Tu nombre apareció bajo la punta de mi bolígrafo y ya nunca más pude olvidarlo. La atracción parte de la emoción y eso es imprevisible. A veces no sabemos qué buscamos, ni siquiera si buscamos nada. Simplemente, de sopetón, un gesto se eleva, aterriza en nuestra cabeza y moviliza una sensibilidad adormecida. Inexplorada.

En tus ojos, llenos de luz líquida, flotan todos los planetas no descubiertos. Me desconcentras todo el día. Me desconciertas toda la noche. Quizás busco en ti aquello que he descubierto y perdido en otros, sin saber si dentro tuyo lo encontraré de nuevo. O de viejo. En el mientras tanto, sin embargo, aprendo a mirarte diferente y a temblar sin que se note y pienso que nosotros, dos personas cualquieras, podríamos llegar a ser felices dentro de aquel extraño insomnio que te genero. Porque cuando estamos juntas poseemos un milagro. Porque creamos un nuevo elemento químico, que todavía no tiene ni nombre, capaz de estirar hasta el infinito la locura de un magnetismo.

Sin embargo, soy consciente de que, a ratos, todavía escribo tu nombre en lápiz, por si lo tengo que acabar borrando, no dejar rastro —que quiere decir cicatriz—, por pequeños temores y cavilaciones, e intento hacer crecer aquella parte de mí que solo tú sabes regar y darle una oportunidad a la vida que me regalas. Que me gusta la gente que no ve porque sonríe también con los ojos, y de tan feliz casi se queda ciega de lo pequeños que se les vuelven, y es entonces cuando, paradójicamente, aquellos ojos, a pesar de estar casi cerrados, más te ven, mejor te miran. Mejor te aman.

Te regalo libros porque te veo en mis lecturas

Te regalo libros porque te veo en mis lecturas. Ahora no me conozco y al mismo tiempo a tu lado me reconozco. Nuestros corazones laten al mismo ritmo, desbocado e indomable, como el cabello despeinado por un golpe de tramontana o una racha de cierzo. Porque adoramos el desconcierto de nuestro enigma que nos atrapa. Porque nuestra voz, cuando habla lenta y flojamente, nos emociona como si pudiera acariciarnos. El sonido tiene tacto y se funde con la piel.

Tienes una duda perpetua y mil certezas llenas de eternidad. Una magnífica carcajada que desespera. Un misterio irresoluble que querría intentar resolver el resto de mi vida. Dos seres humanos flotando por el universo, aterrizando en cada esquina, encendiendo cada nueva ciudad que se deja pasear a escondidas. Aquel pequeño vértigo. Aquella gran ilusión. Aquel día que todo fue descubierto. Aquel día sencillo y preciso, como un monosílabo, que lo dice todo en poco trozo y de un solo trazo. Aquel amor, como un monosílabo, que te dice: sí.