Las elecciones del 28 de mayo generaron algunas sorpresas, tanto en lo que se refiere a la bajada de participación como a algunos resultados. El día 29 la sorpresa fue dada por el presidente del gobierno español, que convocó elecciones a Cortes Generales. El día 30 también tuvo comparecencia, en este caso del president de la Generalitat, que, pese a no tener el impacto de un adelanto electoral, también sorprendió pidiendo un "frente democrático para defender a Catalunya" y unidad soberanista.

La reacción mayoritaria a la convocatoria hecha por Pedro Sánchez fue subrayar su audacia. Veremos qué sale de todo esto, yo de entrada veo algunos riesgos por sus intereses y, por tanto, hago una lectura más en clave interna. ¿Los resultados fueron lo suficientemente malos para el PSOE para tener que salir corriendo a cortar una posible rebelión interna? ¿Fueron la oportunidad para romper un gobierno de coalición sin provocar una crisis y forzar una guerra en el espacio de Podemos? Pongo el acento en la clave más interna, del partido y del espacio ideológico, porque quien ha protagonizado este movimiento es el autor de un libro que lleva por título Manual de resistencia, lo que se va consolidando como su prioridad política.

Una gran parte de catalanes ha dejado de ver al PSC como 155 y, mientras el independentismo ha persistido en no moverse de su guerra cainita, este partido ha encontrado el camino bien libre

Es cierto que todo cambia muy rápido y que los patrones de comportamiento electoral han mutado más en los últimos diez años que durante los cuarenta años previos, pero ¿realmente tiene opciones de cambiar la tendencia al alza del PP con una campaña? ¿A qué aspira electoralmente un presidente que ya es presidente? En este caso, además, un presidente que debe ocupar la presidencia de turno de la Unión Europea. Quizás a la situación en la que se encuentra le pegaba más el clásico “culo di ferro”. No en el sentido negativo con el que a menudo se utiliza, sino en el original, en positivo, lo que se decía a aquellos que eran capaces de vencer a los demás por el agotamiento que les provoca su constancia; la perseverancia frente a la audacia. Actualmente, seis meses en política es una eternidad en la que pueden ocurrir muchas cosas; y en la última década, a la mayoría de quienes han buscado un adelanto electoral para reforzar su posición no les ha acabado de salir del todo bien. Por ejemplo, Artur Mas en 2012 en Catalunya, Theresa May en 2017 en Gran Bretaña o Justin Trudeau en 2021 en Canadá, por motivos diferentes y seguramente bien justificables no lograron el objetivo que perseguían con el adelanto electoral.

Y sin margen de reacción, de momento, las mismas recetas de siempre: la izquierda diciendo que vendrá la derecha; la derecha contra el procés —o directamente contra los catalanes— y contra ETA (no es broma). Y los partidos catalanes repiten cabezas de cartel. Esto es relevante para analizar la propuesta que presentarán a los catalanes. Porque un candidato nuevo puede hacer un discurso continuista de un antecesor de su partido, pero es más difícil que un mismo candidato enmiende su discurso de los últimos años. De lo más relevante de las elecciones municipales es que una gran parte de catalanes ha dejado de ver al PSC como 155. Y, mientras el independentismo ha persistido en no moverse de su guerra cainita, este partido ha encontrado el camino bien libre. El principal responsable de este hecho ha sido el blanqueamiento que se ha hecho de los socialistas —sobre todo en Madrid— por parte de Esquerra, que por eso se ha llevado la parte más importante del castigo electoral que ha recibido el independentismo. La propuesta que hagan es clave, ya que si a finales de julio Pedro Sánchez lo logra, será por la mínima y los partidos catalanes serán clave. ¿Cuál será entonces la condición de la investidura: evitar que mande la derecha o la autodeterminación de Catalunya?