentes’. Ahora bien, el lugar de nacimiento y la genética no son las únicas variables que nos hacen ser como somos. La educación recibida es clave a la hora de formar personas. Dos hermanos nacidos en el mismo lugar, hijos de la misma madre y del mismo padre, pero criados en ambientes educativos diferentes dan como resultado seres humanos bien distintos.

Este verano estaba comiendo en el Delta del Ebro con un grupo de amigos de Aragón, Asturias, Burgos y Sevilla. Los dos de Sevilla me confesaron que se han hecho socios de Òmnium, los de Burgos me dieron las gracias por la lucha del pueblo catalán, y algunas asturianas y aragonesas me pidieron pendientes con lazo amarillo como las que yo llevaba aquel día. No somos familia, ni siquiera parientes lejanos, y no hemos nacido en el mismo lugar, pero nos han inculcado una cultura democrática y de libertad de expresión similar. En cada uno de nosotros, cada uno a su tierra y a su manera y tal como los paras respectivos pudieron, pero con espíritu crítico y sentido de la justicia.

Parece evidente que este grupo de buenos amigos a los que tengo la suerte de amar, y con quien surcamos el Ebro arriba y abajo con la piragua, no representan la mayoría de la sociedad española, de acuerdo. Pero es bueno saber que no estamos tan sólo como algunos nos quieren hacer creer, y que la bondad es revolucionaria. Y que Rivera i Arrimadas desenganchando lazos de las calles representan tanto una provocación como una ofensa a todos aquellos que se sienten y son demócratas (no vale sólo a llamarse). Rivera y Arrimades, aquellos que esperan con fervor una reacción violenta a sus acciones para ver si así alguien les compra el relato de la fractura y el temor por las calles. Porque de la misma manera que la mayoría de encuestas políticas se publican más para influir en el voto que no para mostrar la intención real del voto, así también las falsas acusaciones de violencia y amenazas se hacen más para generar violencia que para evitarla. Y ojo con que la polémica agresión de la Ciutadella no fuera más la pelea entre dos nacionalistas españoles, en la cual los dos creían que el otro era independentista.

Sabemos de la incomprensión y, sobre todo, la desinformación y la intoxicación que hay, y seguiremos combatiéndola con argumentos y compromiso. Ahora bien, gastemos las energías con quien quiera escuchar, no con los intolerantes. El resto de nuestras fuerzas dediquémoslas a nosotros y a la plena consolidación de la República Catalana. Porque lamento percibir que últimamente ya no se habla tanto de República y de independencia, sino de lazos amarillos y polémicas buscadas malintencionadamente, y no tendríamos que caer a la trampa. Recordemos que los tenemos que sacar de la prisión y les tenemos que hacer volver a casa, que el problema son los presos y exiliados políticos, no los lazos amarillos.

La justicia y la democracia tienen que ir cogidos de la mano. La amistad, ayuda. Busquemos, pues, aliados entre los amigos. Como hacía el sr. Paco Izquierdo, librero tortosino traspasado recientemente. Se lo conoció como 'Paco lo demòcrata' porque en su ya desaparecida minúscula librería-estanco, y en épocas muy complicadas, tan pronto guardaba papeles de la iglesia como escondía documentos del PSUC. Y bien poca gente lo sabía, tan poca que algunos lo hemos descubierto una vez ya muerto. Él tenía su ideología, como todo el mundo, y tenía también sus amigos, como todo el mundo, y su familia, como todo el mundo, y un negocio público, como bastante gente, pero tenía por encima de todo un elevado sentido de la democracia y de la amistad. Y eso, compañeros, no lo tiene todo el mundo. Como no tiene todo el mundo amigos como los que reman conmigo por el río, que no sólo no me arrancan de un zarpazo los pendientes amarillos de la oreja sino que me encomiendan un par para ponérselos, que no sólo no se creen las mentiras de Ciudadanos, el PP y la inmensa mayoría de la prensa española (y de alguna instalada en Catalunya), sino que tienen criterio propio y desde su espacio de cotidianidad crean un discurso que va contra la corriente de los cánones represores. Porque sí, como dice Pere Camps, sin cultura ganan ellos y porque sí, como dèia Gerard Vergés, el hombre es más subsidiario de la cultura que de la genética.