Si a raíz de la Covid-19 las perspectivas de ingresos del Estado son escasas, las de los gastos no van precisamente a favor de conseguir un saldo mínimamente digno de las cuentas públicas. Eso prescindiendo, como decíamos en el artículo anterior, de las pensiones, que requerirían un tratamiento específico. Lo que hay delante no es nada estimulante, tanto por el poco margen de maniobra que hay en el marco de la UE, como por la falta de liderazgos capaces de arrastrar la población hacia un modelo de estado mejor gobernado que ahora. Veamos los gastos en el contexto actual.

El principal gasto operativo del Estado son las retribuciones a sus empleados. Durante el confinamiento no se conoce que se hayan despedido o que se les haya aplicado un ERTE. La mayoría de ellos hacen teletrabajo, cuando eso es posible. Si no, están en casa, cobrando como si trabajaran. Cuando se acabe el confinamiento serán los mismos que ahora, de manera que este gasto es intocable. Por donde seguro que crece es por la vía de los empleados públicos del sector sanitario, por motivos que resultan obvios.

El de los empleados públicos no es ni mucho menos el más importante de los gastos. El gran grueso de los presupuestos se destina a gasto social, transferencias del Estado a personas, instituciones, organismos, etcétera. Con el coronavirus las obligaciones pueden crecer mucho por la gran cantidad de medidas emprendidas para mejorar la protección social, como por el agravamiento de la delicadísima situación de la Seguridad Social, que no hará sino agravarse con el aumento de prestaciones de desempleo, de ERTE, de jubilación de autónomos, entre otros.

El capítulo de inversiones en infraestructuras ofrece un cierto cojín al Estado, porque en situaciones de crisis es lo que se puede poner en vía muerta durante un año, dos o los que sean, y destinar el dinero a cosas más urgentes. Sin embargo, dada la magnitud de las nuevas obligaciones la contribución de este concepto al alivio del problema es limitada (menos de 8.000 millones en el 2019).

Otro capítulo de gastos grande es de las financieras. No bajarán, sino todo lo contrario, a la vista del déficit que se entrevé en el horizonte. Se trata de un mal crónico en proceso de agravación. En los últimos 40 años, sólo ha habido tres con superávit (2005 a 2007). Ahora que estaba en proceso de corrección gracias a la presión europea (2,5% del PIB en el 2019), previsiblemente se dará un salto que podría hacer recuperar el guarismo de dos dígitos del periodo 2009-2012.

El prestigio español en la UE está por los suelos en muchos campos, también en la gestión del dinero público

Déficit crónico quiere decir endeudamiento creciente. El porrazo que se prevé en las cuentas del Estado para el 2020 puede hacer disparar al alza esta deuda superior a 1 billón de euros y que roza el 100% del PIB. Da un poco de pánico, pero no hay soluciones mágicas aceptables por los socios europeos (ni el helicóptero de repartir dinero, ni coronabonos). Sólo endeudamiento.

Hay quien cree que el trato que recibe España es injusto a causa de la gravedad de una variable exógena imprevisible como el coronavirus. No me pronunciaré. Sí que es un hecho objetivo que mientras España no se estrechaba el cinturón, otros países lo hacían (Alemania y Luxemburgo tienen superávit del 2014 en el 2019, Suecia en los últimos 4 años, Holanda en los últimos 3, etcétera). Sólo con que el estado español hubiera equilibrado las cuentas entre 2014 y 2019 (no hablemos de tener superávit), se hubiera ahorrado 264.000 millones de euros; o entre el 2015 y en el 2019, 203.000 millones; o entre 2016 y 2019, 155.000 millones. No sigo. Mientras tanto, la salvación de la banca habrá costado al erario público, 42.500 millones de euros, y sin ir más lejos, en pleno coronavirus, el Estado regala 15 millones de euros a las televisiones privadas en concepto de "rescate" después de que nos los últimos años obtuvieran beneficios de centenares de millones.

El prestigio español en la UE está por los suelos en muchos campos, también en la gestión del dinero público. Con un gasto desbocado y unos ingresos sin recorrido, ahora mismo (y durará meses) la única salida es hacer crecer la deuda hasta 120, 130, 140...% del PIB. Con los antecedentes del Estado y el panorama que tiene delante, una especie de abismo, no es nada de extrañar que haya países partidarios de un rescate en toda regla, con hombres de negro incluidos.

Modesto Guinjoan, economista.